“Mi maestra es cariñosa conmigo, se acerca a mi pupitre y está pendiente de mí”, dijo una vez Isabelita, cuando entró a estudiar 2do grado en un colegio del sur de Maracaibo, luego que murió su madre. El colegio estaba informado  de esa pérdida, además la niña no tenía más hermanos en el país; estaba necesitada de atención y cariño.

“Los que salen de sexto grado, como la escuela no tiene bachillerato, pasan casi todos los días por la escuela a saludar, añorando ese ambiente amigable del colegio. Están deseando que se pueda abrir la III Etapa, y ya han organizado un grupo de exalumnos, y se reúnen todos los meses. No quieren perder el contacto con sus amistades de Primaria. Y la escuela les apoya”. Eso lo contaba hace poco Belkis, la directora de la escuela de Fe y Alegría de Nueva Esparta, ubicada en una comunidad muy pobre. Su entorno  es muy violento, pero lo han ido enfrentando y reduciéndola, con muchas acciones de relación Escuela – Comunidad, trabajando con los alumnos y sus familias.

Tengo tantas historias como estas que podría publicar un libro. Anécdotas de educadores sensibles, que conocen los entornos de sus alumnos, que los convierten en ahijados. En estos últimos años, con la Emergencia Humanitaria Compleja, con esos salarios indignos para una profesión tan importante como es la Educación, contraviniendo los artículos 103  y 91 de la Constitución. El primero porque reconoce que la educación es un derecho humano  y reza que el Estado proporcionará los recursos necesarios para garantizarlos, mientras el  segundo  (el 91) señala que todo trabajador venezolano debe ganar lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia. Con esos salarios indignos, a pesar de todas las dificultades, tenemos miles de docentes que perseveran en sus aulas, principalmente por amor a sus alumnos. Esos los convierte en “héroes sin capa”.

El 15 de enero se celebra en Venezuela el Día del Educador, también llamado Día del Maestro. Esta efeméride se celebra  desde 1932 cuando gobernaba Juan Vicente Gómez y los maestros de ese entonces conformaron la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria para defender los derechos laborales de los maestros y mejorar la educación. O sea, súper vigentes esos objetivos, por lo cual es necesario recordar ese origen.

Decimos que son “Héroes sin capa” porque esa perseverancia de los que siguen en aula, a pesar de los salarios y condiciones de trabajo, es posible porque la mayoría de ellos realizan otro tipo de actividad para obtener recursos: clases particulares, venta de tortas, café en sus casas y, en el caso de maestros de Ciudad Guayana y Ciudad Bolívar, ir los fines de semana a las minas para vender medicinas, comida…  ¡Tanto malabarismo  para subsidiar la educación del país!  Las renuncias siguen siendo muchas, pero existe educación gracias a este subsidio de los propios profesionales. Recordemos que los docentes venezolanos tienen los salarios más bajos de toda América Latina, incluso más bajos que los de Cuba y Haití.

Pero quiero compartir otras historias realmente conmovedoras y también de magia en esa profesión tan maravillosa.

¿Qué me dicen de esas maestras de Fe y Alegría que conocen donde viven sus alumnos y que al percatarse que algunos de ellos  no se reincorporaban al nuevo año escolar, fueron a sus casas a preguntar las causas, animándolos a regresar;  si el problema era la inscripción, negociaban con los padres, pues lo importante era que volvieran.

Sobre la magia posible de nuestra profesión hay mucho qué decir. Recibir a los niños y niñas en la entrada del colegio con sonrisas y brazos abiertos puede ser la diferencia entre asistir cada día o faltar. Los ambientes amigables atraen a los niños, las sonrisas son contagiosas y gratis, ¡hay docentes que las administran muy bien!

También es mágico cuando se conocen los entornos y se sabe que los chicos son “niños dejados atrás”, esos que no son abandonados pero que, ante el viaje hacia otros países ya sea del padre, la madre o los dos, buscando un mejor futuro para sus hijos, dejándolos al cuidado de otros. Si la maestra lo sabe, le da más cariño y atención. Eso ayuda al chico y promueve la asistencia al colegio.

Conocer los talentos de los alumnos, ayudarlos para que los desarrollen, practicar el reconocimiento de lo que hacen bien, elevar la autoestima pues. Esto los ayuda mucho reduciendo la violencia escolar.

También funciona como magia cuando se practica el buen humor -no la burla, que es violencia disfrazada-  y el chico se ríe en el salón. El buen humor se enseña y se aprende.

Igualmente La música es muy útil.  Si usted no sabe tocar cuatro o no ha desarrollado la inteligencia musical, es el momento de trabajar   en equipo. Ofrecer ayuda y pedir ayuda  es signo de inteligencia.

Animar al desanimado  es una gran ayuda. Todos los estudiantes tienen la posibilidad de aprender, aunque tengan alguna condición que implica más ayuda. Los maestros podemos hacer el bien de muchas maneras.

Los proyectos de Escuela – Comunidad  que promueven el bien común con familias y vecinos,  son magia porque se pueden imitar, mejoran el ambiente, el entorno de la escuela y dan lecciones prácticas de ciudadanía.

Para que sigan existiendo educadores, la sociedad tiene que hacer una gran alianza por la educación,  exigir que  estos tengan salarios y condiciones de trabajo dignos. Por el bien de ellos y del país. Valorar esa profesión pasa por agradecer a los que perseveran y pasa por pedir salarios decentes.

Por: Luisa Pernalete

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