La suspensión de clases se mantiene hasta finales del año escolar. Necesitamos un consejo de maestros en plena cuarentena. Digamos que eso fue lo que hicimos esta semana cuando “conversamos” con docentes que se inscribieron en un forochat para tratar el tema “Educar en cuarentena”, organizado por “El Pitazo”. Pero imaginemos que nos hemos reunido, como se suele hacer cada mes en las escuelas.
Comenzaríamos por preguntar cómo nos estamos sintiendo. Un equipo directivo debe tener presente la importancia de expresar emociones y sentimientos del personal, pues son seres humanos que ríen y lloran, y que para poder atender a los estudiantes de manera sana, hay que cuidarlos. Así, ante esta primera pregunta, seguro saldrían respuestas como estas: “Estamos agobiados… todo el mundo exige: el Ministerio, el propio colegio;… es difícil trabajar a distancia sin tener suficientes conocimientos sobre la materia;… es difícil resolver las dificultades sin contar con los compañeros, que si estuviéramos en la escuela nos hubiéramos apoyado…”. En fin: están agobiados, a veces no saben qué hacer o cómo hacerlo y, sin embargo, muchos están haciendo una labor maravillosa.
Es verdad que, en todo el mundo, esto de “educar a distancia” con distintas estrategias, pero con pequeños y con adolescentes, es una novedad para todos, para los educadores y para los 1.500 millones de estudiantes que tienen sus clases presenciales suspendidas en toda la Tierra. Sin embargo, hay que hacer una distinción en el caso venezolano: esta cuarentena nos agarra ya cansados, pues antes de la misma, la educación venezolana ya estaba en emergencia.
Recordemos algunas de esas “condiciones preexistentes” de nuestras aulas: inasistencia creciente del alumnado por falta de alimentos, por el tema del transporte público, por falta de agua y/o electricidad en sus casas… Según la encuesta de Encovi en el 2019, solo el 50% de los escolares estaba asistiendo de manera regular a clases; luego tenemos el tema de la renuncia de los docentes, principalmente por los bajos salarios que no les alcanza para los pasajes ni para garantizar la comida a sus familias; sumemos las suspensiones obligadas por las mismas autoridades. En Venezuela la rutina escolar está alterada desde hace por lo menos unos tres años; de hecho el pasado 5 de marzo Fe y Alegría, al cumplir sus 65 años, propuso al país un acuerdo nacional para defender la escuela, para salvar a la educación. De manera pues, repetimos, esta cuarentena nos agarra cansados.
Pero volvamos al consejo en plena cuarentena. Una vez que hemos reconocido nuestro estado de ánimo de agobio y angustia (siendo normal que estemos así), necesitamos aplicarnos lo que le decimos a las madres y también a los estudiantes: hay que respirar profundo, hay que hacer ejercicios de relajamiento, hay que calmarse, equilibrar trabajo y descanso, porque este maratón es largo, aún no termina.
Es bueno también tomar conciencia que no vamos a poder cumplir nuestros objetivos en este tercer lapso como si estuviéramos con clases presenciales. Debemos ser realistas, hagamos lo que hagamos, no solo por no tener las condiciones ideales, como sería que Internet funcionara, que la luz no se nos fuera por horas y horas en unas cuantas ciudades del país, que todos -alumnos y maestros- cuenten con teléfonos inteligentes para comunicarse con facilidad, sin olvidar que la hiperinflación se come los mínimos salarios… Lo digo también porque educar a distancia con niños y adolescentes tendría que suponer también un cambio en nuestra manera de educar.
Deberíamos centrarnos más en las competencias que en los contenidos. Fortalecer, por ejemplo, la comprensión lectora, que permitiría que se pueda utilizar cualquier texto: cuentos, canciones, lecturas del texto escolar que cada estudiante tenga en su casa… porque lo importante es que el alumno comprenda lo que lee. O resolver problemas a partir de la vida diaria. Eso es un cambio necesario y por ello no tendríamos que llenar a los chicos de miles de tareas que, a decir de verdad, no van a servir para mucho.
Lo de las tareas requeriría un consejo especial. ¿Quién no se está quejando del exceso de tareas? Y les comento que no es solo un tema de Venezuela, lo he escuchado de madres que viven en otros países. Educar a distancia no puede ser calcar el programa escolar para “pasarlo” por radio, televisión o por WhatsApp. No hay derecho a hacerles la vida de cuadritos a los alumnos y a sus padres, que no son maestros. La empatía se impone, hay que ponerse en su lugar de ellos y ser sinceros: realmente, ¿son necesarias, importantes todas esas tareas que estamos poniendo?
Otra reflexión es la importancia que deberíamos dar, en esta cuarentena y luego cuando nos reencontremos físicamente, es la educación emocional. ¿No nos está haciendo falta en este distanciamiento físico administrar mejor nuestras emociones? ¿No se habrá incrementado el maltrato intrafamiliar por no saber manejar las angustias? Pues, esa dimensión tenemos que trabajarla ahora, es urgente y después también.
Tendríamos que tratar también en este consejo los aprendizajes de esta cuarentena, pero eso será tema de otra columna. Lo que sí debemos ir pensando es cómo será el primer consejo cuando volvamos a nuestra escuela: no solo darnos un gran abrazo, sino también decirnos cuánta falta nos han hecho los compañeros y los alumnos,… Tendremos que planificar un primer lapso con repaso, refuerzos, muchos juegos y canciones.
No quisiera terminar este consejo sin recordar que rezar entre nosotros también ayuda. “Padrenuestro, que estás en la escuela/ en el patio, entre chamas y chamos/ que tu Reino sea santificado/ y que de los juegos surjan los hermanos”, dice mi Padrenuestro de la escuela. Pedir y agradecer, eso se enseña y se aprende.
Por ahora, hemos finalizado este consejo aunque queden puntos por tratar. Descansen.