¿A cuántas organizaciones no gubernamentales (ONGs) conoce usted? Seguro que muchas, aun cuando no conozca su nombre. Las hay pequeñas, grandes y muy grandes.

Existen muchas  que se dedican al trabajo humanitario, que mitigan las consecuencias de esta Emergencia Humanitaria Compleja, esas que dan alimentos a niños y niñas, como “Alimenta la solidaridad”  o Cáritas, que funciona en muchas parroquias católicas del país.

También están las que cooperan donando medicamentos a pacientes de enfermedades crónicas o acompañan a niños hospitalizados. Entre esas puedo mencionar “Acción Solidaria”, “Codevida”  y “Prepara Familia”, esta última  se ocupa de los niños que están en el “JM de Los Ríos”.  Igualmente, en  el área de la salud, existen las que ayudan a enfermos de cáncer, ya sean  adultos o niños. Incluyo aquí también a AVESSOC, que promueve y atiende consultorios populares, vinculados a la Iglesia Católica.

Están las que trabajan con niños, niñas y adolescentes. ¡Son muchas! Menciono solo algunas: CECODAP, que lleva más de 30 años promoviendo los derechos NNA; “Huellas”, que promueve organizaciones juveniles; las casas hogar  como el Hogar “Virgen de los Dolores” -en Caracas y Guayana-, la Red de Casas “Don Bosco”, “Aldeas Infantiles”. Otras más pequeñas como “Flores de la Esperanza”, que forma niñas líderes en una comunidad popular en Barquisimeto…

Igualmente hay otras  que trabajan con personas de la tercera edad, como Convite…  O las que promueven la organización de ciudadanos en sus municipios, como esa red de CESAP:  la “Gente propone”, que funciona en unas cuantas ciudades del país.

De igual forma, están aquellas  que trabajan defendiendo los derechos humanos como “Foro penal”, “Provea”, “Cofavic”, “Espacio Público” y muchas otras, tantas que el año pasado hubo Ferias de DDHH en el Zulia, en Táchira, en oriente y reunió una buena cantidad de estas organizaciones, unas con décadas de existencia, otras más nuevas, pero ¡eran bastante!

Debo mencionar las que trabajan con refugiados, como el Servicio Jesuita de Refugiados.   En fin, hay muchas y las conocen en donde operan, en esos sitios donde desarrollan su labor.

¿A cuál de esas que he mencionado le suena usted que pueda considerarse enemigas de los ciudadanos, o le suena a “delito organizado”, o a peligro para el país? ¡Ninguna! ¿Verdad? Todas hacen el bien, de diferente manera, en distintos espacios, pero uno da gracias a Dios que existen, porque hacen mucho bien.  Entonces, de ser así, uno concluye que hay que cuidarlas y defenderlas:  su trabajo lo conocen los beneficiarios.

Por todo lo anterior, nos ha sorprendido una Providencia Administrativa, la 001-2021, dada a conocer hace pocos días, aun cuando existe desde el 30 de marzo, según la cual las ONGs deben inscribirse en el registro de la oficina Contra la Delincuencia Organizada y financiamiento del terrorismo. O sea, demostrar que no son “delito organizado” ni organizaciones terroristas.  ¡Se ha sorprendido y no entiende nada! ¿Verdad? Yo aún estoy boquiabierta. Para delito organizado, búsquese en los pueblos mineros, por ejemplo, o en las cáceles y sus alrededores, o en la Cota 905, pero no en organizaciones humanitarias con montones de beneficiarios, agradecidos.

En la CRBV, artículo 52, se establece que “Toda persona tiene el derecho a asociarse con fines lícitos, de conformidad con la ley. El Estado estará obligado a facilitar el ejercicio de este derecho.”  De manera que no se entiende porque, lejos de cumplir con la obligación de facilitar este derecho a la asociación, se amenaza y se cercena el mismo.

Alguien que me explique por qué se ve a las ONGs como algo negativo. Dígalo a los miles y miles de beneficiarios y más bien expliquen a los funcionarios que elaboraron esa Providencia que quién sabe cuántas veces ellos mismos se habrán visto beneficiados también por alguna de las ONGs que atacan ahora.

¿No cree usted que hay que defender a las ONGs?