El bien común, como debe ser, es el bien de todos  y no depende únicamente de los “otros”, también depende de nosotros. La corresponsabilidad y la coherencia en estos tiempos de cuarentena prolongada deben tener  el mismo peso. Sobre eso escribo.

Si la vecina de su apartamento no sigue las normas del edificio  y, en vez de poner su basura en el lugar asignado en planta baja, opta por dejarla en el pasillo, las ratas y las cucarachas no harán preguntas y terminarán en su cocina, sin discriminar si la basura es suya o de ella. Para las dos sería mejor que la señora cumpliera con las normas.

Si un chófer, a exceso de velocidad, se “traga” el semáforo en rojo, puede provocar un accidente en el cual perderán el que choca y el chocado.  Nadie gana en los choques, todos pierden y se puede perder no sólo el vehículo, sino también la vida. Respetar las normas de tránsito nos favorece a todos.

El bien común no se construye en solitario.  La ciudadanía no es una dimensión ni en la selva -en donde impera la ley de la selva, la del más fuerte – ni es para vivirla individualmente, aunque se requiera de la conciencia ciudadana, que es personal.

El “Sálvese quien pueda” es una tentación que podemos tener ante esta situación de Emergencia Humanitaria Compleja (EHC) que se vive en Venezuela, dado que están afectados todos los aspectos de nuestra sociedad, si bien hay sectores de la población más vulnerables que otros, ya quedan pocas burbujas sin afectación. 

Recordemos  que los derechos humanos son interdependientes.  Si usted no tiene electricidad -un servicio público- no podrá tener acceso a la radio o a la televisión o al internet para informarse; si no tiene trabajo, no tendrá ingresos para comprar alimentos (bueno, y si tiene salario mínimo,  salario de docente o enfermera, tampoco);  si tiene trabajo, pero no tiene carro propio y no hay transporte púbico, no podrá ir a su trabajo. Entonces, en nuestro país, con prácticamente todos los derechos humanos vulnerados, habrá quien pueda pensar que lo mejor es olvidarse del otro y “salvarse” solo. Pues, déjeme decirle, que esa salida no es la adecuada, dado que a la larga, todos seguiremos afectados.

El bien común, objetivo de la ciudadanía, requiere de dos elementos indispensables:  la corresponsabilidad y la coherencia. Corresponsabilidad porque yo tengo derechos y deberes. Tengo derecho a ser respetada, pero tengo el deber de respetar al otro, y si alguien me irrespeta (me insulta, me grita o se me colea en la fila para pagar en la farmacia)  no puedo responder igual, porque agravo la situación.  Recuerden que la violencia siempre trae más violencia y lo que quiero ganar es respeto. Así que yo exijo mis derechos, pero cumplo con mis deberes.  Eso, de paso, me da autoridad para mis exigencias.  

Quiero insistir en la coherencia, porque, al igual que la corresponsabilidad, me da autoridad, además  genera confianza y modela al otro. Esto se lo digo sobre todo a los que tienen hijos, nietos, alumnos o compañeros de trabajo.  ¿Le dice a sus hijos que les hablen suave a sus hermanitos? Pues hábleles igualmente suave usted y evite el grito. Sea coherente.  ¿Es de los que dice que hay que ser puntual? Pues sea puntual también.

En estos tiempos de cuarentena, la corresponsabilidad y la coherencia, pensar en el bien común, es pensar en nuestra salud. El otro día en una panadería noté que la joven cajera tenía mal puesta su mascarilla y se lo hice notar.  No le gustó mucho, pero le añadí que era por ella y por mí, entonces se la acomodó. Mantener el distanciamiento social protege a ambos. No hablar cuando hay varias personas en un lugar cerrado es por el bien de todos los que están en ese lugar.  Pensar en el “Bien común” es pensar en nuestro bien, eso es “egoísmo legítimo”.

Las buenas acciones funcionan como ondas expansivas, se contagian. Como bien lo dice David Hamilton (2020), la amabilidad se contagia y la bondad también.  Según ese autor, cuando hay una buena obra, se beneficia el que la recibe, el que la hace y el que la observa, y puede generar imitación.

Ya sé que usted no es ministro de nada, no le corresponde administrar bienes públicos ni diseña políticas públicas, pero tiene gente a su alrededor.  Claro que las autoridades tienen más responsabilidad que usted y que todos, pero usted tiene familia, vecinos, compañeros, cuando va en la calle consigue otros transeúntes o tal vez otros conductores, entonces también puede trabajar por el “Bien común”. No desperdicie esa posibilidad, por su propio bien.

Referencias bibliográficas

Hamilton, David. (2020). Los 5 beneficios de ser amable. 1ra edición. México. Editorial Diana.