Las fiestas navideñas son esencialmente fiestas de la familia. Por ello, estos días deberían ser una privilegiada oportunidad para analizar cómo está la nuestra. No olvidemos que la familia es la principal escuela de valores o de antivalores y que los niños aprenden lo que viven. De ahí que si en verdad queremos combatir la violencia y contribuir a una cultura de la convivencia y el respeto, debemos esforzarnos por fortalecer la familia. Para ello, hay que superar de una vez la familia hotel o residencia, donde las personas viven en el mismo edificio pero escasamente se comunican en profundidad, por la familia comunidad. En la familia comunidad, cada persona es para las demás presencia y compromiso. En este sentido, las demás personas de la familia no limitan, sino que posibilitan el desarrollo de cada uno según su vocación.
En la familia comunidad aprenden los niños a relacionarse con los demás con respeto y con cariño, y a asumir sus responsabilidades. Los padres, principalmente por su ejemplo, proporcionan a los hijos virtudes, valores e ideales. Los hijos serán un fiel reflejo de cómo les han tratado los padres: si les han apoyado tendrán solidez interna y confianza en sí mismos; si no se han ocupado de ellos, no tendrán experiencia comunitaria y tendrán sentimientos de abandono y soledad.
No hay nada que dé más seguridad y felicidad a un niño que ver que sus padres se tratan con respeto y con amor. La principal herencia que los padres pueden dejar a sus hijos es el recuerdo de unos padres que se respetaban y querían. De ahí la importancia, para tener familias comunidad, de fortalecer la pareja. El hogar está vivo cuando los padres saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse, dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos. Hoy, sin embargo, cada vez parece más normal romper con la pareja, buscarse un nuevo amor y volver a empezar. Todo parece así más fácil y llevadero. Sin embargo, detrás de cada ruptura casi siempre abunda el sufrimiento, la frustración e incluso la humillación. ¿No es posible vivir en pareja de manera más estable?
Para ello, no hay confundir el amor con los sentimientos y el deseo erótico. Por lo general, la primera atracción del amor es muy intensa pero casi nunca se mantiene así. Quien identifica el amor con la atracción se dedica a enamorarse una y otra vez de alguien distinto. En cada comienzo disfruta. Luego sufre y hace sufrir. Es importante también recordar que, si no hay decisión y compromiso por buscar el bien y la felicidad del otro, no hay todavía amor. Cuántos sufrimientos se hubieran evitado si no hubiéramos pronunciado un “te amo” que no era verdad. Y no olvidemos que el futuro de nuestro país se está haciendo, en gran parte, en nuestros hogares. Estos niños que no han conocido la ternura y sufren carencias afectivas graves serán los hombres agresivos y violentos del futuro.
Por: Antonio Pérez Esclarín ([email protected])
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