En Semana Santa, la Iglesia católica recuerda el Vía Crucis de Jesús, su pasión, su muerte, pero termina con la resurrección… Aquí les presentamos el camino de la cruz de la escuela venezolana en medio de la pandemia y algunos signos de resurrección. 

Primera estación: En los patios no juega nadie. Las escuelas llevan un año vacías, sin vida, de vez en cuando algún maestro, alguna madre llevando tareas. Tristes las escuelas sin niños, ni docentes.

Segunda estación: Volvieron a robar a la escuela. Colegios huérfanos de vigilancia. Ya se llevaron los equipos del taller, ahora también los aires acondicionados y, en algunos centros, ¡hasta los techos desaparecieron! ¿Cómo recuperar todo eso? Cuando se roba una escuela, se roba a la comunidad. ¿Cuántas han sido robadas?

Tercera estación:  Más niños se van quedando sin sus padres, quienes se van buscando futuro  en una migración forzada.  A las abuelas les cuesta eso de acompañar a sus nietos en todo, incluyendo lo de las tareas escolares. Además, ¿quién atiende a esos “niños dejados atrás” con las escuelas cerradas?

Cuarta estación: ¡No hay agua! Las plantas se están muriendo. Si hubiese posibilidad de volver a clases, presenciales o semi-presenciales, ¿cómo se lavan las manos los asistentes? El problema no es de ahora, pero se ha agravado.

Quinta estación: Los niños no tienen acceso a Internet para ver clases on line; algunos  tienen conexión por ratos, es intermitente, se les cae a cada momento. A veces terminan las tareas y no tienen como mandárselas a los profesores. Menos de la mitad de los hogares venezolanos tiene acceso a este servicio.  

Sexta estación: Se “fue” la luz en el sector, tampoco hoy podrán escuchar clases por radio o por televisión. Lo de los servicios públicos, malos o inexistentes, atentan contra el derecho a la educación. La LOPNNA dice que los NNA tienen derecho a un nivel de vida adecuado.

Séptima estación: Los maestros no pueden para brindar asesorías porque no tienen como pagar los pasajes. Las asesorías ayudan, pero no todos los docentes pueden llegar a la escuela, o carecen de efectivo o, simplemente, lo que ganan no les alcanza para pagar esos pasajes.

Octava estación: La mamá de Vanesa dice que ella no es maestra, muchas veces no sabe cómo ayudar a  su pequeña y, en ocasiones, simplemente le hace la tarea para que cumpla, pero, con eso la niña no aprende. La educación a distancia ha recargado a los padres y no todos tienen herramientas para jugar ese papel de “acompañantes”, además, ¿quién les acompaña a ellos?

Novena estación: A Julián, de 13 años, le están ofreciendo dinero por informar a bandas delictivas. También hay adolescentes reclutados para entrar a esas bandas. Los riesgos son muchos: en la calle… la cuarentena no importa. El delito organizado no toma vacaciones. Esto es serio.

 Décima estación: A William lo maltratan en su casa, ahora no tiene a su maestra que se puede dar cuenta de las marcas y lo defienda. La escuela ejerce un papel de protección:  los buenos educadores están pendientes de esos “detalles” de sus alumnos, pero si no los ven…

Décima primera estación: Yelitza solo come dos veces al día. Antes podía desayunar o almorzar en la escuela, pero ya no tiene esa ayuda. Venezuela sufre de una grave inseguridad alimentaria. Los programas de alimentación escolar son muy útiles. Cerradas las escuelas, solo algunas mantienen una manera de brindarles alimentos a los niños.

Décima segunda estación: Renunció otra maestra. Desde hace varios años, esto ha sido una cruz para la educación venezolana: los maestros renuncian o simplemente abandonan su cargo porque no les es posible sobrevivir con los actuales salarios. He sabido de casos en los que se van llorando, les gusta educar, quieren a sus estudiantes, sin embargo lo que ganan no les da para comer, ni para el pasaje…y sin maestros, no hay educación ni presencial ni a distancia. Sin educadores, lo que viene es la muerte de la educación.

El Vía Crucis tiene más estaciones.  Seguro que usted sabe de más sufrimientos y le duele las escuelas vacías, le duele que haya muchos muchachos  fuera del sistema escolar. ¿Vemos resurrección en medio de esta pandemia y en medio de la emergencia humanitaria compleja?  Pues sí:  

  • Hay signos de resurrección en la perseverancia de muchos docentes que se mantienen a pesar de los salarios miserables y lo hacen haciendo malabarismos para atender a sus alumnos, pidiendo teléfonos prestados,  pasando a mano guías instruccionales, visitando sus casas para saber de ellos. 
  • Vemos resurrección en esas madres, también heroicas, que buscan ayuda para poder acompañar a sus hijos en su educación. 
  • Vemos resurrección en los maestros que se forman para tener más herramientas; también en los estudiantes que hacen esfuerzo por superar obstáculos para aprender a distancia.  
  • Hay resurrección cuando existe gente que defiende el derecho a la educación.

Hay que unir esfuerzo para que la escuela pueda resucitar… Se requiere que el Estado invierta lo suficiente para que la educación venezolana no siga agonizando. Se requiere un acuerdo nacional, con todos los actores para darle vida, para que resucite y no siga agonizando.