Les confieso que tenía otro tema para esta semana:  los aprendizajes de este difícil año escolar que se está cerrando, pero, después de los sucesos del oeste y sur de Caracas uno no puede dejar de imaginar a niños y niñas creciendo entre balas y armas.  Entonces recordando que este domingo es el Día del Niño -aunque no tengan mucho que celebrar- decidí dejar los aprendizajes para la próxima columna, dedicando esta a la necesidad y posibilidad de educar para la paz en contextos violentos, la paz que los niños y niñas necesitan para crecer y desarrollarse sanamente.

Un amigo, que vive cerca de “El Paraíso”, en Caracas, me comentaba que pasaron noches sin dormir, tal era la cantidad de ruidos de balas.  “Me sentía en un país en guerra”.  Pensaba en el miedo de los niños y niñas.  Un obrero, de una escuela de Fe y Alegría, le comentaba a una maestra que daba dolor ver a jóvenes en esas bandas delictivas. Desde hace unos años se sabe que las bandas delictivas reclutan niños y adolescentes para diversos “trabajos”, desde servir de informantes hasta que entren en sus filas. Si, realmente da dolor.   

La LOPNA establece que los niños y niñas tienen derecho al buen trato,     a crecer y vivir en paz, en sus hogares, en las escuelas, en las calles y lugares públicos para que puedan transitar, jugar, visitarse…

¿Es posible educar para la convivencia pacífica en entornos violentos? Les doy algunos tips.

Debemos recordar que los niños de 0 a 7 años aprenden por imitación, así que lo primero es que, en sus hogares, en los primeros años de educación formal, deben verse rodeados de cariño, buen trato, nada de gritos y golpes.  Disciplina positiva como esa que promueven los compañeros de CECODAP:  corregirlos sin maltratarlos, escuchar los “buenos días” y “las buenas noches” de los adultos que los rodean, llamarlos por su nombre (nada de apodos ni bonitos y mucho menos feos), sin gritos… Si no quieren niños gritones, no griten ustedes. Si quieren niños y niñas amables y que sonrían, sean ustedes amables y sonrían.  Recuerden que en el cerebro hay unas células como espejos.  Hagan la prueba:  sonríale a un bebé y este terminará sonriendo también, porque está imitando lo que usted hace.

Ya en Educación Inicial los maestros de ese nivel, que deben ser muy cariñosos, ¡especialmente cariñosos!, deben llamarles por su nombre y felicitarlos por las cosas buenas que hagan. Los psicólogos recomiendan utilizar más el estímulo positivo que el negativo, esto no significa que cuando hagan algo incorrecto no se lo hagan ver:  por el contrario, deben orientarlos para hacer las cosas bien. Esta es una edad en la cual los niños aprenden muy rápido, pero además es una edad excelente para que descubran cosas de sí mismos.  Las maestras tienen mucha importancia para ellos y por eso, aun en educación a distancia, hay que tejer lazos afectivos con cada uno, preguntar por sus sentimientos, que dibujen cómo se sienten, que puedan expresar alegrías, tristezas, miedos, afectos…  Eso es educación emocional, tan importante para la formación de una persona y eso debe comenzar en estos primeros años de la educación formal.

Tanto en la Primaria como en el bachillerato es muy importante que se trabajen los temas de la violencia y la paz: ¿qué entendemos por violencia? Ver que la violencia no es sólo la física, está también la verbal que hace mucho daño  y que, como bien me dijo una vez un chico “huelepega”,  a veces hace más daño que la física. “Si a usted le dan un golpe, queda el morado, pero eso se quita, pero si a usted le dicen ¡desgraciado!, eso se mete el corazón, y cuesta que se quite”.   Está también la violencia psicológica  como la amenaza. Pero también hay que trabajar qué les da paz. Una vez, un niño de primer grado me dijo que adornar su casa para la Navidad le daba paz.  

Es importante que puedan ver ambas caras de su vida. Igual que expresar los miedos:  si son muy pequeños, que lo dibujen;  si son más grandes e incluso adolescentes, que escriban sobre situaciones de miedo. Compartir los miedos, los suaviza, pero además les va enseñando que hay situaciones de las cuales ellos no se pueden hacer cómplices.

Educar para la paz supone también que los chicos aprendan a manejar sus rabias, que resuelvan sus problemas con los demás por vías pacíficas, que sepan hacer reclamos sin insultar.  No se trata de “aguantar”, se trata de resolver sin violencia.  Eso se enseña y se aprende. Resultan muy útiles estas estrategias:  que recojan experiencias pasadas en las cuales hayan tenido éxito al resolver problemas con otros compañeros, sean de ellos o de gente que  conozcan, exponer problemas que tengan en estos momentos y preguntar a los demás qué se puede hacer. El docente también puede inventar casos hipotéticos de conflictos interpersonales, colocar varias opciones y discutir sobre ellas.  En esta línea, aprender maneras para calmarse cuando se está muy bravo: respirar profundo, contar hasta 20… Saber que la violencia trae siempre más violencia, pero eso más que decirlo, hay que compartir ejemplos.

Ayudar a descubrir las potencialidades de los alumnos, trabajar con las inteligencias múltiples también contribuye a educar para la paz y prevenir las conductas violentas. Les eleva la autoestima, facilita que orienten energías en cosas positivas.  Una escuela activa es una escuela que tendrá menos problemas de violencia escolar.

No olvidemos que las madres y los padres también deben ser educados para la paz:  si los padres aprenden a administrar sus emociones, reducir su estrés y angustia, serán menos violentos.  Igualmente, deben rechazar explícitamente las conductas violentas del entorno y nada de promover el “ojo por ojo, si te dan, devuelve”.

No entra en una columna todo lo que se puede hacer para educar para la paz, pero no quiero finalizar sin apuntar que valen más las acciones que los discursos.  Hay actividades muy formativas para educar para la paz. En Barquisimeto hay una experiencia muy interesante en el barrio “El Trompillo”, barrio muy pobre y violento, donde la Fundación Esperanza Activa desarrolla el proyecto “Madiba” -por Mandela- enseñando, a través del rugby, a los chicos de difícil conducta de la escuela de Fe y Alegría de la comunidad a trabajar en equipo, ser solidarios, ser campeones en la cancha y en sus vidas. Los resultados han sido muy buenos:  se vuelven líderes positivos después de ser los mala conducta del salón.

La educación, ya sea presencial o a distancia, tiene que servir para ampliar el horizonte de niños, niñas y adolescentes, pues al tener otras referencias en sus vidas pueden optar y no terminar en las bandas delictivas.

Esperamos que el Día del Niño sea una oportunidad para pensar en la paz necesaria para ellos y en lo que cada uno de nosotros puede hacer para que crezcan en paz.