“¿Cómo estás?”, le pregunté esta semana a una maestra, que sé le gusta su trabajo. Me contestó: “Bien, profe, pero estoy muy cansada y todavía falta mes y medio para terminar el año escolar”. En el rostro se dibujaba el cansancio.
Ya sabemos que este país desgasta y cansa a cualquiera. Un día porque se va la electricidad “sin aviso y sin protesta” alterando los planes, o porque no hay agua; luego porque ya no se sabe dónde buscar gas doméstico; muchos días porque el dinero no nos alcanza para cubrir lo básico y, ¡mucho menos, las emergencias! En otros momentos es por los “rumores” que pueden llegar a ser verdad en cualquier momento, como ese del aumento de la gasolina y así vamos…
En medio de ese contexto, no olvidemos que seguimos con la Emergencia Humanitaria Compleja. En las escuelas, los educadores tienen que seguir atendiendo a sus alumnos, quienes no tienen culpa de lo que pasa y necesitan ser animados.
Los docentes requieren de ánimo y todo el personal del centro educativo también, pues las “malas caras” no educan. Aquí algunas recomendaciones para estirar el ánimo necesario y educar con alegría. Les comparto nuestra “familia de erres” para autoayudarnos.
Comencemos por reconocer cómo nos sentimos ya casi terminando el año escolar: además de cansados, ¿tenemos miedo de algo?
Exploremos otros sentimientos y emociones. ¿Estamos alegres o satisfechos por algo?, ¿qué aspectos de nuestro trabajo nos dejan contentos, satisfechos?, ¿qué innovaciones hemos tenido?, ¿cuáles estrategias creativas hemos implementado en nuestra labor educativa?… Recoger los aprendizajes de lo bueno ayuda para repetirlo. Sin embargo, también recojamos los errores, aquellos que no permitieron lograr nuestros objetivos como esperábamos, ya que de los errores igualmente se aprende.
Cada día, hasta el último del año escolar, hagamos temprano ejercicios de respiración profunda. Hay diversas maneras de hacerlo; lo importante es concentrarnos en esos minutos de respiración: inhalar por la nariz, retener unos segundos ese oxígeno inhalado y exhalar por la boca en varios tiempos.
Al lavar nuestra cara, sonreírnos frente al espejo unos 20 segundos; eso nos distiende, nos reconcilia con nosotros mismos: podemos llegar a la cocina, al café, con sonrisa pintada en los labios. Eso hay que hacerlo antes de entrar a la escuela y antes de entrar al aula, cuando recibimos a los estudiantes, de la edad que sean, con rostro amigable. Hay que guardar las malas caras.
Con los alumnos es buena estrategia hacer también ejercicios de relajación, de respiración, porque a veces llegan cansados y estresados de sus casas. Es importante ser empáticos, ponernos en su lugar y ser equitativos en la atención que les brindamos. Todos han de ser bien tratados, pero los “dejados atrás”, esos cuyos padres (uno o los dos) se han ido a las minas del sur o a otro país en búsqueda de un buen futuro para ellos, esos precisamente necesitan más cariño. Equidad es dar más a los que menos tienen. Reírnos con ellos y hacerlos reír ayuda mucho. El sentido del humor se enseña y se aprende.
Y aquí viene otra erre: regalar. Además de sonrisas, regalar “piropos”, tanto a los alumnos (reconocer cualquier cosa buena que hagan y decírselos) como también a los compañeros de trabajo, incluyendo a esa portera que nunca falta, a esas señoras, por ejemplo, pendientes siempre de tener limpios el patio y los baños. Hey, no se olviden de ustedes mismos: regalarse piropos y pequeños detalles como, por ejemplo, hacer el fin de semana el postre que tanto nos gusta, bailar un rato aunque sea solos… “Amar a los otros como se ama a uno mismo”. Entonces, ¡a queremos conscientemente!
Recuerden la erre de “reunirnos” con los compañeros de trabajo y no sólo para cuestiones de la escuela (algo indispensable para educar integralmente), sino para celebrar algún cumpleaños (aunque sean muchos los que se cumplan), para comentar lo bien o lo mal que la pasamos el fin de semana… Es bueno que nuestros vecinos sean parte de alguna “reunión”, pues son las personas que tenemos al lado. No olvidemos que soltar el celular hace falta para reunirnos con otros. Ríanse con sus compañeros de trabajo, con su familia; la risa tiene efectos terapéuticos.
Al finalizar el día, repasar cómo nos ha ido. Rezar, dar gracias por los buenos momentos —siempre hay alguno—, por las posibilidades que tenemos de hacer el bien a otros. Si se tienen hijos o nietos y se vive con ellos, rezar un padrenuestro y proponerles que den gracias por el día que han vivido… Un padrenuestro contextualizado ayuda: “Padrenuestro que estás en la tierra/ desvelado por nuestros desvelos”, o el Padrenuestro de la escuela: “Padrenuestro que estás en la escuela/ en el patio entre chamas y chamos,/ que tu Reino sea santificado/ y que de los juegos surjan los hermanos…” (de esta servidora).
Las erres propuestas no arreglan los problemas de la inflación, los bajos salarios ni los malos servicios públicos, pero mejoran nuestro ánimo, ayudándonos para seguir haciendo el bien en nuestras aulas y a nuestro alrededor.
Luisa Pernalete