
Les digo algo: es mejor comer flores que comer candela. Si usted come flores, repartirá flores; si usted come candela, repartirá candela, resentimiento, descalificaciones, insultos… ¿Qué prefiere? ¿Qué será más saludable?
Empiezo por preguntarme qué flores veo en los demás, en los cercanos y no tan lejanos y, siempre con cable en tierra, veo muchas flores en mi camino.
Ayer, por ejemplo, me pasé todo el día en cola para “echar” gasolina. Mis “vecinos de cola” fueron amables conmigo. ¡La única mujer en varias cuadras en esa interminable espera! Fui a la farmacia y a la panadería mientras ellos cuidaban mi carro. Al menos ahí, no vi gente tratando de colearse.
Cuando en la tardecita pude ver los mensajes de WhatsApp, supe de personas ayudando a otras mediante sus contactos para poder solventar problemas de salud. Recordé que hace unos días una compañera de trabajo pidió colaboración para un familiar que necesitaba una andadera, le di el contacto de una organización y a los 5 días tenía su andadera. La familia agradeció el gesto y resolvió.
Veo muchas flores en esas ONGs que trabajan por los demás, sin esperar recompensas, sin conocer a los beneficiarios, a pesar del riesgo que hoy significa en este país ayudar a los demás; recuerden a los que han sido detenidos y los que siguen detenidos injustamente como los de Fundaredes. Pese a esto, ellas siguen actuando, haciendo el bien. ¡Y eché flores a muchas ONGs que conozco!
En esas 9 horas de cola recordé el caso de una maestra jubilada, pero con teletrabajo, que consiguió enviar a Colombia un medicamento que allá es muy costoso, mientras aquí es de precio “decente”, más barato que en el vecino país. Como por milagro halló a una persona que esta semana viaja a Bogotá, quien se ofreció para llevar el medicamento a una madre muy urgida que vive allá. ¡Cuántas flores a la maestra y a esa persona solidaria que hará de correo humano!
Igualmente recordé el caso reciente de una conocida que pidió una ayuda para una madre con problemas de salud, le dieron el número telefónico de alguien solidario y, sin hablar mucho, esa persona le transfirió lo necesario para la emergencia. Venezolanas las dos, la que se movió a favor de la enferma y la que dio el dinero. ¡Cuántas flores en jardines venezolanos!
Cada vez que pienso en los docentes que conozco, mal pagados, subsidiando su trabajo en las escuelas trabajando en su otro turno en una labor distinta para conseguir más recursos y no abandonar a sus alumnos, veo jardines con muchas flores en los centros educativos. Igual sucede cuando repaso las acciones de grupos, como el de Foro Cívico, que insisten en ser puentes, en buscar salidas pacíficas a nuestros grandes problemas, a pesar de los que no creen sino en salidas violentas.
Aunque me digan “comeflor” soy de las que ve una lucecita en esa mesa de conversaciones iniciadas en México. Ya se sabe que para los grandes problemas y situaciones tan complejas como la venezolana, donde no hay ninguna dimensión de nuestras vidas que no esté llena de obstáculos, creo que sentarse con estos y con los otros es la salida, con esos mismos puntos y otros más. Recuerdo siempre a El Salvador, un país del tamaño del estado Miranda, una guerra civil con dos ejércitos bien armados, más de 100 mil muertos y tuvieron que sentarse… Aunque me digan “comeflor” no veo traidores en todo el mundo; creo que, aunque no sea de buena gana, hay actores que quieren salidas pacíficas y aunque hayan cometido errores, reconocidos públicamente o no, han renunciado a comodidades, se han arriesgado al actuar. Esa mesa no es el único espacio importante, ni habrá soluciones instantáneas, pero es un camino necesario
También veo flores más allá de nuestras fronteras al ver a esas valientes mujeres afganas protestando en su país, defendiendo sus derechos. ¡Las veo llenas de flores…!
Aunque que me digan “comeflor”, insisto en educar para la convivencia pacífica a niños, maestros y madres. Apoyo iniciativas que hacen lo mismo, como el Centro Gandhi.
Aunque me digan “comeflor” denuncio, pero no ataco a nadie descalificándolo, insultándolo, ni en escritos ni en las redes sociales.
Si usted está pensando, como yo, que es mejor ser “comeflor” que “come candela”, le doy algunos consejos:
- Haga sus ejercicios de relajación cada día.
- Agradezca hasta lo más pequeño detalles que crea que merezca gratitud: que alguien le pregunte por su salud o por la de algún familiar, que le manden un café virtual con buenos deseos…
- Rece por otros.
- Lea buenos autores que refuercen su fe en la no violencia, en las salidas pacíficas, en las bondades de los demás. Le recomiendo, por ejemplo, Gandhi, pionero de la no violencia; Mandela (“Conversaciones conmigo mismo”. Hay un libro que me encanta, “Los 5 beneficios de ser amable” de David Hamilton (2020), quien nos dice, entre otras cosas, que la bondad y la amabilidad se contagian: da bienestar al que hace la buena acción, al que la recibe y al que la observa.
- Mire con los dos ojos, el que ve el drama y el que ve las luces en medio del apagón. Verá que hay mucha gente buena a su alrededor, observará que muchos están haciendo cosas buenas. Esperanza con cable a tierra. No se ancle en la queja ni insulte ni descalifique a nadie por pensar distinto a usted y mucho menos en público o por las redes sociales. Yo no retwitteo a ningún insultador.
Usted decide qué quiere comer y qué repartirá a los demás: candela o flores.