El 14 de febrero celebramos el día del amor y la amistad, pero ¿cuál es el amor que celebramos? ¿Qué es para nosotros el amor? Hago estas preguntas porque a cualquier relación superficial y pasajera la llamamos “amor”. ¡Cuántos sufrimientos y problemas se podrían haber evitado si nunca hubiéramos pronunciado un “te amo” que no era verdad! Con frecuencia, el supuesto amor no pasa de ser un mero gustar, una simple atracción, un deseo de posesión.
De ahí la necesidad de restituir a esa palabra tan maltratada su profundidad y misterio. De hecho, todos deseamos amar y ser amados. El sentido de la vida es el amor y sin amor la vida no tiene sentido. El amor es fuente de alegría y de vida. Nunca pesa más un corazón que cuando está vacío. Si tantas personas siguen siendo tan mediocres, se debe a que nunca fueron amadas con un amor tierno y exigente. Y detrás de cada asesino, abusador, o cualquier promotor de la injusticia y la violencia se encuentran seres escasos de amor, que no fueron amados lo suficiente o fueron amados mal: de ahí que su ser más profundo se encuentra dañado y enfermo. Por ello, si bien hoy se habla mucho de “hacer el amor”, se ignora que la cosa es más bien, al revés: “el amor nos hace, nos constituye en auténticas personas”. Sin amor no se puede existir plenamente, alcanzar la felicidad. Desgraciadamente, la cultura contemporánea nos promete la felicidad por el camino del placer (sentir más), el camino del éxito social y profesional (aparecer o triunfar más), y sobre todo el camino del dinero (tener más, para comprar más), pero no por el camino del amor (ser más).
Pero si afirmamos que el amor no es un mero gustar, no es un deseo de posesión, ¿qué es entonces el amor? Intentaremos responder esta pregunta con la definición de Aristóteles en su Retórica: Amar es querer el bien para el otro en cuanto otro.
El amor es un acto de la voluntad. Implica decisión, elección, mucho coraje y capacidad de entrega y sacrificio para mantenerse firmes en esa decisión. Un amor sin voluntad es un amor inmaduro, frívolo, superficial, trivial, un mero sentimiento que va y viene según soplen los vientos. El amor funciona si lo hacemos funcionar. Hay que cultivar el amor, como se cultiva una planta: abonarlo, regarlo, evitar todo lo que pueda dañarlo, prevenir plagas, tormentas y sequías, analizarse permanentemente para descubrir qué actitudes o conductas dañan, empobrecen al amor y qué otras lo robustecen. Como todo lo que está vivo, o crece o muere. El amor vence a la muerte, pero la rutina y el descuido vencen al amor. De ahí la necesidad de alimentarlo todos los días con pequeños detalles, con gestos, con sonrisas, con atenciones, con palabras… Si está vivo, crece, pero si no se lo alimenta, languidece y muere. El fracaso de tantos matrimonios se debió a que, por dejar de alimentar el amor, lo dejaron morir de hambre.
Por confundir al amor con la mera atracción, el gustar o el deseo de posesión, muchas personas se enamoran y desenamoran con una gran facilidad, pero nunca alcanzan el amor .Amar a una persona significa preocuparse y ocuparse por su bienestar, por su realización, por su felicidad. Quien ama quiere lo mejor para la persona que ama. ¿Cómo puede decirte alguien “te amo” y después maltratarte, engañarte, abusar de ti, humillarte y faltarte al respeto?
Por: Antonio Pérez Esclarín ([email protected])
@pesclarin www.antonioperezesclarin.com