A propósito del Día Internacional de la Mujer, me he detenido en los obstáculos que siguen teniendo niñas, jóvenes y mujeres para ver garantizados sus derechos como mujeres y como ciudadanas, así como avances y una pequeña ruta de qué seguir haciendo para alcanzar la igualdad de género y tener el derecho a desarrollarse de manera íntegra.

“Las niñas son lloronas… las mujeres son débiles… la mujer es para su casa… las mujeres se buscan los golpes…”. ¿Cuántas veces usted no ha escuchado expresiones como estas que de tanto oírlas terminamos por creérnosla, tanto los hombres como las mujeres?

El 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer y es una buena oportunidad para detenernos a pensar cuál es la situación de los derechos de las niñas y las mujeres en nuestro país.

Comencemos diciendo que, dada la emergencia humanitaria compleja que afecta desde hace varios años a todos los venezolanos (más a unos que a otros), agregue la pandemia, añada la inflación que devora cualquier ingreso (al menos a la mayoría de los venezolanos), súmele el tema de los malos y, a veces, inexistentes servicios públicos que convierten cada día en una carrera de obstáculos (un día no tienes agua y además se te va la electricidad cuando ya es hora de almorzar, ¡cómo me sucedió ayer!) y ponga usted el resto. Todo esto hace que ciertas realidades, ciertos derechos queden en segundo plano, siempre tan ocupados de las urgencias y eso mismo puede pasar con el tema de los derechos de la mujer.

En mi opinión, el primer obstáculo para avanzar en la defensa de los mismos es esta situación de emergencia generalizada y el hecho de que en Venezuela no existe una cultura de DDHH. Con esto quiero decir que, en general, los ciudadanos, las ciudadanas y los NNA no tienen ni los conocimientos suficientes de sus derechos y mucho menos saben cómo defenderlos. ¡Son esos derechos contemplados en la CRBV y las leyes específicas! La vulneración de los DDHH en el país es masiva, por decirlo de alguna manera.

Los DDHH no discriminan: son de todos y todas. Así que sería necesario empezar por ahí, aunque fuera conocer los DDHH contemplados en la CRBV y, en el caso de las madres y de las educadoras, es indispensable conocer la LOPNNA, porque los derechos de los NNA son responsabilidad de la familia, la sociedad -escuela incluida- y el Estado, que se supone que es el último garante de dichos derechos. Hay que insistir que estos son de todos los ciudadanos, ciudadanas y de los NNA. Conocer es el primer paso para poder saber que los están violando.

Hay que dar a conocer también la ley que defiende a la mujer contra todo tipo de violencia, tanto con adolescentes y jóvenes como con los adultos. Conocerla ayuda, pero, hay que insistir en el fortalecimiento de las instituciones que se supone deben defender a la mujer: son muy débiles, con personal mal entrenado que, a veces, no sólo no ayuda, sino que incluso criminaliza: “Abusaron de usted porque mire cómo se viste. Usted se lo buscó” y otras expresiones parecidas. Conocer dicha Ley es indispensable; así pudieran saber, por ejemplo, que, según ella, en todos los municipios debería existir una casa de refugio para mujeres maltratadas (no para que vivan ahí, pero si para que se puedan proteger por unos días cuando se sienten amenazadas). Recuerden que la mayoría de los casos de violencia contra la mujer vienen de sus parejas o exparejas. ¿Saben cuántas de esas casas hay? Hasta que yo supe, 4 en todo el país. ¿Usted conoce alguna?

Otro elemento que obstaculiza el respeto de esos derechos es la gran impunidad existente en lo que se refiere a los agresores de las mujeres, incluso cuando hay femicidios, los cuales se han incrementado en los últimos tiempos. La impunidad desmoraliza a las víctimas y empodera al victimario.

No es que no se haya avanzado en nada; de hecho, hay que ver como positivo la cantidad de organizaciones que están trabajando en la defensa de la mujer, así como la ayuda y el apoyo que ofrecen por teléfono en caso de emergencia. También hay redes, todavía pequeñas, pero que antes, hasta hace unos 10 años, no existían; algunas de esas organizaciones son: @cepaz, @rednaranjaorg, @mujeranaltica, @mujeresaliadas; igualmente están las clínicas jurídicas de la UCAB en Caracas y en Guayana. Incluso, tímidamente, Fe y Alegría tiene su programa Madres Promotoras de Paz, que en estos momentos se está actualizando y promoverá una red de apoyo entre madres, para enfrenar todo tipo de violencia. Sin embargo, es necesario dar a conocer más esas alternativas de defensa, de formación. También creo que es necesario sistematizar las buenas prácticas, pues lo bueno entusiasma, se contagia.

No quiero terminar estas líneas sin recordar que, para lograr la convivencia sana, la igualdad de género, hay que educar a los niños y a los hombres. No se trata de educar para la confrontación sino de educar para la convivencia humana. Trabajo por delante tenemos, pero se va avanzado.

Finalizo con un par de estrofas para las mujeres: Una cosa yo les digo/ a mis hermanas mujeres/ no son débiles, ni menos/ son unos grandes seres. // Yo digo, niña, mamá/ tienes derechos humanos/ hay que crear grandes redes/ y todos darse la mano.

Luisa Pernalete