Los católicos pedimos perdón por pecados de pensamiento, palabras, obras u omisión. O sea, por omisión también se peca.
Cuando en la escuela, la maestra hace caso omiso a la queja de un niño porque otro –usualmente más grande y más fuerte– lo está molestando, seguramente el acosador lo volverá a hacer y el más débil pagará el pecado de omisión de su maestra. La impunidad envalentona al responsable y desmoraliza a la víctima. Paga el más débil.
Cuando en el estado Zulia los ciudadanos están pasando horas y días sin electricidad por falta de mantenimiento, por ignorancia, no me atrevo a decir que es culpa de las iguanas, porque aunque ellas fueran las culpables, hay omisión al no vigilar eficientemente las instalaciones eléctricas y surgen situaciones como la que vivió Yraida. Ella es costurera y viuda. Tiene muchos encargos, pero sin electricidad su máquina no funciona, por ello no puede trabajar como quiere; se rebusca haciendo bollitos para los trabajadores de una pequeña empresa. Hace poco compró la soya y la carne molida para los almuerzos, después de pasar la noche casi en vela –la mitad de la noche la pasó en el porche de su casita en el Municipio San Francisco-, porque el agosto maracucho es difícil de soportar, pero sin ventilador ¡ni les cuento! Después de mal dormir, repito, madrugó para preparar la comida y encontró que la carne se había descompuesto. No pudo trabajar en la costura ni tampoco cocinar. No pregunto si pudo dar de comer a sus hijas. Ahora completemos la situación pues como no hay electricidad, en las bodegas del barrio no se puede pagar con punto. Además muchos sectores de esa región no tienen agua; la madre de Jeny lleva días sin dializarse: en el hospital del IVSS no hay agua, “Ya estamos preocupados. Es riesgoso”, me comentó. ¿Quién está pagando los pecados de omisión en el Zulia?
Cuando en el estado Bolívar el Orinoco y el Caroní, ríos que deben estar bravos por el Arco Minero depredador que está destruyendo sus cuencas y no lo detienen, a pesar de las alertas sobre sus consecuencias, se peca por acción y omisión. Cuando se desforesta la selva de los Pijiguaos, por dar un solo dato y se elimina la vegetación alta que sirve de una especie de muro de contención, eso hace que el río se llene más rápido y tendremos más crecidas… Los expertos dicen que las crecidas son cíclicas, por lo cual se puede trabajar en la prevención. Cuando no se toman las medidas necesarias también se peca por omisión: mis amigos y compañeros de Ciudad Guayana y de Ciudad Bolívar están sufriendo. Esas crecidas en una región donde impera la malaria -únicamente en este estado hay 400.000 casos- complican la situación y eso fue algo que se pudo prevenir. Quiero recordar que en el período 2002-2003 Fe y Alegría reportó 18 casos de malaria en un núcleo rural, vía El Pao, ¡se lo advirtió a las autoridades de salud y hasta ofreció un vehículo para ayudar para que se fumigara, pero las autoridades dijeron que Fe y Alegría mentía! A los 6 meses había malaria en San Félix. Las autoridades pecaron por omisión en aquella oportunidad y la malaria se extendió. ¿Quién pagó el pecado de omisión? ¿Quiénes lo está pagando ahora por las inundaciones?
Los pecados de omisión los pagan los más débiles, los más indefensos –que en Venezuela somos cada vez más– y por eso nos corresponde a nosotros, los ciudadanos, hacer un trabajo de observación activa, de recordatorio a los últimos responsables. Mientras tanto, al menos seamos solidarios con los afectados de las inundaciones, esas que se pudieron prevenir en parte. No peque usted también por omisión: no pequemos por omisión mirando para el otro lado, no pequemos por omisión por no unirnos para hacer algo y detener esta destrucción acelerada del país. Exija cuentas a los responsables y únase a otros para mitigar el dolor de los que más sufren.
Luisa Pernalete