
Es sabido que, en las edades de 3 a 5 años, los niños aprenden como esponjas. Es una edad ideal para aprender, es cuando se ponen las bases de muchos elementos que luego servirán para seguir aprendiendo. Por eso en países del primer mundo, en los cuales la educación tiene mucha importancia, la Educación Inicial se protege, se invierte en ella, se procura que nadie quede por fuera.
Consciente de lo anterior, la información presentada el pasado 29 de septiembre de los datos obtenidos a través de la ENCOVI, esa encuesta liderada por la UCAB que se realiza desde el 2014, tienen que ponernos a pensar, tienen que preocuparnos y ocuparnos. Dicha encuesta se aplicó en 17 mil hogares y sus resultados tienen que ponernos a correr para evitar daños mayores, aunque parezca que esto no lo interpretan así los que toman decisiones en Venezuela.
En la introducción al acto el rector de la UCAB, el padre José Virtuoso, apuntó que ni el Estado ni los sectores políticos les prestan mucha atención a los resultados de la ENCOVI. Los educadores y la sociedad organizada si debemos prestar atención, porque son como una alerta roja. Me detengo en algunos de esos datos preocupantes.
En general, la situación de la mayoría de los venezolanos ha empeorado: la pobreza de ingresos se ubica en un 94,5% y la pobreza extrema, esa que supone que la familia es incapaz de comprar los alimentos básicos, subió a 76,6%. Si recordamos que los derechos humanos son interdependientes, esta situación influirá en la salud y en la educación, por mencionar dos derechos fundamentales.
La ENCOVI habla de la pobreza multidimensional, es aquella que afecta el acceso a servicios básicos, a la vivienda, la educación… Esa ha crecido también. Todo eso en coherencia digo yo, con nuestra Emergencia Humanitaria Compleja.
Ha caído el empleo formal, mientras aumentó el empleo precario: el 57% trabaja en condiciones precarias. El ciudadano, dado los bajos salarios, no tiene estímulo para trabajar y yo me permito añadir que esto más las pocas ofertas de empleo donde los estudios formales son considerados para la remuneración, se vuelve un desestimulo para la educación. Como anécdota, en colegios de Fe y Alegría en la frontera, hay alumnos que comerciando con gasolina, con pimpinas, en un día pueden ganar lo que sus profesores ganan mensualmente dando clases. ¡Y así se lo dicen a estos! Igualmente sé de profesores universitarios con postgrado pasando hambre.
En cuanto a la educación, los datos de la ENCOVI nos dicen que ha crecido la inequidad. Cuando revisamos cuáles son las etapas donde ha bajado más la inscripción, la Educación Inicial (3 a 5 años) y la educación universitaria (18 a 24 años), son las más afectadas por esa reducción de alumnos. La cobertura educativa ha bajado en 5 puntos, ¡son 550 mil alumnos menos inscritos en el 2021! ¡Mucho muchacho por fuera! Y les digo, cuando un chico no cursa Educación Inicial, se hace cuesta arriba que pueda con el 1er grado, a menos que tenga ayuda extra, refuerzo para iniciarse en la lectura y en el pensamiento lógico, aparte de los hábitos que se adquieren en esta etapa.
Reportan los datos también movilidad de la educación privada a la pública y, dadas las debilidades de esta, podemos entender que los investigadores de la ENCOVI hablen de chicos en el limbo.
Según la encuesta sólo el 35% de los estudiantes utilizó plataformas on line por la falta de equipos y la mala conectividad; un 45% utilizó materiales escritos, pero dado que estos son costosos, se apeló a carteleras en las puertas de las escuelas, copias en los cuadernos… Un dato interesante es que muy pocos estudiantes se apoyaron en clases por televisión y radio. ¿Y no era ese el proyecto estrella del MPPE, la televisión educativa? Un 59% utilizó celulares inteligentes para sus clases a distancia.
Por otra parte, el 78% de los encuestados señalaron que las madres fueron las acompañantes de los estudiantes en los hogares. ¿Dónde están los planes de apoyo para formar a esas madres para cumplir con ese papel?
La principal necesidad para la educación a distancia que apuntó el 62% de los encuestados es la necesidad de internet y equipos; de igual forma señalan la necesidad de mejor orientación para las exigencias de las tareas. Esto es un llamado de atención para los educadores.
El PAE, el Programa de Alimentación Escolar, sale muy mal parado. Sólo un 19% de la población infantil contó con el programa y, de ese porcentaje, únicamente el 14% lo recibió diariamente. Si recordamos cuánto ha crecido la pobreza extrema, comprenderemos que hay mucho escolar pasando hambre. La letra con hambre no entra.
Volviendo a la cobertura, no es igual el acceso de los más pobres y el de los menos pobres o los no pobres. En las edades entre 3 a 5 años, los no pobres estudian un 74%, un 66% los pobres y solo un 58% los de familia de pobreza extrema. En la etapa de la Primaria los porcentajes son de 99%, 96% y 95% respectivamente, está menos desigual la cobertura; en el bachillerato, los porcentajes son 90, 88 y 83; mientras a nivel universitario son 40%, 23% y 15%. Digan ustedes si esta educación no está reproduciendo el círculo de la pobreza. Claro que la refuerza: los más pobre estudian menos.
Ni usted ni yo administramos recursos públicos. Tampoco somos ministros, pero algo podemos hacer para llamar la atención sobre esta educación en emergencia: exigir mejores políticas públicas para garantizar el derecho a la educación a todos, especialmente a la población más vulnerable.
También podemos apadrinar a niños, sobre todo en edad de Educación Inicial, para que puedan tener su inscripción, su lápiz y cuaderno, su merienda… Conozco gente que está haciendo cosas parecidas. Un muchacho menos por fuera, es una víctima menos. Sin dejar de exigir al Estado que cumpla con sus obligaciones. Lo que no debemos hacer es sentarnos a esperar que el maná venga del cielo. Niños sin educación son niños sin presente y sin futuro. Jóvenes fuera de las universidades es una hipoteca de su presente y del futuro del país.
Agradecemos a la UCAB estos datos de la ENCOVI porque nos abren los ojos y nos ayudan a concentrar nuestros esfuerzos como ciudadanos interesados en el bien común.
Luisa Pernalete