Queridos compañeros de camino:
Si, lo sé, hoy cualquier trabajo en Venezuela supone participar en una carrera de obstáculos. Aunque esto no sólo es para quien ejerza una labor remunerada, es para cualquier tarea que hagamos como hacer una diligencia, comprar frutas para la merienda de un hijo, conseguir una simple medicina –un desparasitante, por ejemplo– hasta “echar” gasolina en el carro -en este país petrolero- puede ser una “misión imposible”. ¡Todo supone saltar decenas de obstáculos! Y claro, si además tienes 30 o 35 niños y niñas bajo tu responsabilidad, dichos tropiezos se multiplican ¡también reconozco esto!
Precisamente por lo anterior es que cada vez que voy a una escuela y veo, todavía, compañeros perseverando en sus aulas, en los pasillos, abrazando chamos, hablando con adolescentes “camisa azul”, rezando el Padrenuestro con los niños, saludando, llegando apurados porque para los maestros tampoco hay transporte colectivo de calidad y tampoco hay efectivo para cada día… Cuando recupero esas escenas, me digo: ¡son superhéroes! Y doy gracias a Dios por esa perseverancia en medio de los dramas que estamos viviendo.
La semana pasada estuve en una escuela del Municipio San Francisco, en el estado Zulia, en una zona popular. Las maestras llegaban y sonreían a los pequeños que se acercaban y cada una traía ya su historia. “Tenía 7 días sin agua –le comentó una a otra– estuve hasta la 1am lavando, pero, aquí estoy”. Sí, ahí estaba, extendiendo sus brazos a los estudiantes de primer grado. ¡Gracias, maestra María, por estar ahí!
Luego vi a una profesora de bachillerato y dijo que lo primero era escuchar a los alumnos: cómo estaban las cosas por sus casas, como habían pasado diciembre. “Hay que ser muy comprensivos hoy con ellos”. Luego comentó que estaba desde las 6 de la mañana esperando carrito y nada que pasaban. “Me gusta esta escuela, pero cada día se me hace más difícil llegar temprano”. Sin embargo, ahí estaba. ¡Superhéroe! Ya otra había compartido el último atraco regresando de la escuela y ahí estaban, preocupadas por la situación de los adolescentes: ¡Superhéroes!
¿Y cómo no admirarse ante la postura de un profesor que le pidió permiso a su director para quedarse a dormir en el colegio como una manera de garantizar su asistencia diaria a su trabajo?
Son superhéroes también las maestras como Adriana, de una escuela de Barquisimeto: trabaja de lunes a lunes, no se pierde ningún sábado para las actividades especiales –riega “flores de la esperanza”- y vuelve el lunes como si nada. ¡Ni una queja! Se anota con gusto. Su rostro sonriente lo certifica.
Ahí está, Wuilliana y su equipo, de otra escuela del mismo Municipio San Francisco, organizando a la comunidad porque el plantel fue robado en vacaciones: ¡adiós a las computadoras y a los aires acondicionados adquiridos con tanto esfuerzo! Pero no la oí decir que se va del colegio, simplemente pregunta qué más deben hacer para proteger a la escuela. ¡Superhéroes que merecen toda nuestra admiración!
Mención especial para los educadores que hoy son capaces de aceptar un cargo directivo: ¡superhéroes al cuadrado! Eso va, Atilio, contigo y con Crisabel, Yaritza, Mariela, Yamilet y una larga lista de valientes.
Y así, he ido recuperando escenas vistas e historias escuchadas, que se reproducen en muchos centros educativos de los que conozco y de los que no conozco, pero, las imagino. Sé que hay muchos que han decidido irse del país, les entiendo y sé que lo hacen con dolor, con lágrimas; sin embargo, sé que son muchos más los que siguen extendiendo aún su mano. ¡Gracias por perseverar, por insistir!
Quiero recordarles lo importante que somos los educadores y no únicamente para los estudiantes, sino para sus familias también. Un abrazo de nosotros a una madre angustiada puede ser la diferencia del día para ella. Y por supuesto, felicitar a esa pequeña que trazó unas líneas y dijo que era un dibujo de su maestra, hará crecer su autoestima.
No podemos renunciar a ejercer nuestro poder para que los estudiantes sean más personas: podemos ser la diferencia entre el éxito o fracaso de muchos de ellos en medio de esta pesadilla.
Podemos ser luces de bengala en medio de este apagón. Es tiempo de mirar más allá y creer que esas semillas que tenemos en frente serán árboles mañana. “Educar es sembrar esperanza”, nos dice Pechín, compañero de siempre en Fe y Alegría.
Que nos dejemos alimentar por las sonrisas de los niños y niñas, que nos dejemos interpelar por sus lágrimas también. ¡A Dios le pido! Me permito pedir también a la Divina Pastora que nos acepte como hijos y nos acompañe para seguir saltando obstáculos. La tarea no está terminada.
Un abrazo,
Luisa, maestra a mucha honra.