Sumario. Esta cuarentena prolongada nos puede acostumbrar a ver normal lo que no está bien. En plena cuarentena tenemos responsabilidades ciudadanas, las de siempre y las necesarias para enfrentar la pandemia. La disciplina personal y colectiva es urgente.

En estos días salí a realizar mi compra semanal de frutas y hortalizas. Confieso que no sé qué me tenía más preocupada o atemorizada si el covid-19 y el descuido de la gente (tapabocas de collar, el distanciamiento físico inexistente en colas, personas conversando tranquilamente en la calle) o la cantidad de transgresiones de conductores (semáforo ¿para qué?, hablar por el celular mientras conducían, no reducir velocidad en las esquinas, estacionar en cualquier parte…).

En esta pandemia, que no ha terminado ni creo que esté tan controlada como dicen las autoridades, tenemos responsabilidades individuales y colectivas, las de antes y las de ahora, y veo muy poca disciplina en los ciudadanos, muy pocos deberes cumplidos.

Empecemos por las de siempre, las mínimas: respetar las señales de tránsito, los semáforos -cuando están buenos y hay electricidad, aunque haya menos tráfico-; bajar la velocidad en las esquinas, solo esas dos protegerían enormemente a los transeúntes y a los que van en el vehículo también. Agrego tres más: estacionar donde es debido y no en las esquinas, porque hacerlo no permite ver la vía, peligro de choque inminente; concentrarse en la conducción del vehículo, no estar hablando por el celular y mucho menos contestando mensajes, está prohibido por la Ley y realmente es peligroso; respetar el flechado. ¡Es increíble cómo hasta en eso nos hemos indisciplinado! Tanto motorizados, incluyendo uniformados, ciclistas y vehículos “tragándose” las flechas… La verdad es que no hay más accidentes en este país porque Dios es muy grande, no veo otra explicación “científica”. Los ángeles de la guarda están trabajando extra todo el tiempo. Ya me lo dijo el otro día un cuidador de carros, cuando insistía en que me estacionara en un lugar prohibido y yo se lo hice ver. Me miró con cara de “¿esta de dónde salió?” y me dijo: “Señora, eso era antes. Ahora todo el mundo hace lo que le dé la gana”. No le hice caso, por supuesto, pero pensé que no le faltaba razón, aunque esté mal.

Fíjense ustedes que respetar las normas de tránsito generan un bien para usted y para los otros. Cuidamos a los demás y nos cuidamos nosotros mismos. Egoísmo legítimo, pues.

Veamos ahora las responsabilidades generadas por esta pandemia y el peligro de contagio que todos tenemos. Lo que sigue, en buena parte, lo escuché en uno de esos excelentes seminarios que cada jueves realiza la Escuela de Psicología de la UCAB-Caracas. El tema era precisamente: “¿La pandemia en Venezuela está controlada?” La respuesta de los tres invitados fue que no. Pero quiero detenerme en lo mencionado por el psicólogo Gustavo Peña, lo hago de manera desordenada y seguro se me escapan cosas interesantes. El especialista decía que no estamos haciendo lo suficiente, se refería a nosotros, los ciudadanos. Nos hemos ido acostumbrando a este “riesgo crónico” y entonces hemos ido aflojando las medidas. ¿No ven ustedes lo mismo? La cantidad de gente con su mascarilla de collar, el apurruñamiento en las colas o en lo que queda de transporte público, por mencionar dos aflojamientos en las medidas recomendadas.

Otro elemento que comentó el Dr. Peña es que hay gente que no percibe el peligro. Eso no solo pasa aquí en Venezuela, también sucede en otros países. Y dio algunos datos de estudios hechos en otras partes: un 30 % de la población considera que de verdad no se pueden contagiar; un 25 % estima que hay un alto grado de peligro y un 45 % piensa que alguna vez se le ha ocurrido que puede tener riesgo. ¿No ha escuchado usted a desconocidos y conocidos diciendo que estamos exagerando cuando recordamos las normas de prevención? Si no percibo riesgo, simplemente no hago nada.

Hay también cierta “filosofía simplista”, este calificativo lo pongo yo, no el Dr. Peña, “De algo nos tenemos que morir”, y entonces hacemos poco o nada.

Otra creencia que conspira contra el comportamiento adecuado para la prevención es creer que nos podemos contagiar solo de los desconocidos, pero no de los amigos y allegados. Por eso, entre otras cosas, las fiestas y reuniones sociales en plena pandemia.

No puedo resumir en pocas líneas todo lo interesante que fue ese foro, pero en el canal de Youtube de la UCAB, puede recuperar el contenido completo.

Claro que toda la responsabilidad no está únicamente en los ciudadanos. Por supuesto que las autoridades son las llamadas a orientar a toda la población, no solo con las campañas y los informes cotidianos, y con la aplicación de pruebas -que entiendo que aquí se hacen muy pocas-, pero, si tenemos unas autoridades poco creíbles o nos parece que no hacen lo suficiente, nos corresponde a nosotros cuidarnos y cuidar a los demás.

Esta cuarentena se va a seguir prolongando. Tenemos que aprender a vivir con ese virus procurando salir airosos. Tenemos que cumplir con nuestras responsabilidades personales y hacer algo para que sean colectivas. No seamos pues parte del problema sino parte de la poca solución que podamos aportar. Eso es lo verdaderamente ciudadano y lo inteligente.