Ideas clave
Entre la neurociencia y la educación, se desarrolla un campo de estudio, que requiere la construcción de puentes entre la práctica del aula y los descubrimientos de la neurociencia. Este campo se conoce como neurociencia educativa, y precisa de una representación teórica clara, que permita a los educadores de distintos niveles, investigar y aplicar estrategias didácticas con sustento neurocientífico.
Comprender los procesos neurobiológicos detrás del aprendizaje puede ayudar a diseñar métodos educativos más efectivos que se alineen con la forma en que los estudiantes procesan la información.
En el ámbito educativo es importante: a) reconocer cómo el cerebro humano necesita fuentes de energía para funcionar correctamente (nutrición, socioemocionalidad, sueño, oxigenación e higiene), b) garantizar la gestión de la energía: cuerpo en movimiento; atención, percepción y memoria; y estimulación multisensorial, c) potenciar la fuerza del yo: respetando la individualidad de cada ser humano (neurodiversidad), para orientar la construcción del proyecto de vida; trabajando el mundo de las emociones; incorporando estrategias múltiples así como ejercicios para estimular las ondas cerebrales; fortaleciendo la espiritualidad y la interioridad profunda.
La existencia de los neuromitos (uso del 10% de la capacidad cerebral, lateralización del cerebro y estrategias de aprendizaje, gimnasia cerebral, efecto Mozart, entre otros), puede animar a los docentes a dejarse llevar por modas, aplicaciones erradas y/o incompletas de verdades parciales de las neurociencias, por ello es importante en relación a estas últimas, revisarlas, conocerlas y aprender cómo reencuadrarlas desde los supuestos científicos más actualizados.
La neurociencia muestra que el aprendizaje está íntimamente ligado a las experiencias emocionales, lo que sugiere que crear un ambiente emocionalmente positivo puede mejorar la motivación y la memoria, pero es posible ir más allá, potenciando intencionadamente la producción de hormonas como la oxitocina, la dopamina, la serotonina y las endorfinas, que pueden influir directamente en la eficacia y calidad de los aprendizajes. Esto es posible a través de las actividades físicas agradables y de ciertas estrategias de aprendizaje, como la meditación, la activación de recuerdos de experiencias agradables y la cooperación en los procesos de aprendizaje.
En el nivel de educación inicial es importante reforzar la propiocepción, es decir, la percepción inconsciente de los movimientos y de la posición del cuerpo; trabajar los procesos cognitivos a través de las áreas propuestas por Piaget, especialmente con juguetes didácticos que ayuden a fortalecer los procesos mentales en el niño en el área lógica; también abordar la espiritualidad; desarrollar los rincones de meditación utilizando diversas imágenes con las emociones básicas.
En educación de adultos se debe partir de su propia experiencia; enfatizar que la neuroplasticidad sigue presente en sus cerebros, que pueden ampliar la visión del mundo que tienen, a través de la espiritualidad, la reflexión y lectura (en diversos formatos), además de animarlos y orientarlos hacia nuevas metas para garantizar la realización personal en diversas dimensiones y áreas, más allá de una profesión o la vida familiar.
En el área de educación física es clave concienciar qué componentes se producen durante la actividad física (por ejemplo: neuropéptidos y factor del crecimiento cerebral), trabajar la conciencia de la lateralidad, así como la importancia de lo que tiene que acompañar al ejercicio físico: producción de energía y la fuerza del yo, además de incorporar la gamificación, y aumentar las estrategias de los juegos cooperativos y competencias colaborativas, más allá de la visión de ganar y perder.