Ideas clave

Los ciclos y los cambios son parte constante de la vida:  en la familia, el trabajo, el círculo de amigos… Algunos cambios son imperceptibles y otros drásticos, también pueden desarrollarse como una experiencia difícil o por el contrario manejable.

Iniciar un ciclo es:

▪️Como subir a un nuevo tren.

▪️Comenzar algo nuevo, llenos de esperanzas y expectativas.

▪️Una oportunidad para aprender, crecer y experimentar cosas nuevas.

▪️Un acto de valentía y confianza en sí mismo.

▪️Salir de la zona de confort y avanzar hacia lo desconocido.

Entre las etapas y procesos comunes en la apertura de ciclos están:

Etapa 1️ Es darse cuenta que un ciclo ha terminado, reconocer cambios, pérdidas y aprendizajes adquiridos. En ocasiones, eso implica un proceso de duelo y despedidas.

Etapa 2️ Es un momento de reflexión y aprendizaje para evitar cometer los mismos errores a futuro: ¿qué funcionó y qué no?, ¿qué lecciones aprendiste?, ¿qué cosas puedes mejorar?

Etapa 3️ No es suficiente con nombrar las metas como la lista de deseos de fin de año, es importante crear un plan de acción.

Etapa 4️ Es indispensable poner en marcha el plan y aprender nuevas habilidades o establecer nuevas relaciones.

Al enfocarnos en el cambio y la adaptación como parte integral de los ciclos, podemos aprender a ser más flexibles, esto permite valorar la transformación y nos ofrece oportunidades de crecer y evolucionar.  

Es necesario reconocer en qué ciclo nos hallamos, tanto los personales como aquellos en los que estamos participando en el lugar de trabajo, en la familia, en una organización comunitaria o religiosa y en qué nivel del ciclo nos encontramos: iniciando, en desarrollo, concluyendo. Esto nos permite enfocar y generar acciones más claras para cuando llegue el momento de cerrar ese ciclo y avanzar a otros, además de poder hacerlo con serenidad, bienestar y satisfacción del camino recorrido.

Al enfocarnos en el cambio y la adaptación como parte integral de los ciclos, podemos aprender a ser más flexibles, esto permite valorar la transformación y nos ofrece oportunidades de crecer y evolucionar.  

Es necesario reconocer en qué ciclo nos hallamos, tanto los personales como aquellos en los que estamos participando en el lugar de trabajo, en la familia, en una organización comunitaria o religiosa y en qué nivel del ciclo nos encontramos: iniciando, en desarrollo, concluyendo. Esto nos permite enfocar y generar acciones más claras para cuando llegue el momento de cerrar ese ciclo y avanzar a otros, además de poder hacerlo con serenidad, bienestar y satisfacción del camino recorrido.

Elsa Punset, en relación a la adaptación y el cambio, plantea que para el bienestar y éxito en la vida debemos reconocer que la mente tiene la capacidad de adaptarse a las nuevas situaciones y experiencias, y que la actitud frente al cambio determina en gran medida cómo lo experimentamos.  *Podemos tener una mentalidad fija o mentalidad de crecimiento. 

Si tenemos una mentalidad fija evitamos los retos, abandonamos fácilmente cuando existen obstáculos, vivimos el esfuerzo como algo que no funciona, ignoramos el feedback pues lo consideramos algo negativo, y nos sentimos amenazados por el éxito de los demás. En consecuencia, los cambios nos resultarán más difíciles y angustiosos.

Si tenemos una mentalidad en crecimiento disfrutamos los retos, los obstáculos los asumimos como una posibilidad de demostrar nuestra persistencia, entendemos el esfuerzo como el camino al éxito, aprendemos de las críticas, y por supuesto, el éxito de los demás se convierte en una inspiración para nosotros.

Si no soltamos los ciclos o no soltamos el pasado, vivimos el presente con una maleta llena, con exceso de peso que debemos arrastrar y que no nos permite disfrutar cada momento de la vida. Identifiquemos qué cosas del pasado necesitamos soltar: ¿relaciones?, ¿hábitos?, ¿actitudes? porque simplemente nos están impidiendo avanzar más rápido y en modo feliz.

