Sumario. El 30 de enero se celebró el Día Escolar de la No – Violencia y la Paz, en el aniversario de la muerte de M. Gandhi (1948). Este es un buen momento para reflexionar sobre la no – violencia, que es una invitación para valientes, pues esta actitud puede tener consecuencias y se requiere mucho valor para hacerse oír, para tener autoridad e influencia con procedimientos pacíficos. Sobre Gandhi, la no -violencia y su necesidad para los ciudadanos venezolanos, escribo.
Es fácil para el grandote del salón de clases intimidar a los más pequeños, porque tiene tamaño y no requiere mucha valentía. Es fácil intimidar en la comunidad cuando se porta un arma, ya sea porque se es funcionario o porque que se es de los violentos, pero para tener autoridad ante los demás solo con la palabra, se necesita ser muy valiente.
Promover la no – violencia como actitud, como postura para el trabajo político, para acciones ciudadanas, no es una invitación para cobardes, todo lo contrario, es para valientes.
Escribo sobre el tema de la no – violencia porque desde 1964 se celebra el Día Escolar de la No – Violencia y la Paz cada 30 de enero, fecha que conmemora el asesinato de Gandhi en 1948. Y si algo no se puede decir del líder de la India es que fue un cobarde. Jamás insultó ni descalificó a sus oponentes, jamás utilizó un arma ni impulsó acciones violentas en las multitudinarias protestas que lideró.
Dicen los biógrafos de Gandhi que, en su ejercicio de abogado, cuando se enfrentaba a los jueces, al defender a indios pobres en Suráfrica -donde vivió un tiempo después de terminar sus estudios de derecho en Inglaterra-, se relacionaba de tal manera con esos jueces, que perdiera o ganara el juicio, los funcionarios lo miraban con respeto y hasta simpatía. ¡Hay que ver el valor que se necesitaría, estar en desventaja, en un país que no era el suyo, y ganarse el respeto de los que detentaban el poder! Gandhi, entre otras cosas, decía que no había que apagar la luz del otro para que brillara la propia. Por eso no descalificaba al otro, solo defendía sus posturas, que consideraba justas.
Hay la equivocada creencia de que la no – violencia fomenta una actitud pasiva, algo así como “aguantar y aguantar sin hacer nada”. Eso no fue lo que propuso Gandhi en sus luchas. Ser pacífico lo que supone es saber resolver los conflictos con procedimientos no violentos, por ejemplo, negarse a cumplir una ley cuando se considerara injusta, o hacer protestas sentándose en la calle y no moverse. Ya en Venezuela tenemos ejemplos de protesta pacífica, como las que realizan Las Piloneras o Dale Letra, por mencionar dos grupos muy activos. De paso, la protesta pacífica está contemplada como derecho en la CRVB, artículo 68: tenemos derecho a protestar pacíficamente y sin armas. Incluso, en la LOPNNA está establecido como derecho para niños, niñas y adolescentes (Art. 83).
Hace falta valor y creatividad para expresar lo que consideramos justo y necesario decir o defender. La no – violencia puede traer consecuencias también. Eso lo recordaba Gandhi cuando proponía alguna acción. La violencia siempre trae más violencia. Pruebe usted en pequeño: si alguien le grita y usted le contesta con otro grito, vendrán gritos más fuertes; en cambio, cómo desarma al violento que se le responda suavemente, pero con firmeza. Yo lo practico, y me resulta. Igual la maestra en el aula que trata de calmar a los alumnos, subiendo la voz y alterada dice: “¡No griten!”. Solo provocará más gritos en el salón.
Una vez, en una unidad de transporte en Caracas, subí y fui a pagar mi pasaje, y el chofer, de mala manera, me gritó: “Se paga al bajar”. Yo, suavecita, le dije: “No me grite, ponga un aviso con esa indicación y yo pagaré al bajar, pero no me grite”. El chofer no respondió, y yo vi el rostro y los gestos de los usuarios asintiendo, aprobando mi reclamo pacífico. El chofer no dijo más nada.
“Una victoria obtenida por métodos violentos, será efímera, porque para mantenerla se necesitará más violencia”, decía Gandhi. Y así es. Los padres violentos si solo se hacen obedecer por sus hijos con gritos y golpes, es porque han perdido autoridad y tendrán que subir el tono de la violencia. Será el miedo el que mande y no la autoridad, y cuando cese la amenaza, volverá la conducta inadecuada. En cambio, cuando resuelven los problemas con el diálogo, con “firmeza y cariño” como decía San Juan Bosco, obtendrán el respeto de sus hijos. Una mamá castiga con golpes cuando ya no tiene autoridad.
La sociedad, los dirigentes políticos, del lado que sea, tienen mucho que aprender de la no – violencia. Piénsese que líderes que se ganaron el respeto de sus países y del mundo, como Martin Luther King, Monseñor Romero, Nelson Mandela y la joven Malala, por mencionar algunos, mostraron valentía, no empuñaron un arma y su autoridad trascendió los límites de sus países – y en el caso de Malala hay que hablar en presente –.
Recordemos, por solo dar un ejemplo, que Mandela pudo parar una guerra civil en su país, que arrastraba décadas de resentimiento por la política del apartheid, y entendió que su papel era llegar a acuerdos, resolver pacíficamente los problemas acumulados. Nadie dice que sea fácil, pero si posible.
Desde hace unos años, en Venezuela se creó la Fundación Mahatma Gandhi para promover la filosofía del líder de la India, tiene un diplomado, da cursos a niños y jóvenes de colegios, y es referencia para los que creemos en la no – violencia como manera de convivir. “Dicen que soy un héroe, yo, débil y tímido, casi insignificante. Si yo siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos”, decía Gandhi. Una invitación a la unidad de los pacíficos.