Pienso en la imagen descrita por la directora Belkis, de la isla de Margarita: imagino al señor Ramón, quien es obrero de su escuela, en su bicicleta entregando guías con orientaciones a los alumnos, guías transcritas a mano por las maestras del plantel. Y esta es sola una de las anécdotas narradas por Belkis de esta extraordinaria escuela.

Es imposible decir que este año escolar ha sido fácil y no sólo para los venezolanos: la pandemia puso a todos los países a educar a distancia a niños, niñas y adolescentes. Esta medida, implementada también en Venezuela a mediados de marzo, nos encontró a todos los educadores sin planes, sin herramientas y sin saber qué hacer en un primer momento.

Conviene recordar que los problemas de la educación venezolana no comenzaron con la cuarentena, ya teníamos problemas de asistencia escolar por diversas razones, el tema de la renuncia de docentes debido a los salarios bajísimos era un problema, la falta de alimentación, la inseguridad, los servicios… todo eso estaba afectando a la educación y, con esta cuarentena, los problemas se han agravado. Sin embargo esta columna no es para compartir los males que muchos conocen, porque afecta a la mayoría, sino para socializar muestras de centros educativos de Fe y Alegría que generan admiración.

Educar a distancia, ya hemos apuntado, no ha sido fácil para nadie, aunque para unos ha sido más difícil que para otros. En los Andes, por ejemplo, la U.E “Colegio Fe y Alegría Tovar”, en la población del mismo nombre, los profesores no tienen teléfonos inteligentes, tampoco los alumnos. ¿Cómo llegar a los estudiantes? El director, el profesor Ubaldo, se le ocurrió pedir ayuda a una radio comunitaria y se hizo una alianza, que no sólo ha beneficiado a nuestros alumnos, sino también a los de otros planteles que no estaban siendo atendidos. Él mismo lleva las guías pedagógicas que el equipo nacional de Escuela de Fe y Alegría prepara y las transmite, incluso hasta hace los ejercicios de interioridad (relajamiento, respiración profunda, reflexión) y ha hecho tan buena conexión con los jóvenes radioyentes, que estos llaman a la emisora y le preguntan por nuevos ejercicios. Además, Ubaldo a veces invita a profesores de diversas áreas como Matemáticas y los alumnos pueden llamar a la emisora para hacerle preguntas al invitado. ¿Qué les parece? Una alianza para favorecer a muchos. ¡Gracias, director Ubaldo!

Pasemos ahora a la escuela “Juan Pablo II”. Es un centro pequeño, con educación Inicial y Primaria. Tienen inscritos 273 alumnos. La maestra Yahaira, subdirectora, no duda en afirmar que se han humanizado. “A principios de año escolar solemos visitar hogares, pero, cuando se suspendieron las clases presenciales, pensamos que teníamos que contactar a todos los alumnos y no estaba fácil.”  La escuela queda en la carretera vieja hacia La Guaira. ¡Olvídense de internet y esos lujos! Había una atracción: la escuela está en el Programa de Alimentación Escolar y aunque no se iba a reunir a los niños por el tema del distanciamiento físico, las madres buscaban la comida y se la llevaban a sus casas. Aun así había alumnos cuyos representantes no aparecían, ni para buscar las guías de orientación, ni para el alimento. “Nos dimos a la tarea de visitar hogares. Nos encontramos con madres enfermas, con casos dolorosos. Buscamos medicinas para unos… comprendimos porque no asistían.” Para no hacer muy larga la historia, ese contacto las hizo más humanas y el resultado fue que de 273 alumnos, tienen los portafolios de 264. O sea, sólo 9 niños no se contactaron. “Ya sabemos que se han ido de la comunidad.” ¿Qué les parece? Solo 9 se quedaron por fuera, por mudanza. Le pedí el dato 3 veces porque creí que había escuchado mal. La maestra refiere que ningún docente se negó a participar en el trabajo en este trimestre a distancia. Considera que hoy comprenden más a las familias y estas valoran más a los maestros. ¿Cuántas medallas repartimos aquí?

Finalicemos este recorrido con el colegio “María Luisa Tubores” de Fe y Alegría de Nueva Esparta, con la que comenzamos esta columna. Está ubicada en el Municipio Marcano, en una comunidad muy pobre. Los alumnos, en su mayoría, son hijos de pescadores. Para que tengan una idea, son 153 estudiantes y solo10 representantes tienen teléfonos inteligentes. Los padres o analfabetas o con pocos años de estudio. Nada de internet y computadoras en esas casas. Sólo la directora, una coordinadora pedagógica y un maestro tienen acceso a internet, mientras algunos maestros tienen ese tipo de teléfonos. Seguidamente les cuento cómo han hecho para atender a los estudiantes.

Las guías le llegan a la directora Belkis, entonces ella y la coordinadora las simplifican de manera que sean digeribles para los alumnos y más breves. Se las envían a los maestros por teléfono y estos, con ayuda de Madres Promotoras de Paz, del personal administrativo e incluso de la señora Oralis (una obrera que aprendió a leer en la escuela y que tiene muy bonita letra), pasan a mano las guías para luego llevarlas a la casa de cada estudiante. Como conocen muy bien la comunidad, saben dónde vive cada chico. ¡Eso lo hacen cada semana! Pero además en ese recorrido, saben dónde puede haber problemas de malos tratos de parte de las madres, porque no manejan bien eso de “acompañar a sus hijos a estudiar”. Así que además reparten, junto a las guías, más de un consejo a las mamás, su amonestación verbal, y el cariño para los pequeños,

En la puerta de la casa de cada maestro hay, pintadas a mano, unas infografías que por internet manda la Dirección Nacional de Escuelas con la campaña de prevención del COVID-19 y el personal las copia en papelógrafos. “Usted las viera, profe, cuando los papás o las mamás van a llevar a casa de la maestra las tareas, se encuentran con los carteles del tamaño de una persona y las docentes le dan una clase a cada representante.” Es en esta escuela donde el señor Ramón, del personal obrero, va con su bicicleta a entregar guías a los niños. Total, de 153 alumnos, han llegado a 142. ¡Toda la escuela debe recibir el premio del heroísmo escolar!

También en este mismo centro el personal ha fortalecido su relación con la comunidad y en las familias ha crecido la revalorización de la escuela. Tanto el personal como los niños y niñas quieren volver a su escuela.

No sé ustedes, pero yo escucho estas historias y mientras, por un lado, pienso que los maestros merecen salarios dignos y no miserias, por otro lado creo que no debemos hacernos eco de discursos tales como “el venezolano es flojo” o “aquí nadie hace nada”. El que no tengan Twitter no los convierte en inexistentes. Es bueno saber que estos héroes existen en este país.