“Yo tengo la vocación docente en mi ADN por eso, a pesar de los bajos salarios, ¡me mantengo!”, me comentó Edward, Lic. en Educación, mención Lengua, con postgrado, quien desde hace dos años ejerce como subdirector de un colegio de Fe y Alegría al oeste de Barquisimeto. En realidad, él mismo se subsidia para seguir trabajando en Educación: en la mañana va al colegio donde, además de su labor como directivo, atiende alumnos de bachillerato, debido a las renuncias de docentes en ese nivel educativo y “los chicos no se pueden quedar sin atender”, según dijo. Por las tardes va a una pizzería, donde comenzó como ayudante de cocina y ahora es subgerente. Con ese “complemento” ha podido seguir en las aulas: subsidiando al Ministerio. ¿No es cómo para darle un premio? ¡Gracias, Edward!

Como él hay muchos y no sólo en Fe y Alegría; comparto esas historias, de mi “familia grande”, porque son las que más conozco. En el Día del Educador, lo mínimo que podemos hacer es reconocer ese trabajo y dar las gracias públicamente.

Valga la oportunidad para recordar que el Día del Educador, que se celebra el 15 de enero, tuvo su origen en 1932 cuando se fundó en Caracas la Sociedad de Maestros de Instrucción Primaria con la finalidad de luchar por la dignificación y derechos de los educadores. Es en 1945 cuando el presidente Medina Angarita decretó que se celebrara en esa fecha el Día del Maestro como un homenaje permanente a los educadores venezolanos.

Hoy dada la situación de Emergencia Humanitaria Compleja que vive el país desde varios años y dados los salarios de los docentes que están muy lejos de garantizar el artículo 91 de la CRBV según el cual “todo trabajador o trabajadoras deberá ganar un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales…”, ustedes deben saber que los educadores venezolanos ganan los salarios más bajos de toda América Latina, por debajo de lo que ganan en Haití y Cuba. Un par de datos: un docente I, de esos que tienen entre 1 y 5 años de servicio, gana con todos los bonos y primas unos 10$ mensuales; mientras un docente VI, el más alto del escalafón, con todos los bonos y primas, gana unos 22$ mensuales; un directivo puede llegar a 26 o 27$ ¡con todas las responsabilidades que tiene! Hay que recordar esto porque precisamente uno admira y reconoce más a los que perseveran, a los que subsidian su vocación y eso lo hacen por sus estudiantes.

Entre algunos de los casos que voy a compartir está el del profesor Robinson, del Colegio “San José Obrero” de Fe y Alegría en Antímano. Es profesor del área de Máquinas y herramientas; tiene 4 años en el plantel. Ha estado muy enfermo y afectado por la ida de uno de sus hijos; también sus hermanos, económicamente, tienen una situación difícil, sin embargo, sigue en el colegio. Es muy cercano a los estudiantes. Le aprecian mucho. ¡Gracias, Robinson!

Vamos ahora a los Andes. Maribel es orientadora de la Escuela Técnica “José Vidal Chacón”, de San Joaquín de Tabay. Comenta que nunca se imaginó que su trabajo en la escuela le iba a dar tantas satisfacciones y plantearle tantos retos a nivel profesional y personal. Maribel cuenta que uno de dichos retos ha sido acompañar a una alumna adolescente, a quien le diagnosticaron una enfermedad crónica que le cambiará la vida. ¡De eso también se preocupan nuestros educadores! Retos y más retos, además de paso agradecen la oportunidad de hacer el bien. Ya se sabe que el salario no compensa la dedicación. ¡Gracias, Maribel!

Ahora les comparto un par de historias de la escuela “María Luisa Tubores”, de Fe y Alegría en Nueva Esparta, ubicada en una comunidad muy pobre, pero con unos maestros extraordinarios. Luzmary es la maestra de 2do grado. “No sé de dónde saca tiempo para cumplir con todo -cuenta Belkis, la directora- y lo más importante es que todo lo que hace siempre lo acompaña con alegría, jamás tiene mala cara. Cumple con todas sus obligaciones en la escuela y siempre a tiempo; cuando llega a su casa ayuda a otros niños con sus tareas; los fines de semana vende dulces margariteños con su esposo, va por las calles vendiendo conservas, majarete… Siempre busca como ayudar a otros. En diciembre nos ayudó con las hallacas… ¡Es increíble!” me dice y prosigue Belkis: “Está también Eira, es la maestra de 6to grado, no vive en Juan Griego (donde está la escuela), vive en Porlamar, muy lejos de la escuela. Todos los días sale de su casa a las 4.30 am. Debe tomar 2 buses. Antes de llegar al colegio debe dejar a sus hijos en casa de su mamá, para que esta los lleve al colegio, y el más pequeño, quien es un bebé todavía, en casa de su suegra. ¡Jamás llega tarde a la escuela y siempre sonriendo!” ¡Gracias, Luzmary y Eira!

Y no quiero terminar estas líneas sin recordar a esas “maestras emergentes”, mujeres que, ante las renuncias de otros docentes, han aceptado el reto de asumir un aula. Como es el caso de María Gabriela. Hace 6 años le invitaron a hacer el curso de Madre Promotora de Paz (MPP) y quedó enganchada con la escuela, cooperando con las maestras, “ahijando” niños, compañeros de sus hijos en ese colegio de Casalta 2, en Pro Patria. Hace tres años le pidieron que asumiera un aula; ella daba clases dirigidas en su casa y, con la formación de MPP, tenía un adecuado manejo de grupo. Aceptó la propuesta y al año siguiente comenzó a estudiar Educación y se inscribió el Instituto Universitario Jesús Obrero de Fe y Alegría en Catia; ya va por el III semestre. ¡Está feliz de educar! El año pasado le dieron 6to grado y ahora está en los “Espacios amigables”, que es una especie de área complementaria para alumnos de diversos grados. “Hemos trabajo el tema de la violencia de género, habilidades para la vida, administración de las emociones…”. O sea, promoviendo la convivencia pacífica en la escuela y en la comunidad. ¡Tendrían que escuchar el entusiasmo con el cual habla de su tarea! ¡Muchas gracias, María Gabriela!

Y así podríamos seguir. María Auxiliadora, por ejemplo, con más de 20 años de servicio en el colegio “San Ignacio” de Fe y Alegría de Maracaibo. Su hija, abogada y con un buen trabajo, le ha dicho que deje la escuela, donde gana tan poco, pues con su sueldo la puede mantener, pero ella dice que los niños la necesitan. O Matías, ingeniero agrónomo que dejó, en 1966, un trabajo en el área de producción para ser instructor de campo en la escuela agropecuaria de El Nula, en la frontera ¡y ahí sigue! ¡Gracias. María Auxiliadora! ¡Gracias, Matías! ¿No creen ustedes que es como decir Gracias con mayúscula? ¿No creen que es una obligación de la sociedad exigir al gobierno salarios decentes para los educadores? Mientras tanto, agradezca usted a los educadores que tengan algo que ver con sus hijos o nietos.