“Algunos sueños: escuelas bien equipadas y llenas de niños, todos ellos felices; que tengan una educación de calidad; ambientes escolares seguros y fraternos; que los educadores podamos despertar la curiosidad en los estudiantes; maestros valorados y bien remunerados…”

   Lo anterior me lo escribió Juliet, de Fe y Alegría-Ciudad Bolívar, cuando le pregunté qué soñaba para el nuevo periodo escolar. Yo comparto esos sueños y me atreví a preguntarles lo mismo a varios educadores de esos que perseveran en las aulas a pesar de las dificultades y los bajos salarios. Les comparto otras respuestas.

    Elicet, directora de una escuela de Fe y Alegría en Caracas, nos contestó que “en este inicio de año escolar soñamos con una escuela fortalecida con la familia, con una visión conjunta que nos permita crecer y avanzar para lograr el proyecto que nos enamora como colegio de Fe y Alegría”. Nos comentó que el lunes tendrán convivencia en un hermoso parque de la capital para hablar sobre eso, con una charla motivacional y ver la asignación de grados. ¡Buen comienzo!

    María Gabriela, maestra de Primaria, sueña con menos papeles, menos trabajo administrativo y más tiempo para crear, inventar. ¡Excelente sueño!

    Rafael, director de un colegio de Fe y Alegría en Antemano (Caracas), donde solo hay bachillerato, sueña con empezar clases sin renuncias en el personal docente, tener completa la nómina, que ninguna materia quede acéfala, porque actualmente cuesta mucho conseguir profesores.

     Belkis, directora de una escuela de Fe y Alegría en Nueva Esparta, en una comunidad muy pobre, sueña con tener el personal completo (como ven, este es un sueño compartido) y con las aulas llenas, que todos vuelvan.

    Stephany, directora de la escuela de Fe y Alegría en Guiria, sueña que todos los alumnos vuelvan la próxima semana, incluyendo a todas sus maestras (que la docente que tiene un problema de salud pueda superarlo); incluso sueña poder ofertar, algún día no muy lejano, el nivel que tenga bachillerato.

     Yolimar, la directora de una escuela de Fe y Alegría en la zona oeste de Barquisimeto, nos dijo: “Que cada uno de los que somos profesionales de la educación podamos disfrutar de lo que hacemos con amor y vocación. Disfrutar de cada sonrisa de nuestros niños, niñas y adolescentes, disfrutar de cada abrazo lleno de inocencia y cariño de esos NNA que llegan a nuestros espacios a nutrirse de conocimientos, disfrutar de esas familias que día a día siguen apostando por una educación de calidad, que podamos transformar la sociedad, disfrutar de un espacio digno para que sigamos sembrando esperanzas. Sueño con que seamos docentes que podamos transformar vidas y sembrar esperanzas con valores que humanicen las realidades. Y sí, sabemos que no todo es color de rosa, pero sueño que nuestras aulas se llenen de alegría y de vivencias que dejarán huella en todos los actores educativos”.

    Y podríamos seguir con los sueños de otros, pero quisiéramos añadir los nuestros, aunque algunos sean repetidos.

    Soñamos con calles con muchos papás llevando de la mano a sus hijos pequeños a la escuela, sobre todo los de Educación Inicial, pues recordemos que, según ENCOVI, esa encuesta que la UCAB realiza desde hace varios años, casi la mitad de los pequeñines entre 3 y 5 años están fuera de las aulas y esa etapa es superimportante.

    Seguimos soñando con las aulas llenas y con flexibilidad en cuanto a los requisitos para reinscripciones y para los útiles. Un cuaderno y un lápiz son suficientes para comenzar.    

    Soñamos con tener los docentes necesarios para atender a todos los grados y materias, que se pueda atender a todos los estudiantes. Este es un sueño de todos los directores.

     También soñamos con educadores reinventándose para educar sin aburrir, trabajar en equipo, actualizados, capaces de acompañar a los estudiantes, que practiquen la equidad y den más atención a los que más la necesitan, como los “niños dejados atrás”, esos que no son abandonados, pero cuyos padres se han ido a las minas del sur o a otros países buscando nuevos horizontes.

       Soñamos con salarios decentes para los docentes, que el artículo 91 de la CRBV se cumpla, se respete. Recordemos que “todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y para su familia las necesidades básicas, materiales, sociales e intelectuales”.   Sin maestro no hay escuela, no hay educación posible, ni presencial ni a distancia. Con docentes bien pagados sería posible animar a bachilleres a estudiar Educación.

    De igual manera, sueño que en todas las escuelas los padres y representantes se incluyan en el proyecto educativo, estén del mismo lado de la cancha, existan planes de formación para ellos.

    Soñamos que programas tales como Leo, juego y aprendo, ese extraordinario programa impulsado por la UNIMET que atiende a unos 330 centros educativos en 19 estados, brindando herramientas a maestros, madres y niños de Educación Inicial, además de los de 1.er y 2.º grado, pudieran ser ampliados a todos los centros donde haya Educación Inicial. ¡Está comprobado que sí funciona!

    Es un sueño para nosotros que en todas las escuelas existan 3 ejes transversales: Educación para la paz y convivencia pacífica, educación para la ciudadanía y educación ambiental. Para ello los educadores necesitan actualizarse, tener herramientas.

    Soñamos que la calidad de la educación venezolana no siga siendo una “materia pendiente”, no solo porque lo señala el artículo 103 de la Constitución (la educación integral y de calidad es un derecho), sino porque se necesita una verdadera educación de calidad para que tenga sentido y transforme realmente a la sociedad para que sea más humana, fraterna, productiva.

    También soñamos que esa alianza por la educación (que ya existe con 3 universidades, un centro de investigaciones educativas, 11 ONGs, entre ellas Fe y Alegría, y más de 20 empresas participando) se siga ampliando, pues sin una educación de calidad no hay ni presente ni futuro para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes; además, ningún país sale de una crisis sin educación. Soñamos que iniciativas como la del Obispo de Carora, Monseñor Curiel, que ha impulsado en su Diócesis el Pacto Global por la Educación, planteado por el papa Francisco, se renueven y se extiendan. Necesitamos la gran alianza/ para educar y dar esperanza// Que vengan los empresarios/ también universidades/ líderes y periodistas/ y también autoridades.

    En fin, recordemos que los sueños nos motivan a caminar, nos dan horizontes. No podemos sentarnos a esperar que otros arreglen las cosas. Los educadores necesitamos 4 P: pasión, plan, paciencia y perseverancia. Los sueños nos ayudan. Hágalo usted también y compártalos.

   

 

 

 

 

 

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