
“Ya me da pena estar pidiendo prestado a todo el mundo”, comentó el profesor Domingo, de un colegio de Fe y Alegría de Antímano. “Uno es profesional, es responsable con su trabajo, necesita del salario para la familia y también para la renta del teléfono, pues con el celular es que nosotros atendemos a los alumnos, eso no lo podemos dejar de hacer.” La verdad es que me basta con el testimonio de cualquier docente para pensar en lo grave que es retrasar el pago de la quincena a los profesionales de la educación.
Para el momento en que escribo estas líneas, la subvención correspondiente a la segunda quincena de mayo, aún no ha llegado a las cuentas de los colegios subsidiados por el Ministerio de Educación. Desde que funciona el Convenio se pagaba los 10 y los 25 a los maestros. Últimamente se informó que se pagaría 15 y 30, pero, para el día 3 de junio aún no se ha cancelado al personal. ¡No es justo!
Las escuelas subsidiadas, como son las 176 de Fe y Alegría, las ampara el Convenio que desde hace 31 años se firma entre el ME y la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC), el cual cubre la nómina del personal de los centros educativos. Ese Convenio se actualiza y se renueva cada año. Ya se sabe que el docente en Venezuela gana poco, su salario es el más bajo de toda América Latina y además, si no se paga a tiempo, es realmente cruel.
Hay que decir, en honor a la verdad, que los retrasos no son frecuentes, pero un día que se tarde en pagar es contribuir a la devaluación del ya bajo salario, pues todos sabemos que cada día el bolívar vale menos.
El nuevo ministro del MPPE, quien fue responsable de la cartera del Ministerio del Trabajo, debe saber de memoria el artículo 91 de la CRBV. En tal caso me permito recordárselo: “Todo trabajador o trabajadora tiene derecho a un salario suficiente que le permita vivir con dignidad y cubrir para él y su familia las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales.” Esa es una aspiración de los docentes: ganar un salario que les permita vivir dignamente como lo dice la Constitución. Hace rato que con su ingreso mensual no puede cubrir las necesidades básicas, pero si además de ser bajo, no se paga a tiempo… ¡dígame usted!
La educación venezolana hace años que está amenazada. No sabemos siquiera cuántos alumnos están siendo atendidos, tampoco sabemos cuánto están aprendiendo y no decimos sólo por este tiempo con educación a distancia, por la pandemia. Desde antes de haberse suspendido las clases presenciales, ya estaba en emergencia. Una de las causas de esa situación tiene que ver con las renuncias de docentes, precisamente por los bajos salarios. Hay liceos que han reducido sus secciones, incluso hay algunos que fueron cerrados por falta de docentes. Los que quedan, los que perseveran, hay que cuidarlos. Por eso la insistencia en que los recursos, aunque sean insuficientes, lleguen a tiempo a loa centros.
Hace muchos años le escuché decir al padre Luis Ugalde que la sociedad tenía que ocuparse de sus maestros, para que estos pudieran ocuparse de los alumnos. Y tenía razón. Era un tiempo en que Venezuela no sufría esta hiperinflación que tenemos ahora, que pulveriza cualquier salario. Ahora con más razón hay que tenerlos en cuenta. También habría que recordar que “sin maestros no hay escuela”, no hay educación, ni presencial ni a distancia; simplemente no es posible educar sin educadores. Suelo decir que he ayudado a crear nuevas escuelas sin local (eso se resuelve), sin mobiliario (cada quien llevando su sillita), pero lo que siempre resultaba imprescindible era el maestro.
Conozco docentes que se mantienen en su trabajo por amor a los niños, porque les gusta lo que hacen, porque entraron a esta profesión por vocación, porque “lo tienen en su ADN”, como me dijo hace poco el profesor Edward, de un colegio de Fe y Alegría en Barquisimeto. Es subdirector y está cubriendo las vacantes de tres docentes de Lenguaje que renunciaron, él es de esa especialidad. “Para poder ir al colegio me compré una bicicleta, pues el salario no me daba para pagar pasajes. Además, en la tarde trabajo en una pizzería, así puedo sobrevivir.” O sea, que subsidia su trabajo en Fe y Alegría. Esas acciones y actitudes heroicas me constan y se multiplican. ¡Tengo para escribir un libro! Esa responsabilidad hay que reconocerla y hay que retribuirla con salarios decentes y pagados a tiempo.
Uno espera que el Ministro, que está a tiempo de mejorar y no de empeorar la situación, sea sensible y escuche a los maestros, pero, mientras se decide a aumentar lo justo, al menos pueda regularizar los tiempos de las transferencias de recursos a los planteles subvencionados, que están cumpliendo con su trabajo.