“La paz es un sueño en la tierra/ si se realizara fuera maravilla//”. Este verso de Jesús Rosas Marcano nos sirve para decir que la paz es una aspiración en un mundo como el nuestro, con guerras donde mueren tantos inocentes. La paz no es solo ausencia de guerra, es mucho más.
En Venezuela no tenemos conflictos bélicos abiertos, pero, si hay mucha violencia que deja víctimas fatales, mucha bala buscando un blanco. Y está también toda esa violencia contra niños, niñas y adolescentes, tanto en la escuela, como en el hogar, pues ha crecido la violencia intrafamiliar debido, entre otras causas, al mal manejo de las emociones y angustia por parte de los padres.
La escuela no es solo para enseñar a leer, escribir, sacar cuentas y trabajar con nuevas tecnologías. La escuela tiene una función muy importante: la de enseñar a convivir, a respetar y que se hagan respetar, ser solidarios y a cooperar en función del bien común. Enseñar a convivir, repetimos, es función de la escuela y más en este contexto venezolano donde el insulto, la descalificación y las amenazas, se han vuelto “normales”, (cultura, pues) y eso no es así: toda violencia deja secuelas, pequeñas o grandes, pero tiene consecuencias.
¨Para educar para la paz, además de conocer el contexto nacional, familiar y del entorno escolar, se requiere voluntad (querer hacerlo), herramientas, formación de todo el personal, planes,… Aprender a convivir no es asunto de unas cuantas clases, es un eje transversal y tiene también sus competencias que deben ser trabajadas en el aula. Igualmente se necesita hacer equipos en la escuela, formar a los padres y representantes, para que no haya contradicción entre los mensajes que se dan en el centro educativo y aquellos que los alumnos escuchan o ven en sus hogares. Sin olvidarnos de la necesaria paciencia y perseverancia.
Entre los “saberes” que se deben trabajar en aula están lo que Segura Morales SJ, titula “pensamientos para la convivencia”. Dice este autor que son 5 estos pensamientos: el causal (para conocer porqué pasan las cosas); el consecuencial (para pensar antes de actuar, saber que nuestras acciones u omisiones tienen consecuencias); el alternativo (para saber que más se puede hacer en cada caso); el de la empatía ponerse en el puesto del otro); el medio fin (tener metas y fijarse pasos para lograrlas). (Segura, M. 2005, Enseñar a convivir no es tan difícil). Esto se hace con distintas estrategias.
Esto requiere saber resolver los conflictos y las diferencias de manera pacífica. No se resuelven a golpe. La violencia siempre trae más violencia, eso lo decía Gandhi, pero eso se ve en la práctica. Responda usted ante un insulto con otro insulto o “preguntando” al otro por “su mamá”, verá que el asunto se pone peor. Hay maneras de resolver los problemas por vías pacíficas; eso se puede enseñar y se puede aprender. Por supuesto, los educadores son los primeros que deben saber cómo hacerlo y ser coherentes. Nada de gritos en plena clase.
También es importante tener ciertas habilidades sociales como saber saludar (se puede insultar con un saludo o se puede saludar para acercarse al otro, para expresar que es importante para uno); saber pedir una ayuda, saber ofrecer una ayuda, saber excusarse cuando se ha cometido un error, o perdido la paciencia, saber quejarse (esta es muy importante)… Saber perdonar… Todas eso se puede aprender y hay que enseñarlo en todos los espacios de las escuelas, en sus pasillos, en el patio de recreo, en la entrada y la salida, y, quiero insistir, hay que trabajarlo con los padres y representantes. Recuerden que esas reuniones no deben ser para estarse quejando de los alumnos, los hijos de ellos, han de ser formativas.
No podemos dar un curso de “educación para la paz” en una columna, pero seguiremos tratando el tema. Lo que si queremos reiterar es la importancia de no dejar de lado la función de la escuela de enseñar a convivir, Venezuela no puede ser un país lleno de violencia para nuestros niños, niñas y adolescentes; se abren heridas que no siempre se cierran y se respira por la herida. Entonces lo que se consigue son espirales de violencia.
Y recordemos lo que dice una de las bienaventuranzas: “Bienaventurados los que trabajan para la paz porque serán reconocidos como hijos de Dios” (Mt. 5, 9). Todos los educadores, todos los padres y las madres deben comportarse como “hijos de Dios”.
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