
Más de 500 días en cuarentena prolongada, con la correspondiente educación a distancia, con escuelas cerradas, aunado a los problemas que ya traíamos antes de la pandemia y al agravamiento de la mayoría de ellos, tiene a mucha gente cansada: madres, padres, educadores y a esos que han quedado a cargo de los “niños dejados atrás”. Hay que cuidar a los cuidadores por el bien de todos, en especial, por el bien de los niños, niñas y adolescentes (NNA), que sufren las consecuencias de ese cansancio. ¡Y hay que cuidarse uno mismo!
“Este año escolar me ha dejado muy cansada. Yo tengo tres niños, ahora considero más a los maestros, que suelen tener más de 30”, comentó una madre a la maestra de su hija, en 5to grado. Y un docente, a principio de este año escolar que apenas está arrancando, me comentaba que las vacaciones no fueron suficientes y que hay que hacer un esfuerzo para animarse y animar.
Son cuidadores los padres y las madres, además de esas personas que quedaron responsables de los “niños dejados atrás”, esos que no son niños abandonados, sino aquellos cuyos padres (uno o ambos), se han visto obligados a irse a otro país o tal vez a las minas del estado Bolívar, buscando horizontes para alimentar a la familia, y debieron dejar a sus hijos con abuelos, tías, hermanas mayores.
Son cuidadores también los educadores, pues ya sea de manera presencial o a distancia, tienen bajo su responsabilidad a NNA que deben cuidar, no sólo para que aprendan y se formen, sino igualmente acompañarles afectivamente.
Comencemos por los padres y las madres. Ya con los problemas previos a la pandemia: los malos servicios, la hiperinflación con su secuela en la inseguridad alimentaria, la violencia delincuencial… No olviden que Venezuela sigue siendo un país muy violento, aunque algunos índices hayan bajado… En fin, todos esos obstáculos que los venezolanos deben saltar para hacer cualquier cosa y, en consecuencia, uno se cansa más aquí que en otros países. Recuerde, por ejemplo, que la escasez de combustible no la tienen en los países vecinos y, aunque usted no tenga carro, esa escasez de gasolina afecta el transporte público igualmente lo afecta. Además de esa larga lista de problemas cotidianos que cansan a los padres, y sobre todo a las madres, con el cierre de las escuelas, en este año y medio de educación a distancia, se ha tenido que ocupar de “acompañar” a sus hijos en las tareas, sin haber tenido preparación previa. ¿Cómo no cansarse?
Se sabe que la violencia intrafamiliar aumentó en buena parte por las dificultades en el manejo de las emociones por parte de los padres. ¿Quién les acompaña a ellos? “Sálvese quien pueda” es una alternativa que no ayuda, porque aísla a los ciudadanos y así no salimos con éxito de tanto problema.
Pasemos a los educadores. En el programa “Madres promotoras de paz”, nos asumimos como “comadres”, porque nos acostumbramos a ver a los alumnos como hijos, o sea, los “ahijamos”, nos convertimos en “madrinas”, que significa segunda mamá.
Un buen maestro debe estar pendiente de cualquier novedad en el comportamiento del estudiante. Claro, a distancia es más difícil, sin embargo, hay que hacer un esfuerzo por mantener el lazo afectivo con el alumno, preguntar cómo se está sintiendo, preguntar -por WhatsApp, por zoom, en la guía instruccional- sobre sus emociones. Recordemos que la educación a distancia no es simplemente “mandar tareas”.
La responsabilidad de los educadores en este período de escuelas cerradas ha sido más compleja: tanto la pandemia y como la suspensión de la educación presencial los agarró sin herramientas… Algunos han hecho esfuerzos por adquirirlas. En Fe y Alegría se les acompaña en su formación personal y espiritual: me temo que los docentes de las escuelas públicas están muy huérfanos. Sumemos a todo esto el tema de los salarios de hambre del personal docente. Eso genera angustia y profundiza el cansancio.
Tanto los padres, las madres, como los educadores necesitan herramientas y educación emocional para administrar esas emociones que van surgiendo, reconocerlas, ponerles nombre, saber relajarse, reducir el estrés. No se trata de reprimir las emociones, sino saber administrarlas. Usted tiene derecho a molestarse ante ciertas situaciones, lo que no debe hacer es golpear a nadie, gritar a los hijos -sean o no los causantes de su enojo-. Los padres necesitan ser escuchados. Saber reírse, desconectarse cada día de las noticias, centrarse en las soluciones posibles… También ayuda canalizar su malestar, saber quejarse -eso es una habilidad social que se enseña y se aprende- , organizarse con otros para protestar. Por ejemplo, en Barquisimeto hay una organización que se llama “Barquisimeto sedienta”, para enfrentar el problema del agua. Luchar junto con otros, ayuda.
Hay organizaciones que están atendiendo consultas por teléfono, como Psicólogos sin Fronteras (@psfvenezuela), la Federación de Psicólogos de Venezuela, (fpv_vzla), CECODAP, (@cecodap), donde atienden a niños, niñas y adolescentes… Hay que recurrir a ellos, que son profesionales.
Para cuidar a los educadores, los que trabajan en la educación pública, que es el 85% del país, hay que seguir exigiendo al Estado que revise esa tabla salarial. Valorar a los maestros pasa por mejorar sus salarios
Ayuda mucho practicar el ejercicio físico, la meditación, hacer el bien a otros, ayuda. Recuerden lo que dice David Hamilton en su libro Los cinco beneficios de ser amable (Hamilton, 2020): una buena acción genera bienestar en quien la recibe, en quien la hace y en quien la observa. Júntese con gente buena, en Venezuela hay mucha. Aléjese de esos que sólo se quejan sin hacer nada. Cuídese a usted mismo.
La vida no está fácil/ para el venezolano/ mire alrededor/ y ofrezca su mano.// Hay que proteger/ a los cuidadores/ abuelos, padres, madres/ y educadores.// Sepa manejar / bien sus emociones/ busca quien te ayude/ no te arrincones//Por el bienestar / de todos los niños/ trátate a ti mismo/ con mucho cariño.// Protestar en paz / es muy necesario/ y también exige / los justos salarios.// En este país/hay gente muy buena/ extiende tu mano/ para aliviar penas.
Referencias bibliográficas
Hamilton, David (2020). Los cinco beneficios de ser amable. Editorial Planeta Mexicana. México.