La señora Ana, en Barquisimeto, trabaja limpiando en casas de familia por día. Es verdad que no tiene toda la semana comprometida, pero en una jornada, donde le dan desayuno y almuerzo, le pagan 30 bolívares. La señora Eva es peluquera, corta pelo a domicilio y cobra 4$ por un corte. El otro día se juntaron 4 personas y ella, en unas dos horas, ganó 4$. ¡Me alegro que puedan vivir de su trabajo, aunque no tengan reconocimiento social! Debo decir que son buenas en lo que hacen.
Me quedé pensando en esos casos y lo comparé con los ingresos actuales de los docentes de escuelas oficiales y subsidiadas. Les hago un resumen: un docente I, o sea el primer nivel en el escalafón, esos que tienen entre 1 y 5 años de servicio, gana mensualmente, como salario base con primas y bonos, unos 10$ al mes; por otro lado un docente VI, lo más alto del escalafón, que supone más de 20 años de servicio, con bonos y primas, percibe unos 22$ al mes; mientras un directivo, con toda la responsabilidad que tiene, posee un salario integral mensual entre 26 y 27$ al mes.
Los datos del párrafo anterior dan para pensar y preocuparse: son base para entender el por qué las renuncias de docentes quienes, en ciertas oportunidades, ni siquiera ponen su carta de renuncia, simplemente abandonan, pues las liquidaciones son tan ridículas, que no vale la pena buscarlas. Cuando jubilaron a la profesora Olga, de Ciudad Bolívar, la cantidad era tan pequeña, que ir a Caracas para realizar los trámites resultaba más costoso que lo que le darían y no fue.
No sabemos cuántos profesionales de la educación han abandonado las aulas en los últimos años, sin embargo, aunque no tengamos estadísticas nacionales, son miles de miles. Sé de liceos públicos que han reducido secciones por falta de docentes; sé de escuelas que han cerrado turnos por falta de maestros… Crece mi admiración y agradecimiento por esos educadores que están subsidiando al Estado cuando, además de atender a sus alumnos, hacen otras cosas para seguir educando como Luzmary, de la escuela de Fe y Alegría en la isla de Margarita, quien además de ser excelente como maestra y muy servicial, hace dulces criollos y los fines de semana va por las calles de su comunidad vendiendo el producto de su trabajo informal. O el caso de Edward, licenciado en Educación, con postgrado, subdirector de un colegio de Fe y Alegría ubicado al oeste de Barquisimeto, el cual además de su rol de directivo, está sustituyendo a profesores de su área que han renunciado, mientras en las tardes trabaja en una pizzería. Subsidia, pues, su vocación de educador. Uno les admira, pero comprende que no se puede pedir heroísmo eternamente, como bien dice el padre Alfredo, cuando ve el heroísmo de los docentes de La Vega, en Caracas.
También están los casos que simplemente renuncian y se dedican a otra cosa para poder mantener a sus familias como el caso de Julio, profesor de Biología en un liceo oficial de Caracas, cuyo caso lo reseñó hace algunos meses Efecto Cocuyo. Sintiéndolo mucho renunció a las aulas y actualmente trabaja como vigilante. Su sueldo supera con creces el que tenía como profesional de la educación. ¡Qué pena!
Sin maestros nos hay escuela; sin maestros no hay educación ni presencial ni a distancia. Sin educación no hay presente ni futuro para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Sin docentes formados no se puede tener “educación integral de calidad”, como lo dice la CRBV en su artículo 103. Sin educación no se sale de ninguna crisis.
Si queremos educación para nuestros hijos, nietos y para el país, tenemos que cuidar a los educadores. Exigir al Estado que cumpla con sus obligaciones, que destine recursos suficientes para la educación -salarios, infraestructura y servicios-, pero, también la sociedad tiene que activarse en esa defensa de la educación y de los educadores: empresarios, familias, medios de comunicación… Tener una buena educación nos favorece a todos.
Por eso si usted que no es ministro, pero, puede hablar, si tiene hijos, hermanos, nietos en edad escolar, reconozca el trabajo de los maestros; hágales saber que valora lo que hacen. Eso ayuda y si además forma parte de alguna organización o utiliza las redes sociales, no deje pasar la oportunidad para reconocer esa labor: pida a las autoridades que cumplan con su deber. Recordemos que la educación oficial es el 85% de la educación nacional y es la que está más huérfana.
Me gusta recordar que, en Japón, los tres oficios mejor pagados son el de policía, porque cuida a las personas; el médico, porque las cura y, el de maestro porque forma a las personas.
Defender la educación del país pasa por defender a los educadores y cuidarlos.