
Mientras peor está la situación, más falta hace que los venezolanos y venezolanas nos tomemos tiempo para descansar, respirar profundo, bajar los niveles de estrés, recuperar fuerzas y ánimo. En el caso de los niños, niñas y adolescentes, descansar, jugar o recrearse forma parte de su desarrollo. Eso no es un lujo pues, ni puede ser visto como un privilegio; por si acaso, aquí les coloco los artículos que lo certifican.
“Todas las personas tienen derecho al deporte y a la recreación como actividades que benefician la calidad de vida individual y colectiva”. (Art. 111 de la CRBV).
Y, en el caso de los NNA, los artículos 63 y 64 de la LOPNNA, específicamente el 64 reza: “El Estado debe garantizar la creación y conservación de espacios e instalaciones públicas dirigidos a la recreación, esparcimiento, deporte, juego y descanso”.
También la Convención Internacional de Derechos del Niño en su artículo 3, numeral 1, establece lo siguiente: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al descanso y el esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad y a participar libremente en la vida cultural y en las artes” .
Construida en medio de dos ríos hermosos, con parques naturales como parte de su identidad, no había visitante que llegara a Fe y Alegría-Guayana que no incluyera en su agenda ir a “La llovizna” y al “Cachamay”. Me parecía un pecado privarlos de admirar y disfrutar de ese hermoso regalo de la naturaleza. Ustedes se preguntarán a qué viene toda esta introducción. Pues resulta que hace unos días nos enteramos de la ingrata noticia del cierre del parque “La llovizna” por parte de la gobernación del estado Bolívar, “por mantenimiento”. Sí, ¡cerrado por mantenimiento!
A mi edad creí que lo ha visto todo: un país petrolero, sin gasolina; una “potencia gasífera” y los ciudadanos cocinando con leña; una ciudad entre dos grandes ríos y hay sectores sufriendo de sed; un país que hace dos décadas exportaba electricidad a Colombia y a Brasil, ahora permanece sumergido en una penumbra casi nacional; empresas que, hasta hace algunos años, eran muy prósperas, están cerradas, mientras sus trabajadores permanecen en sus casas y, en estos momentos, unos parques ¡regalo de la naturaleza! con unas instalaciones excelentes, con el río Caroní que no descansa, “cerrados por mantenimiento”. ¡Ciudad Guayana sin parques! ¡Cuesta creerlo!
¿No es posible mantener esos espacios sin necesidad de cerrarlos? ¿Es muy complicado cortar monte con visitantes cerca? ¿Limpiar las caminerías es un asunto tan especializado que el personal debe venir de otras partes? ¿Qué pasa en “La Llovizna” que no lo sepan los guayacitanos?
Yo no salgo de mi asombro. No creo que los ciudadanos se merezcan tanto castigo. El parque “La llovizna” es una bendición para los guayaneses. Ningún venezolano se debería morir sin haber conocido esa belleza. “La llovizna” no es propiedad privada del Estado, es de los ciudadanos y es una posibilidad de hacer realidad el derecho al descanso y a la recreación.
Sirvan estas líneas para dar mi solidaridad a los habitantes de Ciudad Guayana.
Luisa Pernalete