Podemos ver los ciclos en la educación, como cada etapa de la vida de un estudiante que presenta desafíos y oportunidades únicas, por ello debemos adaptar los contenidos y métodos de enseñanza para satisfacer las necesidades específicas de cada edad. El proceso de aprendizaje no es lineal, sino que ocurre en ciclos, los estudiantes exploran un tema, lo asimilan, lo aplican y luego lo integran con el conocimiento previo.

La evaluación no es un punto final, sino que es parte de un ciclo continuo. La retroalimentación permite a los estudiantes identificar sus fortalezas, sus debilidades y ajustar su enfoque para mejorar. La educación prepara a los estudiantes para los ciclos de la vida adulta, el mundo laboral, la formación continua, la vida en familia.

Ayuda a tomar decisiones para cerrar ciclos en diferentes dimensiones de nuestras vidas: separación de la pareja, renuncia a un espacio laboral, alejarse de un círculo de amistades…  el reconocer qué situaciones fundamentan la decisión, qué “no negociables” en nuestra vida ocurren en esos espacios y con esas personas y no podemos aceptar.

Cerrar ciclos nos libera del pasado y nos permite avanzar hacia el futuro, pero abrir ciclos nos da la oportunidad de crear nuevas experiencias y alcanzar nuevas metas. No podemos abrir un ciclo nuevo sin antes cerrar el anterior. Abrir y cerrar ciclos es un proceso continuo en nuestra vida.  

El docente debe formarse en inteligencia emocional, solo así podrá ser modelo y potenciar esta última en sus estudiantes, además de establecer intencionadamente y en la medida de lo posible, un ambiente “neutral” o de equilibrio de las emociones  en su aula, evitando los extremos altos  de cada una de las emociones que pueden experimentar los estudiantes, ya sean “displacenteras” o “placenteras”.

Emociones y sentimientos no son lo mismo.  Las emociones son respuestas automáticas, fisiológicas, breves y suelen ser transitorias, mientras que los sentimientos son interpretaciones conscientes, complejas y más duraderas que las emociones.

Debemos educar en inteligencia emocional, lo que significa que los estudiantes aprendan a identificar y definir cuáles son las emociones que sienten, cómo se experimenta cada emoción y cuáles son los modos más sanos y pertinentes para gestionarlas o manejarlas.

Una estrategia para la gestión de las emociones es el termómetro de las emociones que consiste en que cada estudiante descubra e identifique, antes de entrar al aula, cómo se siente, qué emoción está experimentando, cuál es el nivel de variabilidad de la emoción en ese momento.  Esto puede ayudar al docente a escoger mejor las estrategias de aprendizaje que potencien el desarrollo de experiencias significativas.

Apliquemos la empatía en nuestros centros educativos, que se traduce en entender las emociones y perspectivas de los estudiantes para adaptar el enfoque de enseñanza, ofrecer el apoyo necesario, y crear un espacio seguro y acogedor donde ellos se sientan valorados y comprendidos. Esto facilita la expresión emocional y el compromiso con el aprendizaje.

Las técnicas de respiración, especialmente la de relajación, ayudan a nivelar la frecuencia cardíaca y respiratoria de los estudiantes cuando llegan del recreo, o están emocionalmente agitados, ayudando a lograr un balance en las emociones para dar inicio a las actividades.

Otra técnica que contribuye a nivelar el estado emocional y disponer a los estudiantes a los procesos de enseñanza aprendizaje es la técnica de respiración diafragmática, en donde enseñamos a los estudiantes a que tomen aire por la nariz, cuenten mentalmente 1- 2- 3, mantengan el aire en 1- 2- 3, y exhalen por la boca en 1- 2- 3.

Hoy en día la tecnología, la web, los teléfonos celulares han interferido en el proceso y desarrollo psicosocial de los niños y adolescentes, por ello *en las aulas deben fomentarse actividades de esparcimiento, recreación y socialización. 

Los docentes, en nuestros espacios educativos, debemos reconocer que todas las emociones son importantes, por ello debemos ayudar a identificarlas, validarlas y gestionarlas.

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