
“Usted que sabe hablar suavecito, ¿no podría hablar con la vecina a ver si no hecha más basura en la calle, que nos perjudica a todos?” ¿No le suena conocida esa expresión? ¿No ha necesitado usted alguna persona como esa, que sabe hablar suavecito que sabe convencer, que sabe mediar y facilita la resolución de conflictos?
A esas personas las llamo “bisagras” porque unen, ponen en contacto dos partes, aunque también podríamos llamarles “puentes”. ¿No cree usted que hoy Venezuela está necesitada de muchas “personas bisagras”? Yo me animo porque las veo por todos lados.
Bisagra es esa maestra que en vez de estar “acusando” a los alumnos con sus padres, sabe plantear el problema de conducta del muchacho pero buscando solución: “¿Qué tal si felicita a su hijo por lo bien que se portó ayer y le hace ver que puede llevarse mejor con sus compañeros y que los golpes solo complican la situación?” Son esas maestras que median entre los alumnos de la sección “A” y los de la sección “B” que se llevan muy mal, sin embargo los pone a hablar, los anima para que hagan cosas juntos, compartiendo.
Bisagras también son esas personas que organizan grupos de ayuda, de esos que suministran información hoy tan urgente para muchos venezolanos. Por ejemplo, está en un chat que difunde información sobre gente que requiere donantes de sangre, entonces pone en contacto pacientes con posibles donantes. ¿Y que tal esos grupos que se están conformando para informarnos sobre cuáles estaciones de gasolina tienen combustible en este momento? En Barquisimeto hay varios. ¡Qué gran ayuda!
Bisagras son esas personas que tienen sus “contactos” de defensores de derechos humanos, o de psicólogos para emergencias, o de grupos para medicinas y generosamente sacan de su tiempo para dar la información oportuna al otro.
Hay escuelas bisagras. Recuerdo que hace unos años, una escuela de Fe y Alegría en Valencia, sirvió de bisagra entre varios planteles oficiales de la comunidad que se la pasaban en conflicto permanente y nuestra escuela del corazón, sirvió de puente.
Hay periodistas bisagras, que ponen juntos actores de posiciones distintas y hasta contrarias logrando que se hablen sin insultarse.
Hay bisagras pequeñas, con la radio de acción en la cuadra, en la comunidad, en la escuela; igualmente hay bisagras más grandes, con radios de acción que llegan a otras ciudades. Las hay más grandes: llegan a otros países. Y las hay de esas que ponen en contacto gente de “arriba” con gente de base, esas bisagras son súper importantes en este momento.
Las personas bisagras saludan con facilidad a los amigos, a los conocidos, a los que le caen bien y a los que no les caen tan bien. Observan sin juzgar –como lo aconseja la comunicación para la convivencia– y no tienen agendas ocultas; su pago está en el servicio prestado.
Hay países bisagras también, como Noruega. Esos que ponen sus recursos humanos para ayudar a países con grandes problemas, sin agendas ocultas tampoco, que no está esperando contratos jugosos. Noruega ayudó a Guatemala cuando vivió hace algunas décadas un conflicto bélico. ¡Los venezolanos estamos necesitando esas bisagras! Sin embargo para que la bisagra cumpla su función, las partes en conflicto, deben querer salir del mismo. Es torpe no aceptar ayuda de las bisagras. En el caso venezolano, es criminal no querer una salida pacífica. Es criminal no pensar en los dramas de los más vulnerables. Solo con pensar en los miles de niños de 0 a 3 años que no se están nutriendo bien y muchos tendrán secuelas irreversibles, debería bastar para aceptar las bisagras y sentarse a conversar. Mientras más temprano se haga, menos víctimas tendremos.
Luisa Pernalete