
“No sé qué deseo más, sí que se acabe la pandemia o que se acabe este año escolar”, comentaba Andrés, adolescente estudiante de 2do año de bachillerato. “Estoy cansado del colegio”. Y no le pregunten a su abuela, quien le acompaña a estudiar, qué quiere ella: está cansadísima. Y ese cansancio no es únicamente de ellos dos. Estos 460 días con escuelas cerradas, desde marzo del 2020, ha tenido un gran impacto en la población estudiantil y sus familias.
Hablo sobre lo que la suspensión de la educación presencial ha significado para la salud mental de estudiantes, familias e, incluso, educadores. Todos angustiados, estresados. Es verdad que, normalmente, a final de cualquier año escolar se acumula el cansancio, pero en la escuela, la relación con los compañeros, tanto para los chamos como para los docentes, el verse, conversar, compartir en pasillos y patios, siempre ayudaba a liberar parte de ese cansancio. Con escuelas cerradas, todo se queda en casa, en la de los alumnos y en la de los educadores. Además de afectar la salud mental, ¿qué otras consecuencias encontramos?
La escuela con clases presenciales reduce las desigualdades. Un niño puede ser muy pobre y tal vez no tenga un lugar adecuado en su casa para estudiar, pero, en la escuela tendrá un pupitre igual que el resto de sus compañeros, mientras diariamente un docente le explicará la clase a él y a los demás. Si la escuela es buena, habrá una biblioteca y tal vez hasta una sala de computación y talleres. Con las escuelas cerradas ese niño estará en desventaja. Su entorno de pobreza no tendrá como equilibrarse con las posibilidades que ofrece el ambiente escolar.
Añádase, además, que la escuela es un lugar de protección para los niños, niñas y adolescentes: los aleja, en buena medida, de los que reclutan chamos para las bandas delincuenciales. Además, sobre todo en los primeros grados, si hay maestras bien observadoras estarán al tanto de cualquier cambio de humor, de cualquier marca en el cuerpo que pueda evidenciar o suponer maltrato… Con las escuelas cerradas, esas observaciones no se hacen. De paso, ya sabemos que con esta cuarentena tan prolongada, se han incrementado los casos de violencia intrafamiliar.
Sigamos con las brechas agrandadas. Con la educación a distancia, en cuanto al uso de la tecnología, se abre otra brecha para una buena parte de los estudiantes: según el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, en su encuesta de mayo 2021, sólo un 35% de los hogares encuestados dice tener conectividad en sus casas. O sea, un 65% carece de este servicio. Hay una brecha entre los que se pueden conectar y los que no. En muchos casos, hay docentes atendiendo alumnos por WhatsApp; añadamos aquí lo que ha supuesto para el bolsillo de los maestros, ya bien empobrecidos, y de las familias estar recargando el celular para mandar tareas de un lado para el otro.
Hay sectores en peores condiciones que otros. Los sectores rurales e indígenas están más huérfanos de tecnología. Esos no tienen ni internet, ni telefonía celular para trabajar con WhatsApp. Incluso algunos no tienen acceso a la radio ni a la televisión abierta. Hay alumnos en escuelas de esos sectores que no están siendo atendidos de ninguna forma. Algunos, los que tienen maestros de esos que yo llamo héroes escolares, les ponen orientaciones en la puerta de los colegios para que puedan hacer algo.
Otra brecha la genera el papel de los padres como acompañantes de sus hijos, es decir, entre los que tienen “acompañantes cualificados” y los que tienen padres o muy ocupados que no pueden atenderlos o con muy poca preparación, lo cual les impide ayudarlos como es debido. Todo esto aunado a las deficiencias de muchos docentes que, sin herramientas para educar a distancia, no están haciendo bien su trabajo.
Pero incluso en los casos de estudiantes con padres que ayuden, con internet y equipos, la verdad es que se debe evaluar cuánto les ha servido la modalidad de la educación a distancia. ¿Han aprendido o han desaprendido?
Venezuela es un país con un alto grado de inseguridad alimentaria. Eso ya no lo niega ni siquiera el gobierno, por eso aceptó que viniera el Programa de Alimentación de la ONU, para que alimente a los escolares. Con escuelas abiertas muchos niños, aún con el mal funcionamiento del PAE, tenían algunas de sus comidas diarias en el plantel. Mientras estén cerradas, esa posibilidad se eliminó para muchos. Una directora me comentaba que, al permanecer cerradas, esto le ha evitado a los padres el gasto en uniformes y pasajes, pero, fuera de eso, ella no veía otra ventaja.
En el caso de los maestros, los que trabajan en planteles públicos, (que representa el 85% de la educación del país), han podido “subsidiar” su labor como docentes haciendo algo extra: vendiendo tortas, dando asesoría pedagógica, trabajando en otra parte…
Unos cuantos países han hecho inversiones para mejorar las condiciones en los planteles y poder adecuarlos a las medidas de bioseguridad, igualmente han avanzado en los planes de vacunación, llamando a clases presenciales o semipresenciales para reducir todas estas secuelas negativas en la educación de millones de NNA. Esto no es nada simple, pero hay que estudiar la situación por país, por comunidad o plantel, añado yo.
El cierre de las escuelas cerradas por tanto tiempo si bien ha supuesto aprendizajes, lo cual trataremos en otra oportunidad, no ha sido positivo para la educación de nuestros chicos. Hay que evaluar bien y con sinceridad este año escolar, por el bien de los millones de niños, niñas y adolescentes. La UNESCO dice que más de 100 millones de niños, como consecuencia de este prolongado cierre de escuelas, no lograrán el mínimo en la lectura. ¿Y aquí, en nuestro país?
En Venezuela no podemos permanecer mirando para el otro lado. No se trata de reabrir sin más, pero hay que llegar a acuerdos nacionales. No es únicamente vacunar a los docentes, comenzando por los de más edad, es algo más que vacunación: hay que entrarle al tema, con amplitud, poniendo el interés superior del niño por delante, sin ir en contra de los derechos de los educadores. Tenemos que reflexionar y tomar decisiones en y desde diferentes escenarios.