Para tener equilibrio en medio de este mundo tan complicado y este país envuelto desde hace años en una Crisis Humanitaria Compleja, creo que es necesario mirar con los dos: el que ve los dramas y los problemas, mientras con el otro observamos lo que debemos y podemos mirar las “lucecitas en medio del apagón”, lo cual nos puede animar y contagiar para que multipliquemos bondades.

En Venezuela basta con mirar durante un rato desde cualquier esquina y para detectar imágenes a las que no podemos acostumbrarnos a pesar de lo repetidas y que se pueden volver “normales” y no lo son. Enumero algunas de ellas, además de ciertas situaciones que no deberían existir ni aceptarlas como algo “normales”.  Con un ojo observo:

  • Niños y adolescentes ofreciendo sus manos para limpiar vidrios, a cambio de una ayuda para comer, cuando deberían estar estudiando. Recordemos que hay cerca de 3 millones de NNA y jóvenes fuera de las aulas.
  • En esas mismas esquinas muchas veces vemos jóvenes y no tan jóvenes en sillas de ruedas pidiendo o vendiendo alguna chuchería para poder comprar algo de comida.
  • No me puedo acostumbrar a esos salarios indecentes de los docentes, los más bajos de América Latina.  Si seguimos así, nos quedaremos sin maestros, y sin maestros no hay educación posible.
  • Veo en calles y plazas adultos gritándole a los niños. ´Si eso sucede en la calle donde hay público, ¿cómo será en las casas? Pienso en el ambiente donde están creciendo niños y adolescentes, siendo  el grito y el maltrato algo frecuente y “normal”.
  • Pienso en esa pensión del IVSS que sigue siendo de Bs. 130, ¡apenas algo más de un dólar, para gente que pasó su vida cotizando en esa institución!
  • Veo gente mayor y jóvenes hurgando en la basura buscando algo para comer o  para “comercializar”. Esa es una imagen que me golpea.
  • Veo las diferencias en las compras en los supermercados: unos con apenas un kilo de Harina Pan y, tal vez, un paquete de pasta, mientras otros (que son pocos), con el carrito lleno de artículos. Las desigualdades se han incrementado en Venezuela.
  • Veo en parques y en panaderías, por ejemplo, madres acompañadas por sus hijos pequeños: ellas con su celular en la mano, sin ni siquiera mirar al niño, mientras estos están esperando su atención.  Observo, de igual manera, gente adulta sentada alrededor de una mesa que, en vez de conversar están aislados con su teléfono escribiendo, pero, sin mirar al otro.
  • Sé de profesores universitarios jubilados, con doctorados y alto escalafón, con ingresos que no les da para comer, después de una vida al servicio de la Educación Universitaria.

Y así voy recogiendo casos e imágenes a las que no me acostumbro porque no son normales. Agregue usted las suyas, y recuerde: ¡no son normales!

Sin embargo y, afortunadamente, tengo dos ojos. Con el otro veo y me entero de luces que me animan. He aquí algunos ejemplos.

Me sonrío cada mañana cuando recibo saludos con buenos deseos para mi día, algunos con “café” (todos sabemos que, para los venezolanos, el café es algo más que una bebida).  Esos saludos significan que la otra persona me tiene en su mente, entre otras cosas.

En las esquinas también veo gente que extiende su mano para dar algo de comida a ancianos y discapacitados, o para esos niños y adolescentes limpiando vidrios. Observo la sonrisa en esos que reciben ayuda.

Me anima conocer de tantos casos de educadores que perseveran en las aulas a pesar de las dificultades y bajos salarios, ¡y de paso hasta inventan y son creativos en clase!

Me anima la amabilidad de la gente que devuelve mi saludo sonriente en las estaciones de gasolina, puestos de venta de frutas y hortalizas, agradeciendo cualquier detalle, un caramelo, un saludo amable.

Me conmueve la perseverancia de los que participan en organizaciones ambientalistas y de derechos humanos, arriesgando su vida por defender los derechos de otros. Hay que rezar por ellos.

Me anima ver en misa gente que atiende el llamado de los párrocos de colaborar con “un kilo de amor” que servirá para ayudar a otros. Hay que multiplicar estas acciones.

Esta semana finalizó la campaña de la rifa anua de Fe y Alegría, tan necesaria para mantener las escuelas y los diversos programas. Muchas personas participaron  en la venta y muchos los que cooperaron comprándola. ¡Eso si anima!

Agradezco cuando pido ayuda y me la dan e, igualmente, y agradezco cuando me piden ayuda para alguna clase, jornada formativa pues eso indican que confían en mí, dándome la posibilidad de hacer el bien.

Ahora que se acerca el Día del Periodista, me anima cuando me llaman para entrevistarme sobre temas de educación, porque han hecho propia esa preocupación y, de paso, dan la oportunidad para llegar a mucha gente. Me anima mucho esa perseverancia de los comunicadores sociales.

Podría añadir muchas cosas más que me animan, sé que “no todo está perdido”, pero hay mucho que hacer para sembrar esperanza en este país. Mire usted también con los dos ojos. De verdad, eso ayuda mucho.

Luisa Pernalete