Ideas clave

De una manera didáctica, para entender o comprender las emociones y las sensaciones que generan, es posible hablar de emociones “placenteras” o “displacenteras”, o también de aquellas que favorecen el aprendizaje, “emociones positivas, o las que obstaculizan el proceso de aprendizaje, “emociones negativas”; quedando claro que todas las emociones son importantes y deben ser validadas.

El aula de clases es un terreno fértil para el cultivo de emociones que potencien el aprendizaje y el bienestar de los estudiantes.  Algunas emociones con mayor impacto positivo son: la motivación, la empatía, la alegría y la curiosidad.  

‍ El docente debe formarse en inteligencia emocional, solo así podrá ser modelo y potenciar esta última en sus estudiantes, además de establecer intencionadamente y en la medida de lo posible, un ambiente “neutral” o de equilibrio de las emociones  en su aula, evitando los extremos altos  de cada una de las emociones que pueden experimentar los estudiantes, ya sean “displacenteras” o “placenteras”.

Emociones y sentimientos no son lo mismo.  Las emociones son respuestas automáticas, fisiológicas, breves y suelen ser transitorias, mientras que los sentimientos son interpretaciones conscientes, complejas y más duraderas que las emociones.

Debemos educar en inteligencia emocional, lo que significa que los estudiantes aprendan a identificar y definir cuáles son las emociones que sienten, cómo se experimenta cada emoción y cuáles son los modos más sanos y pertinentes para gestionarlas o manejarlas.

Una estrategia para la gestión de las emociones es el termómetro de las emociones que consiste en que cada estudiante descubra e identifique, antes de entrar al aula, cómo se siente, qué emoción está experimentando, cuál es el nivel de variabilidad de la emoción en ese momento.  Esto puede ayudar al docente a escoger mejor las estrategias de aprendizaje que potencien el desarrollo de experiencias significativas.

Apliquemos la empatía en nuestros centros educativos, que se traduce en entender las emociones y perspectivas de los estudiantes para adaptar el enfoque de enseñanza, ofrecer el apoyo necesario, y crear un espacio seguro y acogedor donde ellos se sientan valorados y comprendidos. Esto facilita la expresión emocional y el compromiso con el aprendizaje.

Las técnicas de respiración, especialmente la de relajación, ayudan a nivelar la frecuencia cardíaca y respiratoria de los estudiantes cuando llegan del recreo, o están emocionalmente agitados, ayudando a lograr un balance en las emociones para dar inicio a las actividades.

Otra técnica que contribuye a nivelar el estado emocional y disponer a los estudiantes a los procesos de enseñanza aprendizaje es la técnica de respiración diafragmática, en donde enseñamos a los estudiantes a que tomen aire por la nariz, cuenten mentalmente 1- 2- 3, mantengan el aire en 1- 2- 3, y exhalen por la boca en 1- 2- 3.

Hoy en día la tecnología, la web, los teléfonos celulares han interferido en el proceso y desarrollo psicosocial de los niños y adolescentes, por ello en las aulas deben fomentarse actividades de esparcimiento, recreación y socialización. 

Los docentes, en nuestros espacios educativos, debemos reconocer que todas las emociones son importantes, por ello debemos ayudar a identificarlas, validarlas y gestionarlas.

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