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Las madres necesitan el regalo de la formación

“Yo he hecho muchas cosas buenas por mis hijos, pero, nunca les he dicho que les quiero mucho.  Ahora sé que eso también hay que hacerlo.”  Eso lo dijo la señora Erika en una de las sesiones de Madres Promotoras de Paz en San Félix y tengo muchas anécdotas que reflejan que las madres muchas veces cometen errores de acción u omisión, por desconocer cómo hacer mejor las cosas, aunque sin la intención de dañar a sus hijos (a menos que sufran de alguna patología).  Por eso, con motivo del Día de la Madre, escribo estas líneas, pues suelen responsabilizarlas de muchas situaciones tanto en el hogar como en la escuela, sin embargo, pocas veces se les tiende la mano.

En el tiempo que llevo trabajando con madres y abuelas de sectores populares y, desde casos concretos, he visto que las madres, reflexionando sobre su quehacer de “madres”, al adquirir herramientas para relacionarse mejor con su familia, sin necesidad de “regaños” ni culpabilizarse, logran cambios de actitudes, precisamente, por el amor que le tienen a los suyos.

Las madres necesitan saber, entre muchas cosas, cómo resolver conflictos por vía pacífica: calmarse primero, conversar, confiar, comprometerse, caminar juntos… Lo que yo llamo “Resolución pacífica de conflictos en 5 C”.  Saber que si están alteradas lo mejor es no actuar, porque puede agravarse el problema.

También les resulta muy útil conocer maneras de relajarse, bajar niveles de disgusto y angustia;  respirar profundo;  reír frente al espejo por las mañanas (eso ayuda a distenderse), a pesar de los miles de obstáculos que todos los venezolanos tenemos que enfrentar cada día.

Es muy importante que las madres sepan que de 0 a 7 años los niños y las niñas aprender por modelaje:  lo que ellas hagan, ellos lo imitarán. Si usted grita, ellos aprenderán a gritar;  si usted sonríe, ellos sonreirán. Entonces hay que pasar la película de nuestro comportamiento para ver qué se debe hacer y qué no.  Insistir en la coherencia entre discurso y acción.

Hay que enseñarle “habilidades para la convivencia” como, por ejemplo, escuchar, que es todo un arte.  Escuchar es diferente a oír.  Se oye caer la lluvia, se oyen los ruidos de los camiones que pasan por las calles, se oye un trueno… No depende de nuestra voluntad ni supone poner atención, pero se escucha cuando interesa lo que el otro dice.  Supone una valoración del otro y, además, hay que escuchar para entenderlo, no para ver cómo se le cae encima.  Y si se trata de un hijo, más todavía.  El objetivo es comprender al hijo o a la hija.  Hay que dejar de lado el teléfono, la computadora, lo que se está haciendo en la cocina;  no interrumpir al otro a menos que sea para aclarar algo confuso.  Aprender a escuchar puede incidir en una mejora de la comunicación y la relación.  Recuerdo el caso de Elsy, quien se estaba llevando mal con su hija adolescente.  Probó aplicar los tips del arte de escuchar que se había trabajado en un curso y en la reunión siguiente comentó cómo eso había sido el comienzo de una relación fraterna de madre-hija.

Hoy, con tanto peligro en las redes sociales, con la vuelta a clases presenciales y sus beneficios y también con el peligro de los diferentes tipos de violencia (entre ellas el acoso escolar), hay que enseñar a las madres cómo descubrir si algo está pasando.  Cuando, por ejemplo, si un hijo dice durante varios días que no quiere ir al colegio, puede estar siendo afectado por acoso escolar -que es reiterativo, silencioso-.  Es importante poner mucha atención si se observa cualquier cambio en el estado de ánimo de los hijos.  Debemos saber crear un clima de confianza en el hogar, de manera que si le sucede algo al hijo o la hija, estos tengan la confianza de decirlo, informarlo.

Otra habilidad para la vida que yo enseñaría a las madres es la de saber expresar un reclamo.  La convivencia pacífica, la no-violencia, no es asunto de pasivos ni de cobardes, sino de gente muy inteligente y valiente.  Si la madre se ha sentido maltratada ya sea por su familia o por otra persona, no tiene que quedarse con ese malestar:  ella tiene derecho al respeto, al buen trato, pero hay que saber reclamar sin insultar.  Usted no quiere que esa situación se repita.  Eso se enseña y se aprende.

También es importante para las madres saber equilibrar el trabajo con el descanso, dado que suelen asumir más responsabilidades de la cuenta.  Se agotan y el cansancio pone a la gente de mal humor, entre otras cosas. Saber repartir las tareas del hogar y, si es de manera consensuada, mejor. Añadimos aquí la importancia de las normas en el hogar, saber poner límites, que se vea el sentido de las mismas y sus límites.

Finalmente, hay que enseñar a las madres a administrar las emociones. No se trata de reprimir, sino de administrar.  Usted tiene derecho a enojarse, sin embargo, no puede ponerse a gritar, golpear o quebrar cosas en su casa.  Una rabia bien administrada es muy útil en un hogar.

Tal vez deberíamos añadir que las madres deben aprender a dejarse querer, eso es una manera de amar también.  Tuve un ahijado, ya fallecido, a quien quise mucho.  Era huérfano de madre y padre.  Yo le hacía muchos regalos.  En un cumpleaños me compró algo costoso y le pregunte el por qué había hecho ese gasto;  me respondió con esta pregunta: “¿Usted cree que es la única que tiene derecho a regalar?”  Le entendí y más nunca me quejé porque me hiciera regalos costosos.

Programas de formación de madres -y abuelas- son necesarios y muy valorados. Hay que hacerles ese regalo.