Ideas clave

A partir del 2004, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud mental como un estado de bienestar. También se entiende como la armonía de nuestras dimensiones vitales: Bio, Psico, Social, Espiritual.

La alteración de la salud mental, especialmente la ansiedad, conduce a la alimentación excesiva e impulsiva (como el consumo descontrolado de comida chatarra, alcohol o cafeína). Es crucial abordar la raíz del problema de la salud mental en lugar de esperar a que el desborde (el exceso de comida) ocurra.

A veces, expresar una emoción no tiene que ver solo con lo que decimos, sino con lo que hacemos. Si pinto un cuadro, escribo, escucho un audio o una canción, esto puede hacerme expresar una emoción sin que necesariamente tenga que hablar explícitamente de ella.

El modelo PERMA de Martin Seligman (2011) es un marco de la psicología positiva que define el bienestar a través de cinco elementos medibles e interconectados para una vida plena: P (Positive Emotion), E (Engagement), R (Relationships), M (Meaning) y A (Achievement).

Reprimir emociones (miedo, tristeza) es inútil y dañino. La conciencia emocional es el primer paso. Daniel Goleman nos enseña que las emociones son mensajes. No son buenas ni malas; son solo información que debemos decodificar para actuar mejor.

‍Tomando en cuenta que vivimos nuestras propias emociones, debemos identificar aquellas actividades que nos permitan gestionarlas, como la pintura, escuchar música o ver películas. Buscar algo que se conecte con nosotros y que, al mismo tiempo, nos genere bienestar.

Cada vez que nuestras emociones se desborden, podemos evaluarlas con esa misma mirada empática con la que observamos a otros. Debemos gestionarlas a medida que vamos reconociendo nuestros miedos, tristezas y alegrías.

La resiliencia, según Edith Grotberg (1995), es la capacidad de afrontar, adaptarse y salir fortalecido de la adversidad. No se trata de no caer, sino de saber levantarse y a veces estar abajo mientras vamos armando la escalera que nos haga segura la salida.

Martin Seligman, padre de la psicología positiva, insiste en la importancia de ver los eventos negativos como temporales y específicos, no como permanentes y globales que definen toda nuestra vida.

Para superar la ausencia de un ser querido, es crucial entender que el duelo es un proceso personal que atraviesa diversas etapas que debemos vivir plenamente, sin intentar saltarlas.

Debemos nutrirnos de esos recuerdos que residen en cada uno de nosotros sobre lo que pudimos compartir con esa persona, honrando su legado. Finalmente, se aprende a vivir con la ausencia.

Aprender a decir «no» es un proceso complejo porque, a veces, estamos limitados por nuestras creencias y normas.

Cuando decimos «no», tendemos a sufrir de “sobreempatía”, o hiperempatía. Esto significa intentar ir mucho más allá de solo entender a la persona; por ejemplo, intentar sobreprotegerla, incluso si nuestro propio bienestar está en juego.

Somos seres sociales. La conexión y el apoyo social son pilares de la resiliencia. Pedir ayuda, hablar de lo que sentimos, no es un signo de debilidad, es el mayor indicador de que estamos siendo responsables con nuestra salud mental.

Una red de apoyo es aquella que nos contiene en los momentos de mayor adversidad y bienestar. Entretejerla depende de cada uno de nosotros. Pero también es necesario descubrir quiénes deben o no estar en nuestras vidas.

Construir redes de apoyo genuinas y auténticas nunca es sencillo, porque en el camino nos vamos a encontrar con decepciones. La cuestión es cómo nos entrenamos para saber que aquello que pensábamos que iba a ser, quizás no se concrete (o no lo sea).

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