“Salió a su mamá, simpática y saludadora”. ¿Cuántas veces hemos escuchado o inclusive pronunciado frases como esas? Muchas veces, ¿verdad? Pero es necesario hacer una corrección: no es que “salió”, sino que fue educada en su hogar para ser “simpática”, amable, cortés. Aunque no siempre la función de “educadora” de la familia es consciente, igual, la familia educa o maleduca.
Comencemos por recordar que, de 0 a 7 años, los niños y las niñas aprenden por imitación. Si los padres les sonríen, ellos sonreirán; si los padres saludan a vecinos, por ejemplo, ellos aprenderán a hacerlo; igualmente, si los padres se gritan o se insultan, sus hijos serán gritones, aprendiendo que es normal que la gente se insulte.
Pero no todos los padres saben estas cosas cuando tienen sus hijos y, en ocasiones, cometen errores por falta de herramientas, por desconocimiento y no porque sean malos, o porque los hijos no les importen. Incluso hoy, cuando en Venezuela existe una Emergencia Humanitaria Compleja, hay tantos problemas (deficiencia de los servicios básicos, la inflación y los bajos salarios que no garantizan el cumplimiento del artículo 91 de la CRBV, ese que señala la necesidad de tener un sueldo que permita satisfacer las necesidades básicas del trabajador y su familia); hay hogares donde la violencia intrafamiliar se ha incrementado dado que los padres no saben administrar sus emociones, desahogando la angustia con sus hijos.
Es en la familia donde los niños, niñas y adolescentes aprenden los hábitos y valores para que se acepten y defiendan, por ejemplo. También es en el hogar donde se fijan límites, deberes, que van haciendo costumbre: cooperar con las tareas del hogar, ayudar a los hermanos menores… La disciplina del hogar, horas de levantarse (más temprano en tiempo escolar), momentos para jugar… Horas para irse a dormir… Las normas son necesarias y ayudan a la convivencia.
Los padres deben promover el buen trato entre los hermanos, aprender a respetarse mutuamente (que no significa “aguantar que el otro me pegue o me moleste”). Todos tienen derecho al buen trato y no porque lo diga la LOPNNA, sino porque respetarse es básico para la convivencia pacífica. Es importante señalar que lo sembrado en la familia debe ser reforzado en la escuela. Los maestros, aun sin conocer bien a los padres de cada alumno, pueden saber mucho observando el comportamiento de los estudiantes.
Un elemento de que poco se dice es que el buen trato no significa “permisividad”: todo el mundo necesita límites, hasta el presidente de una nación, los directores de las escuelas, los padres… Es una creencia muy difundida en estos tiempos lo de confundir el buen trato con “dejar hacer lo que quieran”. Desde pequeños deben saber que no pueden hacer lo que quieran. Si hacen algo que está mal, deben ser corregidos, eso sí, con disciplina positiva, como suelen recordar los compañeros de CECODAP y, además, por si no saben, la LOPNNA prohíbe los castigos físicos: en nuestro país es ilegal pegarle a un niño para corregirlo. ¡Aparte de que es contraproducente! Recuerden lo que decía Gandhi: “La violencia trae siempre más violencia” y también “Si una victoria es conseguida por vía violenta, será una victoria pírrica, pues necesitará más violencia para mantenerse”. Si los padres les pegan a sus hijos para que no se porten mal, por ejemplo, con sus hermanos, necesitarán correazos todo el tiempo.
Unido a lo anterior, la importancia de corregir las conductas no adecuadas, no sanas de los hijos y sabiendo que es normal que puedan surgir problemas de convivencia, resolver conflictos interpersonales de manera pacífica es muy importante. Recuerden las 5C: calmarse, conversar, comprometerse, confiar y “caminar” juntos.
Una función de los padres, para que sus hijos crezcan como personas, es sembrarles autoestima. Ello supone estar pendiente de lo que hacen bien y decírselo, felicitarlos, desde cosas pequeñas como recoger los juguetes, poner la mesa, pasando por algún dibujo bonito, y colocarlo en la cartelera familiar (o sea, la nevera). Los que somos educadores sabemos que, frecuentemente, los líderes negativos en el salón suelen ser chicos con baja autoestima.
Igualmente, ayuda mucho que se converse con los niños, niñas y los adolescentes cuando ha habido algún hecho violento, ya sea en la casa, en la escuela o en la comunidad. Dedicar “tiempo de calidad” es muy importante en la educación hogareña. Esto no es solo para las mamás, también para los papás: recuerden que ambos son corresponsables de la crianza de los hijos. Por si acaso, también la LOPNNA lo señala así en su art. 5.
Es verdad que hoy la familia tiene mucha competencia: las redes sociales, las pantallas de celulares transmitiendo mensajes (no siempre buenos). Les corresponde a los padres conversar sobre eso que ven y escuchan a través de esos recursos. Es necesario tener cerebro creativo para que el convivir en paz se vea como valor y no como un acto de cobardía.
Para que todo lo anterior sea eficaz en la educación de esos valores que queremos transmitir, es necesario ser coherente. ¡Es tan importante la COHERENCIA! Lo ponemos en negrita y en mayúscula, porque sin ella los discursos, incluso las correcciones, caen en el vacío. “Mi vida es mi mensaje”, decía Gandhi. “Amar al prójimo como a ti mismo”, dice el segundo mandamiento de la Ley de Dios. En ese proceso de enseñar a convivir, es muy importante no olvidar pedir perdón cuando nos equivoquemos.
Finalmente, ayuda a enseñar a convivir los ratos de diversión en familia, el compartir; además, rezar, aunque sea un Padrenuestro, recordando que somos hermanos.
Les dejo una estrofa: Enseñar a convivir es una cosa muy buena; que comience en la familia es cosa importante y bella.
Luisa Pernalete