APEEn septiembre del año pasado, a mi regreso de un viaje fuera del país, escribí un artículo “Precios justos que dan sustos”, asombrado de cómo se habían disparado sin control los precios en los dos meses de mi ausencia. Allí escribía escandalizado que la carne había subido de 180 Bs. a 240 Bs. y las papas habían alcanzado el astronómico precio de 75 bs. el kilo, precios que hoy, once meses después, resultan irrisorios, pues la carne está por encima de los mil bolívares y las papas rondan los 300. ¿Sabe el Presidente, los ministros y los voceros gubernamentales que con el salario mínimo de un día no se puede comprar ni un kilo de papas y que sólo alcanza para un cuarto de kilo de carne? Lo más preocupante es que los precios de todo (menos de la vida humana que cada día vale menos) se disparan sin control y nadie hace nada. ¿Acaso las terribles colas frente a los supermercados no son una verdadera vergüenza nacional y expresan con claridad la violación de derechos humanos esenciales?

Ante la creciente escasez, desabastecimiento y especulación abusiva, ¿no resulta cínica la tan repetida retórica de precios justos y de soberanía alimentaria? ¿Será que los que nos gobiernan no hacen mercado y no sufren las consecuencias de la escasez? ¿Por qué en los gobiernos de calle no visitan algún mercado o carnicería o le preguntan al pueblo a qué precios están consiguiendo –si es que los consiguen- los alimentos, repuestos, ropa, medicinas? ¿Será que los ministros, militares o altos funcionarios también tienen que hacer colas de varios días para comprar baterías o cauchos para sus carros? ¿Acaso no nos vienen repitiendo que con el socialismo todos somos iguales?

El Gobierno repite que los altos precios se deben a la guerra económica y posiblemente de tanto repetirlo, se lo creen muchos, que parecen incapaces de analizar la realidad y solo repiten lo que se les dice. Pero si la guerra es cierta, deben reconocer que la están perdiendo, y que sus diversas estrategias no han logrado hasta ahora los resultados esperados. Lo lógico entonces sería cambiar las estrategias. Nos repiten también que la escasez se debe al contrabando de extracción. No dudo que existe y en grandísimas cantidades, lo cual solo es posible con la complicidad de algunos policías, guardias o militares que son los encargados de proteger las fronteras. Pero si nos aseguran que el país está preparado para enfrentar y derrotar al imperio, porque “la revolución es pacífica pero está armada” ¿cómo es posible que no sean capaces de derrotar a un grupo de contrabandistas?

Einstein decía que no había signo de estupidez mayor que esperar resultados distintos haciendo siempre lo mismo. ¡Basta ya de echar siempre toda la culpa a otros y de inventarse enemigos! Los verdaderos enemigos que nos están derrotando a todos y causando numerosas bajas son la ineficiencia, la corrupción y la improductividad. Para derrotarlos hace falta mucho más que promesas, acusaciones y fervientes llamados de amor al pueblo y a la Patria. ¡Hacen falta políticas novedosas que enfrenten las causas del problema y no las consecuencias!