El crucifijo que regaló Evo Morales al Papa ha desencadenado un aluvión de comentarios. Muchos medios y las redes sociales se han prodigado en críticas, descalificaciones y hasta furibundas reacciones. “Crucifijo comunista”, “regalo insultante” han sido algunas de las expresiones más benevolentes, y casi todos se apresuraron a subrayar la cara de desconcierto del Papa al recibir el regalo de Evo.
Para entender el gesto de Morales, es importante saber que el regalo en cuestión es reproducción de una talla hecha por Luis Espinal, el mismo jesuita homenajeado por el Papa. Él talló esa imagen en madera y decidió colocar allí el Cristo de la cruz que recibió cuando hizo sus votos como jesuita, con lo que quería expresar su pasión por la justicia que incluso le llevaría al martirio. Eran días en que desde las avanzadas de la Iglesia Católica se propiciaba un diálogo con el marxismo, no con las corrientes dogmáticas como el estalinismo que ocasionó millones de muertes a víctimas inocentes; sino con el marxismo como teoría científica para interpretar la realidad de injusticia y opresión y contribuir a gestar un mundo más humano. Yo mismo publiqué en 1974 un libro que llevaba por título “La revolución con Marx y con Cristo”.
Con este hecho, se ha puesto de manifiesto que se conoce poco de Luis Espinal o que se olvida deliberadamente aspectos esenciales de su vida por incómodos. Espinal no murió por casualidad, fue secuestrado, salvajemente torturado en un matadero, asesinado a sangre fría y finalmente su cadáver fue abandonado en un basurero, como desecho de una sociedad que castiga a quien no le sirve. Espinal murió a consecuencia de una vida coherente con el Evangelio, denunciando la injusticia, defendiendo los derechos de las personas, violados sistemáticamente por los poderosos. Murió porque peleó contra la injusticia del lado de las víctimas, murió porque hubo personas dispuestas a crímenes atroces con tal de proteger sus privilegios.
Por supuesto que Cristo no fue comunista ni responsable de las atrocidades de ese régimen a lo largo de la historia. Pero tampoco de los cometidos por otros que trataron de justificar en su nombre crímenes monstruosos y dictaduras salvajes empeñadas en cortar a sangre y fuego el mensaje liberador del evangelio..
Quiero finalizar subrayando el gesto del Papa Francisco que se detuvo a orar en el lugar donde fue encontrado el cadáver de Espinal y quiso llevarse el crucifijo del escándalo consigo a Roma. Y sobre todo, quiero recordar su palabra valiente en Santa Cruz de la Sierra en su encuentro con los movimientos populares:
“El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los Pueblos; en su capacidad de organizar y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio. Los acompaño. Y cada uno digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez”.
Por: Antonio Pérez Esclarín ([email protected])
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