Laudato si´, mi Signore. Alabado seas, mi Señor, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia” (LS 1). Así comienza la hermosa encíclica del papa Francisco, el Laudato si´ (LS), que cumplió 10 años de publicada, el pasado mes de mayo.

“Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes de Dios ha puesto en ella” (LS 2), sigue el texto del recién fallecido Papa.

Toda la encíclica es sabia, hermosa y consideramos que urge leerla y seguir las recomendaciones que propone. Creemos que es una encíclica para creyentes y no creyentes. Ojalá los gobernantes del mundo también la leyeran, pues las consecuencias de ese maltrato a la hermana naturaleza las estamos sufriendo todos, especialmente los más vulnerables.

La lectura del texto es muy interesante. “El desafío de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar” (LS 13).  

La encíclica consta de 6 capítulos, todos importantes y complementarios.

El capítulo 1 describe lo que le está pasando a nuestra Casa Común: la contaminación, basura y cultura del descarte; el clima como bien común (muy buena y creativa explicación); la cuestión del agua (súper interesante para los venezolanos); la pérdida de la biodiversidad; el deterioro de la calidad de vida humana; la inequidad planetaria (no en todas partes se sufre igual y unos países son más responsables que otros); la debilidad de las reacciones; la diversidad de opiniones.  Este capítulo expone el contexto y la urgencia de ese llamado a cuidar este planeta, el único que tenemos.

El capítulo 2 nos da la base, digamos que el Evangelio nos da, la luz que la fe nos permite promover esta hermandad con la naturaleza, el mensaje de la armonía que cada criatura nos ofrece de todo lo creado, la necesidad de la comunión universal; el destino común de los bienes… Este capítulo nos da la comprensión cristiana de la realidad.

En el capítulo 3 se aborda la raíz humana de la crisis ecológica. Súper interesante y nos interpela bastante. Habla de la tecnología y cómo su abuso está afectando la creación; la crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno.

El capítulo 4 trata de la ecología integral. Explica que no se trata sólo de ver la parte científica de la ecología (que es importante, pero, insuficiente): hay que tocar la ecología ambiental, la económica y la social; la ecología de la vida cotidiana.  Es decir, la coherencia pues, lo transversal de la ecología, la ecología cultural…

Por su parte en el capítulo 5 se plasman algunas líneas de orientación y acción. ¡Y el Papa reparte para todos! Comienza con la necesidad de diálogo sobre el medio ambiente en la política internacional (hay que procurar soluciones desde una perspectiva global),  reconoce la existencia de experiencias positivas, aunque aún insuficientes; el diálogo hacia nuevas políticas nacionales y locales (dentro de los países también hay que identificar responsabilidades) y no solo hay que evitar malas prácticas sino también estimular las buenas y la creatividad (LS 177);  crear un diálogo y transparencia en los procesos de decisión; política y economía en diálogo para el servicio de la vida (LS 189). Laudato sí posee muchos insumos para que los ciudadanos comunes exijamos a los gobernantes.}

El capítulo 6 está dedicado a la educación y espiritualidad ecológica. Es lindo y muy útil. Y, si tenemos la dicha de contar con lectores educadores, ¡pues que podemos decir! este apartado es todo para nosotros. “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar (…) Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (LS 202). El capítulo trata, entre otras cosas, de “apostar por otro estilo de vida”; educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente; la “conversión ecológica”. Menciona ejemplos a seguir; gozo y paz (no se trata simplemente de angustiarnos); amor civil y político; es la necesidad de una “fraternidad universal”. Signos sacramentales y descanso celebrativo.

Finalmente, Francisco añade “después de esta prolongada reflexión, gozosa y dramática a la vez, dos hermosas oraciones.

Creo que, en todas las parroquias, en todos los centros educativos, tendríamos que dar a conocer esta hermosa y útil Encíclica. Ojalá también los que tienen poder de decisión la leyeran, al igual que los comunicadores sociales, los “influencer” y la difundieran.

Muchos ciudadanos en el mundo están sufriendo los efectos de ese maltrato al planeta. Todos debemos y podemos hacer algo para cuidar nuestra Casa Común.

   

Luisa Pernalete