Sumario. Venezuela necesita con urgencia ayuda humanitaria, pero,  los ciudadanos, es decir la sociedad civil, no se a sentado a esperarla.   Hay iniciativas de solidaridad, unas pequeñas y otras no tan pequeñas, que mitigan el sufrimiento de mis hermanos venezolanos.  A continuación les muestro algunas pinceladas de esa solidaridad. 

Josué tiene veinte y tantos años. Vive en el Municipio San Francisco (estado Zulia), con su mamá  ya sexagenaria, quien tiene problemas serios de hipertensión. Él Trabaja en una frutería, pero la verdad es que lo que gana no le alcanza para comer y cubrir los gastos de los medicamentos de ella. Cuando se ve muy ahogado, con mucha pena, le manda un mensaje a la profesora Lucía  y le pide ayuda. Reconoce que se quedaría sin comer más de una noche si no fuera por la solidaridad de la educadora. “Gracias de verdad y bendiciones para usted”, le suele escribir en agradecimiento.

Elizabeth es profesora universitaria jubilada. No tiene hijos. Vive sola en el estado Falcón. Debe tomar una medicina para sus problemas de tensión, sin embargo, su  sueldo como docente jubilada no le alcanza para comprar el medicamento. Unas antiguas amigas se enteraron de su situación y le han estado ayudando solidariamente. Ella está muy agradecida  y sus amigas, sin esperar nada a cambio, siguen con su acción generosa.  Si no fuera por la solidaridad…

La señora ML vive en Barquisimeto. Por su casa pasan todos los días personas pidiendo: algunas un café, otras son madres con hijos pequeños que dicen “cualquier cosa”, hay un estudiante de bachillerato que le pide hojas para sus trabajos… y ahí está la señora: a unos les da café, a otros galletas y frutas,  al estudiante le dona hojas y lápices… Nunca dice “no hay”, sólo pide que no toquen el timbre más de una vez y que no dejen papeles en la calle. Esa mano extendida es una velita en medio del apagón.

Un grupo de exalumnas de un colegio católico  en Barquisimeto  se mantienen en contacto desde hace años. El otro día se enteraron que la madre de una compañera  había muerto y no tenía para el entierro. Rápidamente se organizaron y todas pusieron algo que permitió realizar el sepelio.  Si no fuera por la solidaridad…

Belkis es docente en un núcleo rural de Fe y Alegría, en la vía El Pao (estado Bolívar). Como coordinadora, antes de la cuarentena, visitaba las tres sedes del núcleo y ahora trabaja más porque a distancia las cosas se complican más porque no llega la señal de la radio, no hay conectividad… No obstante,  hace su trabajo de acompañamiento. Pero ese es su deber. Su labor se vuelve pura solidaridad los fines de semana cuando atiende un Club de Abuelos, sin tener el deber de hacerlo. ¡Hay ancianos viviendo solos por esos lados! Ella cree que puede ayudar a que se sientan menos solos. Si no fuera por la solidaridad… 

AP es médico activo, tiene cerca de 80 años. Vive con su esposa; su hija está fuera del país y su único hermano desde hace años vive también en el extranjero. No tienen más familiares en la ciudad donde residen. Hace unos días se resbaló y el dolor no le permitía moverse, después sabría que se había fracturado unas vértebras. Un vecino se enteró de la caída e inmediatamente se ofreció para llevarlo a la clínica. No solo esperó los exámenes, sino que fue a varias farmacias a buscar los medicamentos indicados por el doctor. Si no fuera por la solidaridad…

El otro día fui a cambiar el aceite al carro  y noté que llegaba una señora humilde con un récipe a la caja. Como tengo problemas de audición, he aprendido a leer los labios. Entendí que la señora pedía una medicina. Me llamó la atención esa solicitud en un negocio de lubricantes. Entonces le pregunté al joven el porqué de ese pedido y me dijo que el dueño era de una fundación que donaba medicinas. ¡Cuántos se habrán beneficiado! Si no fuera por la solidaridad…

Y podría seguir llenando la columna de acciones de solidaridad, así, pequeñas, silenciosas, generosas, gente que no espera retribución ni propaganda por lo que hace.  Hay también solidaridad de mayor alcance.

Leo en un mensaje que, en Barquisimeto, se  entregó al Hospital “Agustín Zubillaga”, una cámara de descontaminación, donada entre otras, por la ONG “Naguarao”, Fedecámaras-Lara y Médicos Unidos… ¿Qué les parece? Alianza para el bien, solidaridad para mitigar la ausencia del Estado en los hospitales.

Sigo en Barquisimeto. Programas y fundaciones ligadas a “Esperanza Activa”, esa asociación civil liderada calladamente por el artista plástico Jesús Pernalete Túa, con varios equipos de voluntarios.  Recientemente, “Flores de la Esperanza” -que trabaja formando lideresas en escuelas- donó 600 morrales de útiles escolares a centros educativos de los barrios “El Trompillo”, “Pavia” y “El Carmen”. Además, “Flor de Luz”, una fundación que produce una galleta terapéutica, con la ayuda de voluntarios, hizo el tamizaje a 300 niños  que luego se convirtieron en beneficiarios cuando les donaron dichas galletas.   Y el recién creado “Maternal”, otro proyecto que se nutre de médicos voluntarios, el mes pasado   atendieron a todo el personal de la Escuela “Juan XXIII” de Fe y Alegría. Atención médica para los docentes, administrativos y obreros. ¿No es para admirarse uno con tanta solidaridad?

Y del estado Lara, para las comunidades indígenas, quiero que conozcan a “Naguarao”, una organización nacida en Barquisimeto en el año 2016, aunque la idea de ayudar a las etnias ya venía “rodando” desde hacía tiempo, pero es en ese año que organizan el primer operativo en el caño Guamal, del Delta del Orinoco. Varios médicos y enfermeras, bioanalistas, odontólogos… se fueron a brindar atención médica esos hermanos waraos. Hoy tienen 130 voluntarios, el 75% conformados por personal sanitario. También atienden a la población rural. Siguen realizando operativos en Amazonas y el Delta. Pura solidaridad para los olvidados dentro de los olvidados.

No quiero terminar esta columna sin mencionar a “Alimenta la solidaridad”, presente en 14 estados del país  y que da de comer a más de 25.000 niños y niñas, organizando a madres y vecinos. ¡Extraordinaria labor!

Dígame usted, ¿vamos a seguir diciendo que los venezolanos somos unos tracaleros, especuladores, flojos, corruptos? Yo no compro ese discurso. Es verdad que hay flojos, corruptos, vivos, eso es verdad. También es cierto que la situación venezolana es tan grave que organizaciones de la ONU, como OCHA, dice que hay 7 millones de venezolanos que requieren ayuda humanitaria. Esta ayuda urge. Es verdad, pero este tapiz que he compartido   y que podría alargarlo puesto que no he mencionado ONG más conocidas que viven para ser solidarias, no es suficiente, no llega a todos. La ayuda humanitaria es urgente, pero usted y yo, que no tenemos poder para decisiones mayores, podemos contribuir a mitigar el sufrimiento de muchos hermanos. Siembra esperanza saber que estos venezolanos solidarios existen y no se paralizan, no son meros actores de twitter ni son los detractores de los que si hacen. Si no fuera por la solidaridad, habría más sufrimiento, más víctimas.