El otro día una amiga de mi edad, y también “jubilada activa”, me comentó que hace unos meses comenzó a caminar por las tardes en un parque que le queda cerca. La primera semana observó a niños entrenando con su profesor/entrenador, a jóvenes ejercitándose, a personas adultas (incluso algunas muy mayores) que caminan todos los días… Les comenzó a dar las buenas tardes. El primer día no todos respondieron, pero paulatinamente, las respuestas y sonrisas se fueron sumando. Nadie sabe cómo se llama el otro, pero es agradable ese saludo, los rostros amables… Los niños la saludan desde la cancha al verla llegar y así pasa su rato de ejercicio diario.
Pensaba en aquel viejo refrán de “se cosecha lo que se siembra”. El saludo, la amabilidad y el sonreír son actitudes gratis; no se hacen pensando en “sacar algún provecho”. Piense que el simple hecho de ser amables, tan necesario para amortiguar tanta angustia, es una muestra de que el otro existe y merece atención.
La Semana Santa no termina el Viernes Santo con la muerte de Jesús, sino el Domingo de Pascua, con la resurrección, es decir, con la vida. Y eso debe permanecer en nosotros, los signos de vida en medio de tantas dificultades.
Es mucho lo que podemos hacer para mantenernos “resucitados”, además de saludar sonriendo, reconocer y valorar lo bueno que hacen las personas que nos rodean, echar flores, pues, ser parte de la Asociación de la Alabanza Mutua (AAM),que no requiere cédula ni código QR. ¡Je, je, je! Estar atentos a los dramas para ayudar y a las ”luces en medio del apagón”. Difundir esas luces anima y nos permite aprender, porque suelen contagiarnos y hacer que suban nuestros niveles de endorfinas.
Ayuda mucho a mantenernos resucitados juntarnos con otros para trabajar por el “bien común”: reforestar algún espacio en la comunidad, por ejemplo, une a los vecinos, mejora el ambiente y da ejemplo tanto a niñas, niños, adolescentes y adultos.
Es muy humano y da vida el hecho de visitar a esas personas mayores que se han ido quedando solas en urbanizaciones populares y de clase media; aunque solo sea para saludarlas, ver cómo están y ofrecer una mano de ayuda, si fuera necesario.
Amanecer dando gracias a Dios por el nuevo día, valorar lo que tenemos, rezar por otros y es buena idea que ellos sepan que están incluidos en tus oraciones.
Y siguiendo con los de rezar por otros, también ayuda rezar “con” otros, ya sea en la comunidad o en la iglesia. En el templo todos nos sentimos hermanos y no sólo cuando rezamos el Padrenuestro, ¡sino desde el momento que llegamos! Quizás no conocemos a quien está en el mismo banco, pero la oración en común disuelve las distancias: cantar juntos, responder juntos, darnos la paz… Suelo observar la actitud de las personas en misa y eso me gusta porque creo que la fe puede ayudarnos a reconstruir el tejido social roto en Venezuela en medio de tanta violencia. Si además de ir a rezar, pueden acordar llevar algo para compartir; por ejemplo, Cáritas tiene programas en muchas parroquias que promueven ollas comunitarias. Lleve usted su “kilo de amor”, como dicen en la parroquia donde suelo asistir a misa.
Y claro que sí, además de estas acciones diarias, si usted decide formar parte de algún grupo de ayuda a los demás, eso sería la resurrección permanente. Una amiga en Punto Fijo, Elizabeth, coopera con una organización de su parroquia atendiendo semanalmente niños y niñas; da catequesis, educación en valores… ¡Algo lindo! Otra amiga, vía El Pao, en el estado Bolívar, Belkis, coopera con el club de abuelos, enseñando y motivando a sus hijos a contribuir con ese cuidado a los mayores de la comunidad.
No olvide cuidarse usted mismo: hacer ejercicio, reconocer sus emociones y saberlas administrar (no reprimirlas), anotarse en algunas de esas actividades online que ofrecen herramientas para el autocuidado, como esas que está ofreciendo la Escuela de Psicología de la UCAB, entre otras.
Recuerde igualmente que, en su familia y en su trabajo, si está activo, puede y debe sonreír, cuidar los gestos (¡que también comunican!), reconocer lo bueno que hacen los otros. ¡Ah, y alábese usted mismo! Eso es válido para comprender que le gusta lo bien que hace muchas cosas.
Nada de todo esto va a impedir que se “vaya” la electricidad en cualquier momento, ni tampoco detendrá la inflación, pero podrá tener posibilidad de que le afecten menos, o de tener ánimo para el plan B o C o D.
¡Feliz Domingo de Resurrección y que nos acompañe siempre esa fe en la vida!
Luisa Pernalete