
“Yo estoy pendiente de los muchachos en la entrada. Les conozco desde que entraron en el Preescolar. Algunos me abrazan y yo les digo `amiguitos´. A veces los veo tristes y les pregunto qué les pasa”. Esto me lo comentaba Elsy, portera de una escuela de Fe y Alegría en Ciudad Guayana. Por supuesto, ¡ella es más que una portera! Porque una vez que entran, cuando ya ha pasado revista a los rostros de cada alumno, está pendiente de ellos en los pasillos, en los baños… ¡Es una verdadera madrina! Si debe hablar con alguna maestra para reportar algo, simplemente lo hace e igualmente si es con alguna madre. Además, como ha vivido en esa comunidad y tiene mucho tiempo en la escuela, sabe quiénes son “niños dejados atrás”: conoce a quienes se les han ido el padre, la madre, o los dos, a las minas.
Como Elsy hay mujeres ciertamente sensibles, con inteligencia emocional. Por ello eso de “Madre hay una sola” no siempre es cierto: puede haber más de una.
Y paso revista. Estoy pensando en María Gabriela, del Municipio Libertador, en la gran Caracas. Hizo el curso de Madres Promotoras de Paz ofrecido por Fe y Alegría, ampliándosele la mirada. Se ofreció de voluntaria en el centro educativo de sus hijos y, poco a poco, fue ahijando a los de otras madres. Cuando comenzaron las renuncias de docentes, la directora le pidió que se hiciera cargo de un grado, que la ayudarían. Aceptó el reto. Luego Se puso a estudiar Educación porque descubrió que ser docente era su vocación. Se preocupa y se ocupa de cada alumno; conoce su entorno. Siempre mira más allá. ¡Otra comadre!
¿Y qué me dicen de Herlinda? Dirige el Instituto Universitario de Fe y Alegría en Barquisimeto. Está pendiente de todo el ambiente y, por supuesto, de los alumnos ¡que son más de mil!, desde que se preinscriben hasta que egresan de la institución. Son jóvenes que también necesitan acompañamiento. Ella no se queda encerrada en su oficina: sabe de dónde vienen, percibe el gran esfuerzo que hacen para estudiar. Su trabajo no es meramente administrativo. ¡Tiene muchos ahijados!
En la misma línea está la hermana Maribel, del barrio Unión de Petare. Es parte del equipo directivo de una escuela de Fe y Alegría en esa urbe que es Petare. Menudita, de sonrisa generosa, sube y baja escaleras, conoce a los unos y a los otros, aconsejándolos por igual. ¡Es una bendición estar en su colegio!
Vamos a la zona de oriente. Belkis es directora de una escuela primaria en una comunidad muy pobre, que poseía fama de ser muy violenta. Sin embargo, la maestra Belkis, con su voz pausada, su sonrisa de entrada, fue estableciendo estrategias para erradicar el comportamiento violento, contagiando a las maestras, al personal de ambiente, a las madres, a los vecinos y, por supuesto, a los protagonistas principales: los estudiantes. Ella puede dar cuenta de cada uno de los alumnos. Visita sus hogares, pone especial cuidado con aquellos que tienen alguna condición especial. El respeto mutuo es, realmente, mutuo. Suelen llamarla de otras escuelas para que ayude a resolver problemas y lleve esas estrategias de educación para la paz que emplean en su centro.
Esas madres, que son comadres, son muy necesarias. Si bien no sustituyen a las madres biológicas, logran suavizar su ausencia (en el caso de los “niños dejados atrás”), ayudando a modificar el comportamiento violento en aquellas madres que carecen de estrategias de educación emocional.
Todo lo anterior en un país donde no hay políticas integrales de protección a la familia y los docentes no ganan lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas tal y como lo establece el artículo 91 de la CRBV. ¡Son admirables! ¡Qué bueno que existen!