No es “comeflorismo” del siglo XXI, tampoco ingenuidad ni ceguera. Hemos vivido un larguísimo mes de febrero, y marzo parece que sigue igual. El gobierno ha hablado de una agenda de paz, pero la violencia sigue en las calles, y no sólo en donde hay manifestaciones, sino en las comunidades populares no por protestas estudiantiles. Por eso, y sabiendo que el Estado es el último responsable de la paz ciudadana y de garantizar los Derechos Humanos,   desde abajo podemos hacer nuestra agenda y trabajar en las dos escalas: en la micro, cada quien dando el aporte en su entorno; y en la macro: exigiendo a las autoridades que cumplan con su deber.

Primero: nadie insulta a nadie. El primer elemento es el respeto mutuo, que pasa por reconocer que el otro, piense como piense, existe y tiene tanto derecho  de ser escuchado como usted y como yo. Lo mismo pedimos a los gobernantes: respeten, escuchen, eliminen las descalificaciones, los insultos. Nos gustaría también que en las redes sociales se eliminaran las descalificaciones por pensar distinto o por el físico de la persona ¡Hay mensajes que dan pena ajena!

Segundo: la violencia se rechaza venga de donde venga. No hay violencias buenas y violencias  malas. No hay torturas buenas y torturas malas. Todas son malas, hieren, dañan. Se necesita coherencia en este sentido. No funcionan las lealtades automáticas. En eso las autoridades tienen que enseriarse. Si hay encapuchados o destapados que agreden a otro o dañan bienes públicos, o disparan, sean del lado que sean, deben ser sancionados. Y decimos las autoridades porque a ellas les toca garantizar la integridad física de todos los ciudadanos. Hay que afinar los sentidos, para que puedan ver, dado que a veces pasan eventos frente a ellos y parece que no vieran. Como dice el padre Wyssembach, “el pecado no es malo porque está prohibido, sino que está prohibido porque es malo”. Por eso es que la violencia está prohibida en la Constitución y por eso la paz es un derecho.

Tercero: compartir el miedo organizadamente. La violencia, del tipo que sea, genera miedo, y si éste es muy grande, puede  inmovilizar a las víctimas. Por eso la necesidad de la creación de grupos de vida en la comunidad, alianzas, reconstrucción del tejido social –la violencia aísla– y así, entre varios, es más fácil discernir qué es lo que se puede hacer para enfrentar los problemas. En Brisas del Sur, una comunidad de San Félix, están haciendo reuniones los grupos cristianos de base, animados por la iglesia católica, y están creando espacios de recreación, de celebración,  inventando maneras pacíficas para reducir la violencia delincuencial. Oración y acción de la mano.

Cuarto: Hay que seguir exigiendo al gobierno que resuelva el problema de la escasez. Porque  las colas desgastan, porque comprar a sobreprecio no es posible, porque los niños pequeños no están  tomando leche y esa factura se va a pagar muy caro, y además, porque andar buscando papel y harina para las arepas genera angustia y puede terminar en violencia intrafamiliar. Ese problema, aunado a la inflación que no perdona salario alguno, le toca al alto gobierno.

Quinto: Prevención a diferente escala. Estamos en marzo, si queremos que para septiembre no haya problema de cupo en educación inicial y en bachillerato, ya se tendrían que estar construyendo los planteles que faltan. Si queremos que en agosto no haya ejército de adolescentes en riesgo en manos de las bandas ya deberíamos tener planes para los fines de semana y para las vacaciones. La urgencia de estos días no puede hacernos olvidar lo que sigue y nos afecta con menos estridencia.

La construcción de la paz exige terquedad evangélica y paciencia histórica,  y supone que nos demos la mano por si uno se cansa y se apoye en el otro.

Que la paz sea con nosotros,

Luisa Pernalete

 


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Joven emprendedor, creo en Dios y sus promesas, programador, apasionado por las tecnologias y Fundador de Empresario Virtual, poeta http://www.empresariovirtual.org Mil Palabras!