“La paz es un sueño hermoso en la tierra/ si se realizara fuera maravilla;/ pero como abundan perros de la guerra/ el sueño se vuelve una pesadilla// La paz es la gracia que alivia la mente/ la cálida mano que da bendición/ todo ese sosiego que tiene la gente/ cuando sigue el rumbo de su corazón// En muchos hogares a diario pelean/ y hasta hacen guerra con sartén y platos/ y uno siente pena que esas casas sean/ una madriguera de perros y gatos// Que ninguna guerra en la tierra es buena/ y ninguna paz en el mundo es mala/ dice una frase escrita con gala/ que ninguna paz en la tierra es mala”.
He iniciado mi artículo semanal con esta canción de Jesús Rosas Marcano y Gilberto Simoza, compuesta en el año 2000, a raíz de la promulgación de la LOPNNA. Es difícil no conmoverse con las imágenes y los datos tanto de Ucrania como la del conflicto entre Israel – Franja de Gaza, con niños corriendo, llorando y sabiendo que están muriendo muchos inocentes. En las guerras solo ganan los vendedores de armas, “perros de la guerra” y los líderes enfermos de megalomanía, que no piensan en los intereses de los pueblos que lanzan a la guerra.
Tanto los Médicos sin Fronteras y la Cruz Roja Internacional han estado insistiendo en el Derecho Humanitario: hay que proteger a los civiles, es necesario ayudar a las víctimas sean del lado que sean, es importante dejar que la ayuda humanitaria llegue,… por mencionar algunas cosas. Las armas solo traen más violencia de lado y lado; una cosa es defenderse y otra atacar a civiles, aunque yo también pienso en esos soldaditos que no han decidido las guerras y ahí están, arriesgando sus vidas.
Pensemos también esas guerras que salen poco en las noticias: Siria, Yemen del sur, entre otras. Pensemos en las consecuencias de esas guerras, la cantidad de desplazados que huyen de la violencia para salvar sus vidas y las de sus familias. ¡Verdaderos dramas!
Pensemos en los países como Colombia, con grupos armados que no terminan de hacer las paces y que también dejan víctimas.
No olvidemos esas “guerras” que no dejan víctimas mortales, pero, que también hieren y dejan secuelas, como lo que ocurre con la violencia de género (con víctimas mortales con los casos de femicidios), la violencia intrafamiliar (que supone golpes, gritos, amenazas) y; en este mismo orden, la violencia escolar, con el acoso escolar incluido. ¡con sus víctimas y consecuencias!
Hay que insistir en la posibilidad de resolver los conflictos, los grandes y los pequeños, de manera pacífica, el diálogo, la negociación. Desde el hogar hay que insistir en ello, por eso las familias, padres y madres, deben ser parte de los proyectos educativos. La escuela tiene que educar para la convivencia pacífica. La violencia no es natural, es aprendida y, lo que se aprende, se ´puede desaprender, pero requiere de paciencia, perseverancia, herramientas, voluntad. El Centro Gandhi organiza unas jornadas formativas: Ser pacifico es una decisión.
Sigo con la escuela, con su responsabilidad y oportunidad para promover la convivencia pacífica. Ayuda mucho hablar de temas “difíciles”, construir los acuerdos de convivencia a principio del año escolar, visibilizar lo aceptado y lo que se rechazara porque hiere a otro.
No olvidemos tampoco la necesidad de educar para la ciudadanía; derechos y deberes, como ese de respetar al otro.
Para los que somos creyentes, recodar los dos mandamientos principales que resumen nuestra fe: amar a Dios sobre todas las cosas y el prójimo como a ti mismo. Entonces, la Iglesia institucional también tiene oportunidad –obligación- de educar para la fraternidad; recordar que somos hermanos, hijos de un mismo Padre Bueno.
La paz también requiere de reconciliación, que supone voluntad de ambas partes para perdonar, pedir perdón y para no repetir las agresiones.
Hemos empezado con una canción y vamos a terminar con unas estrofas de otra canción, esa hermosa de José Luis Perales, “Que canten los niños”, recordando que en noviembre se celebra otro aniversario de la Convención de Derechos del Niño, tema al que le dedicaremos otra columna.
“Que canten los niños, que alcen la voz/ que hagan al mundo escuchar/ que unan sus voces y lleguen al sol/ en ellos está la verdad// Que canten los niños que viven en paz / y aquellos que sufren dolor/ que canten aquellos que no cantarán/ porque han apagado su voz// Yo canto para los que no tienen pan/ yo canto para que respeten la flor/ yo canto para que el mundo sea feliz/yo canto para no escuchar el cañón// Yo canto para que se escuche mi voz/ y yo para ver si les hago pensar/ yo canto porque quiero un mundo feliz/ y yo por y yo por si alguien me quiere escuchar//
Usted también se puede unir a este coro de trabajar por la fraternidad, por la paz, aunque sea en su entorno más cercano.
Redes sociales: @luisaconpaz