“Yo agradezco mucho a mi maestra que sea tan paciente con nosotros, pues hay niños muy tremendos”, así se expresaba Beatriz, quien está en sexto grado en una escuela popular de Maracaibo. Y Ana Isabel, su hermana mayor que ya salió del mismo colegio, me decía que no solo les agradecía a sus profesores lo que le enseñaron en Contabilidad (que es la mención que ella estudió), sino también todos los consejos que le dieron durante su bachillerato. Dice que eso le ayudó a mantenerse en su trabajo como asistente administrativa en una pequeña empresa.

El 15 de enero se celebra en Venezuela el Día del Maestro en recuerdo de aquel grupo de educadores que, en 1932, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, se reunieron para defender sus derechos laborales y pedir mejores condiciones para la educación del país en aquellos tiempos.

Hoy, los docentes venezolanos también han estado manifestando su descontento por los salarios precarios que desde hace varios años están recibiendo. Para que tengan una idea el por qué de las protestas y el por qué debemos dar gracias a los que se mantienen: un docente 1, el más bajo del escalafón, los que tienen pocos años en docencia, está ganando el equivalente a 17 dólares y, con las primas, puede llegar a 21 dólar; un docente VI, el más alto del escalafón, está recibiendo el equivalente a 22 dólares y, con primas, llegaría a 31$. Estamos hablando de profesionales con postgrado, con más de 25 años de experiencia. ¿Les parece justo?

Hay que darles las gracias a los docentes que perseveran a pesar de las condiciones, no solo salariales, sino también de los centros educativos. Muchos de estos sin servicio de agua potable, a veces incluso sin electricidad, sin el equipamiento necesario para ejercer su labor.

Suelo decir que hay muchos docentes que subsidian la educación en Venezuela, dado que con sus sueldos no pueden dar de comer a sus familias, tal como lo establece el artículo 91 de la Constitución, según el cual “todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad para cubrir para él y su familia las necesidades básicas, sociales e intelectuales”. Lo dice la CRBV, ¡no lo estamos inventando! Y cuando digo que los que perseveran subsidian a la educación venezolana es que sé de casos que en el turno contrario dan clases dirigidas o venden café o tortas en sus casas; se de maestros en Guayana que en ocasiones se van a las minas a vender comida los fines de semana para poder seguir dando clases.

Recuerdo un caso, la maestra María Auxiliadora, daba 2do grado en una escuela popular en el interior del país. Su hija, ya graduada de abogado y con trabajo, le dijo pidió que dejara la escuela (donde ganaba muy poco), pues ella la podía mantener. Su respuesta fue que los niños la necesitaban. Y siguió trabajando.

Sé de maestros que se van a pie a sus centros educativos porque el salario no les da para pagar transporte. Sé de maestros que han pedido a los directores que les dejen dormir en la escuela para no faltar, porque viven muy lejos y no pueden pagar pasajes.

Sé de maestros que visitan las casas de los niños que faltan más de 3 días a clase para saber qué les pasa, por qué no están asistiendo. ¡Verdaderos héroes sin capa!

La verdad es que deberíamos hacerles una estatua a los educadores en este país.

Sin maestros no hay educación, ni presencial ni a distancia. Sin educación los niños, niñas y adolescentes no tienen ni presente ni futuro. Sin educación un país tampoco sale de ninguna crisis. ¡Muchas gracias!

Y nos toca hacer una gran alianza, con todos los sectores, universidades, academias, políticos, empresarios, obispos, organizaciones, para salva la educación en este país. Salvar la educación pasa por mejorar los salarios de los maestros, que no es lo único. Pero es necesario, es urgente.

Por Luisa Pernalete (@luisaconpaz)