“Padrenuestro que estás en los cielos” y aquí en la Tierra y en Venezuela. Me gusta rezar el Padrenuestro porque de entrada me dices que “somos hermanos”, que eres el padre de los franela roja, de los franela amarilla, blanca e, incluso, de los que no tienen franela.
“Santificado sea tu nombre”. Tu nombre siempre debe estar asociado a cosas buenas y no a descalificaciones e insultos, tan comunes en esta Venezuela de hoy. Tu nombre inmerso cuando los hijos, nietos y ahijados piden la bendición a sus madres, abuelas y madrinas.
“Venga a nosotros tu Reino”, tu Reino de justicia, fraternidad, bondad y de solidaridad. Esa solidaridad que está salvando a tantos niños que consiguen manos extendidas. ¡Qué se multipliquen las semillas de tu Reino! ¡Ese es tu Reino! No el reino –con minúsculas– que utiliza el poder para oprimir, encarcelar o matar.
“Hágase tu voluntad así en la Tierra como en el cielo”. Tu voluntad es que nos tratemos como hermanos, que cuando nos enojemos luego hagamos las paces. Tu voluntad es que cuidemos la madre Naturaleza. Por eso te pedimos que se haga tu voluntad tanto en las ciudades, como en las selvas del estado Bolívar, amenazadas por el Arco Minero, ¡por ese arco depredador! Tu deseo no puede ser que acabemos con los árboles, con los ríos… Tu voluntad es que cuidemos el planeta, como lo han hecho durante siglos nuestros hermanos indígenas.
“Danos hoy nuestro pan de cada día”. ¡Qué no sigan muriendo más niños por desnutrición! ¡Danos el pan para los pequeños pacientes del JM de los Ríos! ¡Danos desayunos para todos los escolares! ¡Danos medicinas para los pacientes con enfermedades crónicas! Las ollas solidarias de Cáritas son buenas, pero, no alcanzan. ¿Será mucho pedir que la ayuda humanitaria sea solicitada y aceptada por aquellos que toman las decisiones en este país?
“Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Perdona que, a veces, no actuemos con rapidez; perdona a los políticos que no se ponen de acuerdo o, al menos, ilumínales para que lo hagan y remen en la misma dirección. ¿Tendrán perdón los que pudiendo evitar la muerte de tantos niños no hagan nada, se mantengan indiferentes? Perdóname, Padrenuestro, porque me está constando perdonarlos. Perdona al estudiante universitario de Barquisimeto, que estuvo detenido durante un mes el año pasado por protestar, ¡cosa que no es ningún delito! y me contó cómo lo torturaron a él y a otros jóvenes. “No sé si podré perdonarlos”, me dijo. Perdonar no significa no buscar la justicia para evitar que esas situaciones sigan sucediendo. Tu Reino también es de justicia.
“No nos dejes caer en la tentación”, en la tentación de creer que “todos está perdido”, de creernos los buenos mientras los otros son los malos, en la tentación de no luchar por el bien común, de no ver tantas semillas de tu Reino en este país.
“Líbranos de todo mal”. El mal que mata niños por malaria, difteria; el mal que mata a los pacientes renales pudiendo salvarse; el mal que ha convertido los corazones en piedras.
Sé que no “basta rezar”, pero rezar el Padrenuestro me ayuda a pensar que tengo muchos hermanos, muchos que me necesitan y muchos que debo admirar por lo que hacen.
“Amén”, palabra que me enseñaron de pequeña y cuyo significado es “así sea, así lo pido al Señor, así lo deseo”.
Luisa Pernalete
Hermana suya