La Batalla
Desde que Maracaibo volvió a caer en manos de los realistas, los patriotas comenzaron a planificar su liberación. Todo lo conseguido con la independencia estaba en peligro, pues por Maracaibo los realistas podrían recibir refuerzos y tropas de España y de las islas del Caribe que seguían en poder español, e intentar como lo pretendía Morales reconquistar otras provincias.
El plan patriota para liberar definitivamente a Maracaibo comprendía una combinación de ataques por tierra y por mar. El General Montilla enviaría tropas desde Río Hacha y atacarían por la Guajira, y el almirante Padilla intentaría forzar la Barra con su escuadra y entraría en aguas del lago. A Morales le llegaron rumores de estos planes, pero los despreció por considerarlos «meras paparruchas con que los colombianos alimentan y alucinan a las gentes». Por ello, descuidó la defensa del paso de la Barra, que únicamente quedó protegida con los cañones del castillo de San Carlos.
El ocho de mayo de 1.823, Padilla, a pesar del fuego vivo del castillo, logró pasar delante de él con todos sus buques sin graves consecuencias. Sólo se perdió el bergantín Gran Bolívar que recibió quince disparos y, como se estaba llenando de agua, sus tripulantes decidieron abandonarlo después de incendiarlo.
Desde este día en que los patriotas penetraron en el lago hasta la fecha gloriosa y definitiva del 24 de Julio en que se libró la Batalla Naval, pasaron semanas de preparativos, estudios, planes, pequeñas escaramuzas entre ambas escuadras, en que los realistas perderían la goleta Margarita y la gran flechera Guaireña, y los patriotas el bergantín Fama.
En junio de 1823, Morales abandonó Maracaibo con sus buques mayores y se refugió en el castillo de San Carlos en espera de que llegara Laborde con refuerzos desde Curazao. Dos días después de que Morales abandonara Maracaibo, el 16 de junio de 1.823, el comandante General Manuel Manrique, que había llegado con sus tropas por el lago desde Gibraltar, tomó Maracaibo al frente del batallón Orinoco. La batalla fue muy dura pues hubo que ganar cada centímetro a base de valor y de osadía. El combate comenzó a las cinco de la tarde y terminó a las nueve de la noche en medio de un aguacero muy fuerte.
Durante sólo tres días los patriotas pudieron retener Maracaibo, pues cuando se enteraron que Morales venía contra ellos con un poderoso ejército de 1.800 hombres, Manrique decidió abandonar la ciudad para no sacrificar inútilmente a sus hombres, cuyo número era muy inferior.
De las tropas de Río Hacha enviadas por Montilla no se tenía noticia alguna. Desde el 12 de junio estaban en las sabanas de Cojoro sin poder pasar a causa de unas terribles lluvias que habían inundado La Guajira.
A mediados de julio, llegó Laborde desde Curazao al castillo de San Carlos con las goletas Constitución y Ceres para reforzar a Morales. Le propuso a Morales que mandara evacuar Maracaibo, pero como este no le hizo caso, se puso al frente de la escuadra realista con los últimos preparativos para jugárselo todo en una batalla definitiva.
El 21 de julio, Padilla publicó una proclama de guerra que concluía con el grito definitivo de «Colombianos, morir o ser libres». Las tropas patriotas estaban con una moral muy alta y dispuestas a dar la batalla con inusitado valor. Las últimas indicaciones aclaraban que, en el caso de combatirse por la noche, los republicanos se reconocerían entre ellos por ir sin camisa.
El día 23 se inició el ataque que Padilla pospuso para el día siguiente por juzgar que los vientos le eran adversos. Cuando amaneció el día 24, Padilla arengó a sus hombres para el combate definitivo, y hacia las dos de la tarde, cuando el viento y la marea les eran favorables, los barcos patriotas partieron de Los Puertos contra la escuadra realista que estaba anclada frente a Capitán Chico. A las tres y diecisiete minutos de la tarde, la escuadra patriota abordó al enemigo y el lago se agitó en un solo grito de fuego y sangre, de lucha y muerte. Desde el Cerro de La Cotorrera, en Maracaibo, Morales, a caballo, con su Estado Mayor, observó la agitación del encuentro. Sobre El Bomitón, un cerro de Los Puertos de Altagracia, Manrique y sus hombres, con avidez, en guardia ante la posibilidad de un desembarco realista, seguían también el desenlace. Poco a poco, el grito bronco fue decayendo y, tras él, se abrieron las voces de una canción de victoria: la escuadra realista había sido derrotada y Maracaibo y Venezuela eran definitivamente libres.
Pero contemos la batalla según el testimonio publicado en el extraordinario periódico “El Zulia Ilustrado” de agosto-septiembre de 1891, números 34-35:
A las tres y diecisiete se hizo la señal de abordar al enemigo… Formados, de un modo muy hermoso, ningún buque salía de su posición, y todos iban sobre alguno de los enemigos. A las tres y cuarenta y cinco empezaron estos el fuego de cañón, y a muy poco rato el de fusil, pero del modo más vivo y sin interrupción; mas la Escuadra de Colombia, acostumbrada a ver con desprecio sus fuegos, seguía siempre sobre ellos con la mayor serenidad, sin que se separase de su lugar ninguno de los nuestros, y sin tirarles un tiro de pistola, hasta que, estando a tocaperoles, se rompió por nuestra parte el fuego de cañón y de fusilería, sin que se pueda decir qué fue primero, si abordarlos o batirlos.
El bergantín Independiente dirigió y rindió al San Carlos. El Confianza abordó valerosamente a una goleta. A la de tres palos Emprendedora se le rindió Marte y a todos los demás, cubiertos de humo, sin que pueda en rigor decirse la conducta que observan en aquellos momentos los demás buques; pero sí sabemos que el Marte batió completamente y rindió varios de los enemigos, y que todos los demás cumplieron con sus deberes…
Tres goletas escaparon únicamente: las dos que estaban a vanguardia y la Especuladora, que acercándose cuanto pudieron a tierra, huyeron para Maracaibo, armadas, pero hechas pedazos y con muy poca gente…
«En esta gloriosa y memorable acción, hemos tenido la pérdida de ocho oficiales y treinta y seis individuos de tripulación y tropa muertos y catorce de los primeros y ciento cinco de los segundos, heridos, y un oficial contuso; al paso que al enemigo le ha costado la horrorosa, de más de ochocientos entre unos y otros, habiendo quedado, además en nuestro poder, sesenta y nueve entre soldados y marinos, ocho de aquellos y diez de estos heridos».
El tres de agosto de ese mismo año, 1823, Morales firmó la capitulación o rendición definitiva en el edificio de la hoy Plaza Bolívar que se llama precisamente Casa de Morales, y a los pocos días, entregó la ciudad a los patriotas y se embarcó con sus hombres rumbo a Cuba, isla que permanecería bajo poder español hasta finales del siglo.
Tras la Batalla Naval, el genio popular cantó las hazañas de los patriotas en numerosas canciones, poemas y gaitas:
Morales con su escuadrilla
a Maracaibo tomó:
pero luego al diablo vio
en el General Padilla
que a Laborde hizo tortilla
y a sus marinos osados,
la mayor parte ahogados,
y muertos más de ochocientos,
que de tiburones hambrientos,
fueron sabrosos bocados.
Toma la barra Padilla
¡Maravilla!
y quizás nuestra escuadrilla
en su poder estará
¡Ajá!
El año de veinte y cuatro
comimos coco y patilla,
y nos hubiéramos muerto
si no nos llega Padilla.
Por Antonio Pérez Esclarín ([email protected])
@pesclarin | www.antonioperezesclarin.com