No hablo de la diáspora, hablo de los miles de maestros que han abandonado o renunciado y los miles de estudiantes que han dejado las aulas. ¿Qué se puede hacer para evitar esto?

¿Cuántos chicos y chicas han dejado las aulas en estos tiempos de educación en cuarentena? ¿Cuántos docentes han renunciado o simplemente han abandonado su trabajo?  Sabemos que la diáspora venezolana es la mayor de América Latina y del mundo, pero les reitero, no me refiero a ella.

Empecemos por los estudiantes. Ya para el año escolar 2018-2019, UNICEF hablaba de un millón de muchachos fuera de la escuela en el país. ¡Mucho muchacho por fuera! Hoy no sabemos, pero sí que eso de educar a distancia, con todos los obstáculos que las diversas modalidades han tenido, que van desde la brecha tecnológica (no tener equipos), la falta de conectividad y/o la malísima calidad del internet en Venezuela (¡una de las más lentas del mundo!) hasta la falta de electricidad impiden ver clases por televisión o escucharlas por radio… Todo eso, unido a la falta o inadecuado acompañamiento para las tareas escolares o los errores de los docentes que creen que educar a distancia se reduce a “mandar tareas” contribuye para que los chicos abandonen estudios… En fin, no tenemos datos de cuántos estudiantes realmente están siendo atendidos y cuánto están aprendiendo, pues de eso trata: de aprender, formarse como ciudadanos y personas, de tener presente y futuro.

¿Qué podemos hacer para que no sigan abandonando? Hay varias condiciones que ayudarían. Una es no romper el lazo afectivo. Ayuda mucho que los alumnos se sientan y se sepan importantes para sus profesores. Ayuda también que las clases sean creativas e interesantes. Ayudaría mucho partir de los intereses de los chicos, eso los engancha… Ayuda ser divertido, echar chistes en medio de una clase o ponerlos por escrito en las guías… Ayudaría mucho que los alumnos se pudieran ver, aunque fuera de vez en cuando, con sus profesores y sus compañeros… Una amiga me decía que su pequeña hija fue un día a su colegio esta semana, vio a un grupito de sus amiguitas y llegó feliz. Hay expertos que insisten en la vuelta a clases, ya sea presencial o semipresencial -combinar actividades “en vivo” y a distancia-. Hay que pensarlo.

La escuela protege a los estudiantes. La escuela reduce desigualdades. Verse también refuerza los lazos afectivos, claro, garantizando los protocolos de prevención para evitar contagios. Hay que dar todas las vueltas necesarias para que los alumnos se queden en el sistema escolar. En escuelas de Fe y Alegría cuando no se tienen noticias de algún alumno por un tiempo, se averigua con los amigos, se visita a la familia para ver qué pasa… Recuerdo un colegio nuestro, ubicado en Puerto Cabello, donde los docentes hicieron unos carteles con mensajes bonitos para sus alumnos, se tomaron fotos, los pusieron en las redes. Eran mensajes como: “Nos hacen falta, queremos verles…”. Fue algo muy significativo para los estudiantes

¿Qué más se le ocurre a usted que se pueda hacer para no se sigan yendo? Comparta sus ideas.

¿Y que decimos de los educadores? ¿Cuántos se habían ido antes de decretar la cuarentena? Sé de cierre de secciones por falta de docentes. ¿Cuántos se han ido este año? Y si se autoriza la vuelta a clases presencial, ¿cuántos más se irán? ¿Qué podría ayudarlos a perseverar? Menciono algunas posibilidades.

Que se sientan reconocidos, se les valore, se les acompañe. También los maestros necesitan que les pregunte cómo se sienten, mejorar su formación y proteger su salud mental. El Centro de Formación e Investigación “Padre Joaquín” de Fe y Alegría hace forochats formativos cada 15 días y se llena. Hay interés por parte de los docentes y lo agradecen.

Por supuesto, ayudaría enormemente el que se les remunerara dignamente, que se les garantice el artículo 91 de la CRBV y, aunque suene repetitivo, lo recordamos: “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para sí y su familia las necesidades básicas, materiales, sociales e intelectuales” (el subrayado es mío). Ya se sabe, que los docentes de la educación pública y de la subsidiada tienen salarios miserables, como dice el Director Nacional de Fe y Alegría: entre 2 y 5 dólares mensuales. ¡Ese es su salario! Con eso no se puede “vivir con dignidad” ni cubrir sus necesidades ni las de sus familias. Sé de docentes que renuncian llorando, de muchos que realizan actividades en su otro turno para subsidiar su trabajo en las escuelas, porque les gusta educar, no se quieren ir.

Conviene recordar que, según la CRBV, la educación es “un derecho humano y un deber social fundamental” (Art. 102) y el “Estado realizará una inversión prioritaria, de conformidad con las recomendaciones de la Organización de las Naciones Unidas” (Art. 103). No lo estamos inventando, lo dice la Constitución vigente. Si se hicieran esas inversiones prioritarias, es posible que no solamente tuviesen las escuelas los servicios públicos necesarios, sino también los educadores tendrían los salarios dignos que tanto necesitan.

Entonces, tal vez pudiésemos hablar de posibilidades de volver a clases presenciales porque tendríamos los docentes necesarios. Recuerden que sin maestros no hay educación ni a distancia ni presencial.

¿No creen que vale la pena hacer un acuerdo nacional para salvar a la educación en este país? ¿No creen que sea urgente ocuparse de la educación? Sin educación los niños, niñas y jóvenes no tendrán presente ni futuro y sin educación un país no sale de ninguna crisis. Hay que seguir recordando al Estado sus responsabilidades.