Los sucesos violentos del oeste de Caracas nos han obligado a pensar en muchas cosas, como en la alerta de saber que las bandas están llenas de jóvenes. Hay que prevenir la conducta violenta desde la infancia y la adolescencia. En esta oportunidad comparto un poco la experiencia del Proyecto “Madiba” el cual, empleando el rugby como estrategia, logran educar a niños y adolescentes para que sean campeones de sus vidas y se alejen de la violencia.

“Es muy triste ver que las bandas delincuenciales que andan en las calles, están llenas de jóvenes y cada vez de menos edad”, le comentaba un vecino del oeste de Caracas, de uno de esos barrios que han estado en medio de una verdadera guerra en estos últimos días, a una maestra.  Sí, es triste, jóvenes sin presente y sin futuro, que ven en delincuentes líderes negativos a los cuales seguir.  Da dolor.

Durante estos días los habitantes de una parte de Caracas han vivido una verdadera guerra y con ese dato de la juventud dentro de las bandas, hay que  pensar en las otras aristas del drama.

Se sabe que los niños de 0 a 7 años aprenden por imitación, pero también lo hacen los adolescentes, pues si cuando van creciendo ven como normal portar un arma y a otros que consiguen dinero sin trabajar,  eso es lo que aprenden. Además como ven el miedo disfrazado de respeto y no encuentran otras realidades para contrastar, se inclinarán hacia esas conductas violentas. Del entorno se aprende por osmosis.

Les voy a compartir la experiencia del Proyecto “Madiba” -que se llama así por Mandela- de la comunidad de “El trompillo”, al norte de Barquisimeto.  Es un ejemplo y una prueba de la validez del trabajo de prevención de la violencia, a pesar de los entornos adversos.

Hace 4 años en la escuela “Monseñor Romero” de Fe y Alegría, la Fundación “Flores de la esperanza”, dirigida por Jesús Pernalete Túa, quien es un conocido artista plástico y emprendedor social larense, ya desarrollaba un proyecto en ese centro educativo para atender a las niñas de alta potencialidad, las mejores alumnas, las cuales estaban siendo objeto de bulling escolar. Un trabajo extraordinario del cual varias niñas han sido premiadas por sus trabajos artísticos, pues se utiliza el arte para educar para la paz.

Animados por esos resultados, la escuela le pidió a “Esperanza Activa” que se hiciera algo también para los varones, para esos retraídos, esos con conductas difíciles, los de bajo rendimiento, los cuales estaban a punto de dejar la escuela por el rezago escolar y ya les daba pena andar con “camisa blanca” siendo adolescentes.  En fin, esos muchachos “difíciles” en riesgo, por decir lo menos. Hay que apuntar que “El trompillo” es una comunidad muy pobre y violenta;  ese año hubo  muchas protestas y habían sido testigos de asaltos a gandolas en la circunvalación norte. Todo el mundo podía verlos y muchos participaban en esos asaltos. Con esos ejemplos y esa vulnerabilidad, no hay que dudar que los niños y adolescentes que se iban levantando  tenían malos ejemplos a los que seguir.

Nace entonces  Proyecto “Madiba” bajo el cobijo de “Esperanza Activa”, teniendo como estrategia la práctica del rugby, con chamos desde 9 años en adelante.

Kike, administrador de profesión y uno de los 6 voluntarios que cada sábado va  a la comunidad a entrenar a los chicos, cuenta con entusiasmo que trabajan con 50 chicos. No fue fácil al comienzo, pero el rugby los fue conquistando. “Trabajamos los 5 principios del deporte: integración, pasión, solidaridad, disciplina y respeto. Insistimos en que esos no son solo para el deporte sino para la vida, para llevarlo a su salón de clases, a su casa. También trabajamos con la filosofía de los campeones. Tienen que ser campeones en el deporte y también en su vida”.  Una vez me comentaron que la franela del equipo se la tenían que ganar…  Todo lo que hacen tiene un sentido formativo. Los sábados también tienen su desayuno y ellos, los mismos niños, cooperan ordenando el comedor, limpiando…  Disciplina para la vida. Para pertenecer al grupo solamente  se les exige, como requisito, que estén estudiando.

Los maestros del colegio dan fe de como los llamados “mala conducta” que participan del Proyecto se han ido convirtiendo en líderes positivos en sus salones de clase. Mientras otros chicos con familiares “malas juntas”  se han conservado sanos. ¡Se han salvado de terminar en las bandas violentas del barrio!

De la escuela de Fe y Alegría, que llega hasta 6to grado, pasan al liceo, dirigido por la Congregación de los escolapios, también afiliado a la AVEC, que tiene bachillerato completo.  Estando en ese centro pueden seguir en el Proyecto “Madiba”. Decía “Kike” que los más grandes estudian y trabajan;    esperan ayudarlos a no abandonar los estudios. Ojalá puedan llegar a la universidad o, en caso contrario, que realicen algún curso que les permita vivir honestamente. Esos que ya no están en Fe y Alegría, pero si en el equipo de rugby, son adolescentes muy participativos en el liceo, siguen siendo líderes positivos.

Eso no es lo único que hace la escuela de Fe y Alegría por sus alumnos y exalumnos, pero ciertamente “Madiba” ha sido un muro de contención a la violencia, con estrategias positivas y atractivas. Así van surgiendo otros referentes.  Ver ejemplos positivos es como abrir ventanas con horizontes que no sean la delincuencia o la banda que también ofrece un “futuro” corto y exitoso, pero con el mal como camino.

Nuestros jóvenes no tienen que terminar en bandas como las del “Koky”, el “Mayeya”, el “Vampi”. Así como Proyecto “Madiba”, en el país hay organizaciones que están ocupándose de brindar oportunidades a esa población que se levanta en los sectores populares. Claro, necesitamos que el Estado cumpla con sus responsabilidades: controle las armas, frene el crimen organizado, brinde seguridad a los ciudadanos, trabaje en prevención del delito, por mencionar algunos aspectos básicos.

El comportamiento violento no es natural, es aprendido.  Nadie nace delincuente. “¿Quién dijo que todo está perdido?”.  Uno da gracias a Dios que existan esas organizaciones, esos espacios de encuentros  donde la gente buena extiende su mano para que los jóvenes no se vayan al otro lado de la sociedad  y su foto quede para pedir recompensas.