Sumario. Venezuela tiene déficits de ciudadanía en todos los campos y en la calle donde coinciden ricos, pobres de siempre y empobrecidos de ahora, niños, jóvenes, adultos y ancianos, ciclistas, motorizados, choferes de carros y peatones, letrados y analfabetas, se nota esa falta de ciudadanía, de respeto por las normas que pueden beneficiar a todos. Sobre esta urgencia escribimos.

¿Cuántas veces ha visto a motorizados o a choferes, tragarse una flecha o irrespetar la luz del semáforo? Yo observo eso a diario en toda la ciudad, en las grandes avenidas, muy transitadas y también en calles más solitarias. Incluso he visto funcionarios uniformados, en moto, no respetar esas normas que se supone son para todos.

En Venezuela, los accidentes de tránsito, según la OMS, suponen la 5ta causa de muerte en el país. Ese dato sale en su informe del 2020, año en el cual murieron por esta causa, 11.127 personas. Según la misma fuente, Venezuela ocupa el puesto 26 en la lista mundial de muertes por esa causa.

Pero, sin tener que llegar a las víctimas fatales, ¿cuántas personas son arrolladas, cuántos choques, cuantos sustos se pasan en las calles venezolanas por no respetar esas normas? Y no hablemos, insistimos, solo de parte de los choferes de carros, también incumplen las normas de tránsito los ciclistas, los motorizados, los peatones (quienes no atraviesan la calle por las esquinas, sino en cualquier parte de la cuadra). ¿Y qué me dicen de los choferes que se estacionan en lugares prohibidos, como en las esquinas? Eso impide ver cuándo se puede cruzar de manera segura. Hemos visto en Barquisimeto, en avenidas importantes, esas “farmacias sobre ruedas”, programa del gobierno para ofrecer medicinas a menos precio, estacionarse en las esquinas y ¡no hay autoridad que les diga algo!

Las ciudades requieren de normas para todos: eso permite que la protección sea también para todos, espacialmente los más vulnerables: los niños, los ancianos, los que andan en sillas de rueda, los que andan con muletas o bastón, los invidentes, los más lentos.    Si no hay normas para todos, lo que prevalece es la le Ley de la selva, la del más fuerte.

En la calle confluimos todos: niños, jóvenes y no tan jóvenes, los rápidos y los lentos, y para todos hay normas que, si las cumplimos, nos beneficiamos en colectivo.

Respetar los semáforos, que estos estén sincronizados y en buen estado es una norma importante. Que las esquinas tengan su rayado para que pasen los peatones y estos sean respetados es fundamental. Que ciclistas y motorizados vayan por el canal lento, usen sus cascos, podría evitar muchos accidentes. Que las unidades de transporte colectivo no se paren en cualquier lugar para recoger pasajes sino en las paradas, evitaría muchas trancas y accidentes.

A las autoridades les corresponde lo suyo: ya mencionamos lo de los semáforos y el rayado en las esquinas, pero, también les toca que las calles estén en buen estado (evadir huecos puede ocasionar accidentes), las esquinas deben poseer las señales de las direcciones, que se sepa para dónde está el flechado, así como señalar los lugares adecuados para estacionarse.

La ciudadanía en la calle es urgente. Desde la familia y la escuela, hay que trabajarla, que sea vea como necesario y beneficioso para todos. En Barquisimeto, la Red Apostólica Ignaciana (RAIL), la cual agrupa a organizaciones ligadas a la Compañía de Jesús como el Centro Gumilla, Fe y Alegría -programa Escuela, el Instituto Universitario Jesús Obrero, el programa Capacitación, emisora de radio, parroquia Jesús de Nazaret, ha comenzado una campaña de formación ciudadana, para lograr que la calle deje ser una jungla y se convierta en un lugar de encuentro. Ha empezado con micros radiales, que son difundidos por varias emisoras, y luego, en septiembre y octubre, harán otras acciones en alianza con la sociedad civil, con la iglesia, colegios públicos y privados, otros medios de comunicación y hará llamados a las autoridades y líderes políticos. El “bien común” es su bien y el mío. Todos tenemos algo que aportar. ¿Se anima usted? Por su bien y el de los suyos.

Por Luisa Pernalete (@luisaconpaz)