APENo permitamos que nos dominen el desaliento y la desesperanza. Desoigamos los gritos que nos invitan a la intolerancia, el odio y la violencia. En estos días, más que nunca, cultivemos la sonrisa, la ternura, la amabilidad, el valor, el compromiso, el perdón. Venezuela tiene un hermoso futuro de progreso, justicia, convivencia y paz. Futuro que debemos construir entre todos y para todos. En consecuencia, frente al derrotismo y desesperanza de muchos, quiero afirmar con don Pedro Casaldáliga, que es la hora de Venezuela:

Es tarde, pero es nuestra hora. Es tarde, pero es madrugada, si empujamos un poco.

Es hora de pasar del pesimismo al entusiasmo, de la pasividad a la acción. ¡Otra Venezuela es posible, muy diferente a la de la cuarta y de la quinta república, que debemos labrar con sacrificio y con trabajo! No podemos construir el nuevo futuro mirando hacia atrás. Anatole France decía que “Nunca se da tanto como cuando se da esperanza” y no hay peor ladrón que el que roba la esperanza. La esperanza impide la angustia y el desaliento, pone alas a la voluntad, se orienta hacia la luz y hacia la vida. Sin esperanza, languidece el entusiasmo, se apagan las ganas de vivir y de luchar.

Víktor Frank estuvo tres años preso en un campo de concentración nazi, y nos dice que en las navidades de 1944 aumentó mucho el número de muertos en el campo de concentración. Y eso no se debió a que el invierno fuera especialmente crudo, o que el trabajo fuera más esclavizante o las raciones de comida más pequeñas. Se debió a que los presos se enteraron de que se estaban acercando los aliados y esperaban que, en las navidades, serían liberados, Como llegaron las navidades y no aparecieron los aliados, la gente perdió la esperanza y se echaron a morir.

No permitamos que nos roben la esperanza. Pero no se trata de esperar sentados. Esperamos trabajando, luchando. La esperanza se nos ha dado para sembrarla donde ha desaparecido, para calentar los corazones que han perdido el fuego y el valor. Sólo es digna de crédito la esperanza que se da, la esperanza que se arriesga, la que lucha contra toda injusticia, contra toda mentira, contra todo conformismo, contra toda claudicación.

Por ello, son días para celebrar la vida y cantar con los poetas:

Vendrá un día más puro que los otros;
estallará la paz sobre Venezuela
como un sol de cristal. Un fulgor nuevo
envolverá las cosas.
Los hombres cantarán en los caminos,
libres del miedo y la violencia.
La paz crecerá sobre los restos
de las armas destruidas
y nadie verterá la sangre de su hermano.
Venezuela será entonces de las fuentes
y las espigas, que impondrán su imperio
de abundancia y frescura sin fronteras.

Quiero regalarles un texto sencillo de Eduardo Galeano en el que yo suelo abrevar mi Fe, mi Esperanza y mi Compromiso, sobre todo en momentos difíciles, como los que estamos viviendo:

Nosotros tenemos la alegría de nuestras alegrías y también tenemos la alegría de nuestros dolores, porque no nos interesa la vida descomprometida y trivial y estamos orgullosos del precio de tanto dolor que por tanto amor pagamos. Nosotros tenemos la alegría de nuestras esperanzas en plena moda del desencanto. Nosotros seguimos creyendo en los asombrosos poderes del abrazo humano.