Sumario. En estos tiempos de pandemiay. En Venezuela, también de Emergencia Humanitaria Compleja (EHC), necesitamos contagiar amabilidad, solidaridad, convivencia pacífica. Ellas se pueden contagiar y lo necesitamos.  Se necesitan habilidades sociales. Sobre eso escribo.

El mundo en medio de la pandemia, entre guerras –y no solo la de Rusia contra Ucrania– y migraciones forzadas no está fácil.  Venezuela, con años sumergida en una EHC, con todo lo que ya sabemos y sufrimos la mayoría, tampoco está fácil, pero necesitamos encontrar fuerza, “velitas en medio del apagón” (como suelo decir), porque el país nos necesita, la reconstrucción a favor de las mayorías sufridas, la solidaridad, la convivencia pacífica… Eso no puede esperar y cada quien puede hacer lo suyo, en su entorno, ¡contagiando a otros!

Megusta mucho citar a David Hamilton, doctor en Química orgánica, quien dedicó 4 años a la investigación farmacéutica, desarrolló medicamentos para combatir el cáncer y enfermedades cardiovasculares, entre otras cosas. Dejó esa industria para dedicarse a divulgar conocimientos sobre cómo las personas pueden fortalecer sus emociones y pensamientos para mejorar su salud. Es promotor de la amabilidad como terapia, autor de Los 5 beneficios de ser amable (México, Planeta, 2020).

Hamilton nos dice que la amabilidad y la bondad nos hace ser más felices, son contagiosas, saludables,  retardan el envejecimiento y mejoran nuestras relaciones. ¿Qué tal? Hasta por “egoísmo legítimo” habría que hacer cosas buenas por los demás. Además, señala que cuando se hace una buena obra, se beneficia tanto el que la recibe como el que la hace y el que la observa. ¡Una ganga, pues!

Y no se trata de “mirar para el otro lado” y dejar de ver los dramas. Precisamente porque conocemos los dramas, hacemos algo para mitigar el dolor, el sufrimiento y necesidades; pero, además, ser amable es gratis: no se necesitan dólares, ni número de cédula, ni “palancas”.  Se necesita conciencia de la importancia ser amables, que es mucho más que “modales de cortesía” y tener habilidades sociales, que se pueden enseñar y se aprenden.

Reforcemos a Hamilton y recordemos que Gandhi decía que la violencia siempre trae más violencia, subrayando la importancia de la coherencia entre lo que se piensa y lo que se dice y hace. Si usted cree la bondad es mejor que la maldad, que la paz es mejor que la violencia, entonces actúe con bondad y establezca relaciones pacíficas.

Nosotros lo comprobamos cada día. Si llego a una taquilla (de cualquier oficina pública o privada, de un banco…) y como la mascarilla no permite observar que estamos sonriendo al saludar (además del tono amable en ese saludo) ofrezco un caramelo o unas galletas y suelo recibir respuestas amables del otro lado y, si vuelvo, seguro que se acuerdan de nuestros gestos amables.

No es un curso de “habilidades para la convivencia pacífica”: una columna no da para un curso, pero si mencionaré algunas de esas habilidades que, como ya indiqué, se pueden enseñar y aprender: saludar, pedir ayuda (por cierto, indicador de inteligencia emocional), ofrecer ayuda, saber reclamar o exigir, sonreír y reír (no burlarse), comunicarse sin prejuzgar, escuchar, perdonar y pedir perdón, administrar emociones (la rabia, por ejemplo, se puede administrar para que haga bien y no un corto circuito), alabar (no adular), resolver conflictos por vías pacíficas… ¿Cuáles de estas habilidades cree usted tener?

 Dado que no podemos detenernos en cada una, me voy a referir a la habilidad para reclamar, saber exigir nuestros derechos, incluso ese que tenemos al buen trato, del ser atendidos por cualquier funcionario.

Se suele creer que ser pacífico es sinónimo de “cobardía” o de “aguantar y aguantar”, o dejar hacer y dejar pasar. Y no es así. Primero, para ser pacífico -no pasivo- se requiere mucha valentía, solo que se usa la palabra y no el golpe, se usan argumentos, no insultos. Usted tiene derecho a que lo traten bien, tiene derecho a que lo atiendan en cualquier oficina, pública o privada. Nadie tiene porque insultarle o regañarle. Pues es una habilidad dirigirse al funcionario y exigir ese derecho a la información y al buen trato. Sin gritar, en voz firme, pero, respetuosa. Esa señora que se quiso colar en el supermercado, por ejemplo, dígale que usted también tiene prisa, que respete la cola, dígaselo amablemente. Verá que la desarma. Igualmente, protestar pacíficamente -derecho contemplado en el Art. 68 de la CRBV- es un arte, ¡podemos y debemos hacerlo!

Para los padres y los docentes recomendamos los libros de Manuel Segura Morales SJ, que tiene varios sobre las competencias sociales para niños, adolescentes y jóvenes. Se consiguen en Venezuela.

Finalmente, las redes sociales son un buen vehículo para mostrar estas habilidades para la convivencia pacífica. No es necesario insultar, ni descalificar a nadie para opinar. Nosotros, por principio, no retuiteamos esos mensajes que agreden al otro. Gandhi, de nuevo, decía que no era necesario brillar apagando la luz del otro.

¿Se anota en contribuir al contagio de la amabilidad?

Luisa Pernalete

@Luisaconpaz

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