Ya viene la Semana Santa, días en los cuales los cristianos recordamos el camino de la cruz, la muerte y la resurrección de Jesús. También la escuela venezolana tiene sus propias cruces, algunas tan pesadas   que hay centros educativos en peligro de morir. Afortunadamente, existen cirineos, esos que ayudan a cargar cruces e, igualmente, percibimos signos de resurrección. Me adelanto a la Semana Santa para ayudar a los educadores a reflexionar sobre sus cruces y los signos de vida que observo.

Primera estación: No hubo clase en la escuela, no hay agua ni en la sede ni en la comunidad. Sin electricidad podemos arreglarnos para dar clases, pero sin agua, no. ¡Y menos cuando tampoco hay en la comunidad! La falta de agua es una de las principales causas de suspensión de clases y de inasistencia escolar.

Segunda  estación: William, el compañerito de Preescolar, desde hace días no asiste a clases. Parece que la familia no tiene para los pasajes ni para el desayuno. En ocasiones, después de unas semanas, los estudiantes no regresan. Es muy triste ver pupitres vacíos. Esta es una cruz muy pesada, es decir, el abandono escolar, situación muy frecuente más en el bachillerato y en Educación Inicial. ¡Casi la mitad de los niños entre 3 y 5 años están fuera de las aulas!

Tercera estación: Esta semana tampoco hubo Programa de Alimentación Escolar. Con hambre no se aprende y hay muchos niños que no están comiendo en sus casas. Esta cruz no depende de la escuela, pero sí de las autoridades. ¡Ojalá el derecho a la alimentación se garantizara y no existiera esta pesada cruz!

Cuarta estación: Valentina, de 6.º grado, casi no sabe leer ni escribir bien. Así están promoviendo a muchos alumnos de Primaria sin la competencia de la comprensión lectora, lo que debería adquirirse en los primeros grados. Sin ella, ¿cómo se aprende? La mala calidad de la educación es una cruz pesada.

Quinta estación: Siguen sin profesores de Inglés y de Matemáticas en el bachillerato, esto solo por  mencionar dos de las materias más críticas.  Los bachilleres de los colegios públicos están saliendo muy mal, lo cual supone muchos problemas para los que logran entrar en la universidad. Cruces que se arrastran, pues.

Sexta estación: Vanessa, de segundo grado, está muy triste.  Sus papás se fueron a Colombia y ella se quedó con su abuela, que es buena gente, pero no es lo mismo. Hay muchos “niños dejados atrás”, no son abandonados, pero no es fácil que ellos entiendan esa situación que tanto les afecta y requieren de más atención por parte de la escuela.

Séptima estación: La maestra de 5to grado tampoco vino a trabajar, parece que renunció. Los bajísimos salarios de los maestros de la educación pública y la subsidiada, además de las malas condiciones de trabajo han generado la perdida de muchos docentes, ¡nos estamos quedando sin educadores!  Los jóvenes no quieren estudiar Educación: es una profesión sin atractivo, aun cuando haya vocación. Sin maestros no hay escuela.

 Octava estación. Ha crecido la violencia intrafamiliar e igualmente la escolar. Llegan niños y niñas tristes, a veces golpeadas. Los padres están súper angustiados por la situación y muchas veces manejan mal sus angustias. Ellos necesitan herramientas para enfrentar estas situaciones.

Novena estación: Volvieron a robar la escuela, se llevaron las computadoras de la sala de telemática. ¿Cómo se podrán adquirir otras si no hay dinero ni para un ventilador?

Décima estación: Roger, de tercer año, dicen que lo reclutó una pandilla del barrio. Si bien asiste a clases, pero está muy cambiado. Los entornos violentos afectan a los NNA. Hay que trabajar en prevención y en herramientas para que los adolescentes tengan sus  proyectos de vida y aprendan a tomar decisiones acertadas. La cruz de la violencia organizada pesa mucho.

Añada usted las cruces, mayores o menores, que conozca. ¿Quién dijo que todo está perdido? Hay cirineos, esas personas y organizaciones que ayudan a cargar las cruces, por ejemplo, como esas madres que cooperan con las maestras o esas escuelas que hacen red con parroquias católicas (como en La Vega-Caracas) o esas maestras jubiladas o activas que ofrecen tareas dirigidas para refuerzo escolar (en Petare hay muchas). Por otro lado, las iniciativas formativas para actualizar docentes como las ofertadas por CECODAP (quienes, de igual forma, brindan  capacitación a los adolescentes para su participación ciudadana), o los foros chats que ofrece el Centro de Formación e Investigación Padre Joaquín de Fe y Alegría, o las actividades de actualización de la AVEC en formación.

Hay signos de resurrección como esas organizaciones juveniles que forman líderes, acompañan y proponen (por ejemplo, Huellas); esos programas como Madres Promotoras de Paz de Fe y Alegría, para brindar  herramientas que eviten situaciones de violencia y agresión (en la actualidad se está relazando lentamente por la carencia de recursos); son signos de resurrección. ¿Qué decir del cariño que ponen las maestras para hacer de las escuelas espacios amigables, a pesar de los malos salarios?). Son luces esas iniciativas de alianzas por la educación promovidas por CERPE, UCAB, Fe y Alegría, entre otras instituciones.  Ayuda mucho la resurrección del interés de los comunicadores sociales en cuanto al tema educativo, que ponen en la palestra pública no solo los problemas sino también propuestas para este ámbito.

La educación venezolana realmente está en emergencia. Son muchas las cruces que arrastra, pero todos podemos convertirnos en cirineos o signos de resurrección. Debemos hacerlo por el bien del país, por el presente y el futuro de nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes.

Luisa Pernalete